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Bienestar Colsanitas

La crisis de la mediana edad: ¿mito o realidad?

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Para unos, la llamada “crisis de la mediana edad” es un estereotipo del que hay que huir, o un cuento para justificar comportamientos que consideran inapropiados; para otros, es un trastorno real que afecta su salud mental y emocional. Consultamos a varios expertos.

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Algo de historia 

La llamada “crisis de la mediana edad” es conocida también como midorexia, “crisis de los cuarenta” o “el diablo del mediodía”. Esta última denominación surgió en la Edad Media entre los monjes del monacato de oriente, y luego se extendió por el resto del mundo cristiano. También se le llamaba acedia, y se refería a una tristeza, a una melancolía que a veces se solía confundir con la pereza, que afectaba a los monjes a diario al mediodía. Cuentan que durante un largo tiempo la iglesia católica la consideró un pecado capital.

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El primero que propuso el concepto de “crisis de la mediana edad” fue el psicoanalista canadiense Elliott Jaques, en los años sesenta del siglo pasado, en un artículo titulado “La muerte y la crisis de la mitad de la vida”. En el artículo citó al escritor italiano dante Alighieri, autor de la Divina comedia, que cuando vivía la tercera década de su vida escribió los famosos primeros versos del infierno, el primer canto de su obra cumbre:

En medio del camino de la vida errante me encontré por selva oscura donde la recta vía era perdida...

El filósofo español Javier Goma Lanzón, en su artículo “El demonio del mediodía”, describe así a las personas con crisis de la mediana edad:

Les nace un deseo, que creían ya sepultado desde la mocedad, de algo nuevo, que les devuelva la ilusión por vivir. Durante demasiado tiempo, discurren, han cumplido con puntualidad y sin emoción todos los deberes profesionales y familiares que se les habían amontonado encima de los hombros, y se les hace evidente ahora que ha llegado el momento de ocuparse del deber hacia uno mismo. Quieren sentir la vida, que empieza a declinar, antes de que les abandone del todo. Con frecuencia, el achaque lo desencadena un nuevo o antiguo amor; otras veces, una necesidad irreprimible de cambiar de trabajo. 

Descripción y puntos de vista

Por esos deseos de cambio en quien la sufre, quizás también es llamada “la segunda adolescencia” o “la comezón de los cincuenta”. Se caracteriza por ser una etapa de rebeldía hacia la propia edad, de reflexión (“¿cómo habría sido mi vida si hubiera tomado tal o cual decisión?” “¿Habré perdido el tiempo en mi relación con fulana o en mi empleo con tal empresa?”), de cuestionamiento que lleva a una autoevaluación de lo vivido, a buscar un nuevo significado o propósito de vida, a realizar cambios y a dejarse tentar por la aventura. En últimas, se dan cambios físicos, emocionales y sociales.

Para la neuropsicóloga Claudia Rodríguez, adscrita a Colsanitas, “es un momento de la vida en el que te paras en la cima de la montaña y miras si de verdad era donde querías estar como para empezar un proceso de envejecimiento, y muchas veces la realidad de ese momento no corresponde con lo que planeamos”.

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En algunos casos esta etapa puede generar inestabilidad emocional acompañada de ansiedad, estrés y depresión. En cada individuo tiene una expresión particular, que depende de variables biológicas, genéticas, sociales, económicas y ambientales. Puede afectar áreas de la vida emocional como la autoestima, la vida en pareja o matrimonio; los entornos laboral y social, la seguridad personal y la apariencia física. En la gran mayoría de los casos las personas con crisis de la mediana edad tratan de preservar la juventud, que se ve amenazada por la proximidad de la vejez.

Las mujeres experimentan más cambios emocionales y físicos, condicionados por la menopausia. En cambio, en los hombres son más evidentes las transformaciones en los ámbitos social y emocional.

Algunos hombres tratan de afirmar su masculinidad con nuevos amoríos, la práctica de deportes muchas veces extremos, o practicados con energía. Mujeres y hombres asumen cambios drásticos en la dieta, la vestimenta y la apariencia en general, también recurren a cirugías estéticas buscando “mejorar” u ocultar las líneas de expresión, tensar la piel en algunos lugares de la cara o el cuerpo, etc. Una tendencia clara es que, en no pocos casos, estas personas “se disfrazan de jóvenes”.

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"En la crisis de la mediana edad hay modificaciones en lo fisiológico, lo cognitivo y lo conductual".

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“En la crisis de la mediana edad —afirma Claudia Rodríguez— hay modificaciones en los tres canales de respuesta: el fisiológico, que se refiere a todo lo que sentimos en nuestro cuerpo; el cognitivo, que es todo lo que pensamos, y el conductual, que es nuestra manera de actuar”.

En Bogotá y otras ciudades del país el común de la gente los llama, despectivamente o en tono burlón, “cuchibarbies” a ellas y “cuchachos” a ellos, por su apariencia física que no corresponde con la edad, o por sus actitudes y formas de vestir.

Para algunos expertos, como el psiquiatra Néstor Ramos, de Colsanitas, la midorexia no es un trastorno de la conducta o psicológico, sino que hace parte de la cultura, del ambiente que rodea a las personas que se obsesionan con la idea de permanecer siempre jóvenes a pesar de la edad, por lo que se sacrifican demasiado para lograr un ideal de personalidad y estético que en ocasiones es inalcanzable. No es gratuito que detrás de la midorexia estén las industrias de la cosmética y de la “eterna juventud”.

En este sentido, es más el resultado de una fuerte presión social por cumplir con un canon de juventud y felicidad establecido, que discrimina a las personas que muestran señales de envejecimiento al considerarlas como poco atractivas; en cambio, se cree que una persona bella, por serlo, también es amable, seductora, satisfecha de su propia imagen, talentosa e inteligente, lo cual no siempre es cierto.

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¿La midorexia tiene aspectos positivos?

La midorexia puede ayudar a algunas personas que la viven a no quedarse estancadas en un estilo de vida demasiado estable y, quizás, aburrido, gracias a los renovados deseos de viajar, realizar actividades desconocidas, volverse más activos en las redes sociales, hablar de sexo sin tapujos, entablar amistades con personas de otras generaciones.

En algunos casos lleva a un despertar de la curiosidad, o de actividades que se quisieron hacer —o aprendizajes que se quisieron adquirir— en algún momento de la vida, y se dejaron pasar para cumplir con las responsabilidades. Algunas personas entre los 40 y los 50 entran en relación con otras más jóvenes —no necesariamente estas relaciones son amoríos, puede tratarse de sobrinos, vecinos o familiares— que las llevan a compartir su música, aficiones y estilos de vida.

Estos cambios pueden elevar el ánimo y despejar algunas ideas oscuras que les pueden llegar a algunas personas en la mitad de su vida. Por otro lado, como muchas de las personas que sienten esta ansiedad por la llegada de la vejez optan por hacer deporte, su condición física mejora, y se cambian hábitos nocivos como el sedentarismo por costumbres que van en beneficio de la salud, como el deporte.

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"En la crisis de la mediana edad hay modificaciones en los tres canales de respuesta: el fisiológico, que se refiere a todo lo que sentimos en nuestro cuerpo; el cognitivo, que es todo lo que pensamos, y el conductual, que es nuestra manera de actuar".

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En marzo de 2016, en un artículo titulado “Minifaldas y belleza eterna: el auge de la midorexia”, publicado en el periódico británico The Daily Telegraph, la periodista Shane Watson habló del “surgimiento de la midorexia”, un neologismo que inventó con la contracción inglesa ‘middle’, que se puede aplicar a aquellas personas que están viviendo sus 40 a 50 años de vida, y el sufijo ‘rexia’, que indica una obsesión, en este caso por la edad, al sentirse más graciosos, más interesantes, más esbeltos y con más energía que cualquiera.

Watson puso entonces como ejemplos de midorexia a la actriz Gwyneth Paltrow, que en ese momento tenía 43 años y lucía una figura juvenil, y a la cantante Madonna, que vivía la quinta década de su vida a plenitud. “Creen que pueden ser sexis por siempre y sería un crimen no aprovechar esa oportunidad antes de que se haga demasiado tarde”, escribió. “Son la tormenta perfecta de confianza y sabiduría, pero también de ceguera. Creen que se ven maravillosas, no porque lo sean, sino porque no se habrían atrevido a usar todo eso cuando eran jóvenes”, sentenciaba el artículo. 

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Donaldo Donado Viloria

Periodista y corrector de estilo de amplia trayectoria.