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Irene Vasco

Irene Vasco: una vida alrededor de los libros infantiles

Fotografía
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 Irene es una de las pioneras de la escritura de libros infantiles en Colombia. Fue, además, una de las creadoras de la librería Espantapájaros, que ha reunido por años lo más destacado de la ilustración y la literatura del país. Una mujer que empezó su carrera de escritora a los 38 años y que hoy  sigue haciendo de la imaginación su compañía.

Conversar con Irene Vasco es escuchar una enseñanza en cada palabra. Su trabajo como escritora comenzó a los 38 años pero en ese momento ya tenía sembrada, desde su infancia, la pasión por la literatura. En su casa materna se vivía el arte. Tenía una enorme biblioteca y todos los días leía y escuchaba las conversaciones de sus padres y sus amigos. En su casa se creó la revista cultural y literaria Mito, del poeta Jorge Gaitán Durán, donde se publicaban obras de Gabriel García Márquez, León de Greiff, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, entre otros.Todo ese ambiente nutrió su personalidad. Su madre, la cantante lírica brasileña, Sylvia Moscovitz, hacía programas de televisión para niños y por eso Irene le ayudaba a escribir cuentos, letras para las canciones, y a interpretar personajes para la radio.  “Y, además, en el programa de mi mamá se hablaba de libros y ella hacía concursos y pedía a las editoriales que le dieran libros de regalo para los niños, entonces  esos libros se quedaban en mi casa durante algún tiempo y yo podía leerlos, con mucho cuidadito, para que estuvieran nuevos a la hora de entregarlos”, confiesa entre risas Irene. 

Fue mamá muy joven, siendo una estudiante de antropología. Después se fue con sus dos hijos y su esposo a vivir a Venezuela. “Allí nació María del Sol, mi tercera hija, entonces no logré graduarme de la universidad. Tengo un diploma que muy amablemente la Universidad del Valle me dio, por homologación, de licenciada en literatura”, confiesa.  Los cruces de la vida y su vocación por la literatura la llevaron a convertirse no solo en escritora cuando tenía 40 años, sino en tallerista, profesora, narradora y promotora de lectura, sin dejar de inculcar a sus hijos el amor por las letras. 

Tú ya tenías una vida muy familiar, muy dedicada a la crianza. ¿En qué momento empezaste a escribir?

Bueno, nosotros vivimos un tiempo en Venezuela luego fuimos a Estados Unidos porque mi esposo estaba haciendo una maestría allá y yo empecé a asistir a los cursos de literatura. Era increíble porque  el profesor nos llevaba a la biblioteca de la Universidad de Georgia, a ver ejemplares reales de la enciclopedia de Voltaire. Y yo llevaba ocho años de estar solo dedicada a los niños, entonces ese cambio me dio mucho aire. Pero la literatura siempre estuvo en mi cotidianidad, les leía mucho a mis hijos, fueron años maravillosos de crianza y ellos también son muy buenos lectores. Cuando regresamos a Colombia mi mamá y mi cuñada, Clarisa Ruiz, trabajaban con un ilustrador brasileño, Gian Calvi y su esposa Lucila Martínez. Ellos hacían libros para niños y yo entré ahí como copy a corregir textos.

Otra vuelta de tuerca en tu vida…

Así es, empecé en el mundo de la creación literaria. Y, a través de mi mamá, conocí a las hermanas Carmiña y Cristina López que estaban abriendo una librería para niños, la librería Espantapájaros. Ahí nació también Espantapájaros taller, con Yolanda Reyes y la bella Revista Espantapájaros, con OP gráficas. Entonces yo tenía que leer mucho para saber qué recomendar a la gente y que confiaran en mi criterio. Funcionaba como una biblioteca porque yo daba “clases” a estudiantes de diseño gráfico que iban a la librería a ver los cuentos.  Fue mi universidad por 10 años.  María del Sol, mi hija, trabajaba conmigo y gracias a los editores que iban a la librería, que se volvieron nuestros amigos,  comencé a escribir y a presentar mis manuscritos. Pude publicar mi primer cuento: Don Salomón y la peluquera

Cuéntame de tus hábitos de escritura, ¿cómo te enfrentas a una nueva historia?

Mis cuadernos están llenos de ideas sueltas, de post-it, son mis bitácoras.  Paso al computador cuando ya tengo las ideas claras, cuando ya sé lo que quiero contar.  A mi se me van ocurriendo las ideas en cualquier momento, entonces estoy escribiendo todo el día en cuadernos. Mis libros pasan primero por mi mano.  Ahorita, por ejemplo, estoy trabajando en Expedición la Odisea, que hace parte de una colección para niños,  entre las que está también Expedición Macondo, Expedición el Principito, Expedición Las mil y una noches.

¿De dónde te surge tanta imaginación y donde encuentras la claridad para dar rienda suelta a  tantas ideas?

Leo mucho, camino por los parques de mi barrio oyendo libros. Por ejemplo, he oído La Odisea tres veces, tomando notas. Es un proceso de nutrición: están las notas, el cuaderno, los libros que escucho, hasta las conversaciones. Charlo mucho con mi esposo, que tiene mucha paciencia. Le voy contando mis hallazgos. Hasta que llega, finalmente, el momento en que ya tengo todo más claro y voy al computador.

¿Cuál crees tú que es el elemento que no puede faltar en un texto infantil? 

El humor tiene que estar siempre presente y la estructura. Si no tiene una estructura narrativa firme todo se derrumba. Hay muchas cosas que yo tengo escritas y que no he publicado porque siento que hay algún elemento que le falta o que no mantiene firme la estructura.

¿Qué te ha dado la experiencia que no tenías antes?

Paciencia. Aprender a no apresurarme. Prudencia, no publicar sin estar segura.   Creo que esas son las cosas que realmente han cambiado. Antes el afán de publicar a veces  no me dejaba terminar una historia como yo quería.

Has trabajado varios libros con tu hija María del Sol, que es una artista maravillosa, ¿cómo es ese proceso de creación con ella? 

Escribir a cuatro manos no es tan fácil pero definitivamente una nutre a la otra.  Cada una llega con ideas y vamos empalmando, escribiendo, resolviendo. Para mí es importante que el proceso sea divertido. Suena muy frívolo pero si no me siento bien, si no me entretiene, si no me da vida, no lo hago. Y con ella resulta muy divertido.

 Y cuando necesitas paz mental, ¿cómo la encuentras?

Yo tengo una vida muy tranquila, muy familiar, no tengo casi vida social. Eso sí,  me fascina hacer talleres. Me encanta tener encuentros con la gente. Voy al parque, camino mucho por aquí. Soy amiga de los espacios íntimos. Mi tranquilidad está en ser dueña de mi tiempo y de aceptar solo lo que yo quiero.

Mónica Diago

Mónica Diago es editora de la revista Bienestar. Ha trabajado principalmente como periodista ambiental, pero desde que se convirtió en mamá ha enfocado su trabajo en visibilizar la importancia de la crianza consciente y respetuosa. Disfruta las caminatas, las montañas, los ríos y los libros ilustrados infantiles.