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Bienestar Colsanitas

La pandemia, un día a la vez

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Se ha encontrado evidencia sobre algunas características de la covid-19, otras siguen siendo un misterio. Hay que estar alerta a la información, pero sin sofocarnos. Esta pandemia hay que vivirla momento a momento para seguir resistiendo.

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ay días en que siento que estamos otra vez en el día cero”, dice Rodrigo Córdoba, expresidente de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, mientras hace una nueva lectura de las cifras más recientes de contagios, muertes, ocupación de unidades de cuidados intensivos en el país. América Latina ya era el epicentro de la pandemia cuando a mediados de mayo el doctor Michael Ryan, director ejecutivo de emergencias sanitarias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alertó sin titubear: “puede que este se convierta en otro virus endémico en nuestras comunidades, y puede que este virus nunca se vaya”.

La razones de esa afirmación están ligadas al comportamiento que han observado los expertos en salud pública, pero además están relacionadas con la información científica disponible. El 18 de junio, la revista Nature publicó una investigación en la que un equipo de científicos de China afirman que en una alta proporción de pacientes que superaron el virus, los anticuerpos, las proteínas que evitan que el virus se adhiera a las células humanas y generen la enfermedad, empezaron a decrecer pasadas dos o tres semanas de que los individuos se recuperaran. Es decir, hay indicios que sugieren que la inmunidad que surge tras dejar atrás la covid-19 puede no durar mucho tiempo.

De ahí la frase que repiten cada vez más las voces autorizadas: “hay que aprender a vivir con el virus”. A partir de sus conclusiones, los científicos que recién publicaron esta investigación en Nature cuestionan la posibilidad de instaurar medidas como la del “pasaporte de inmunidad”, y en cambio piden que se prolonguen las medidas de “distanciamiento social, higiene, el aislamiento de grupos de alto riesgo y la realización masiva de tests”.

Cuarentena y pandemia

¿y entonces?

La vida ha cambiado radicalmente en los últimos cuatro o seis meses, y a algunos les puede costar adaptarse. Para finales de junio, muchos ya llevaban un mes o más de haber abandonado el encierro para enfrentarse a la nueva vida en las calles, sitios públicos y oficinas. Otros, en cambio, han podido continuar en sus hogares con las salidas estrictamente necesarias. Hay quienes llevan más de tres meses sin ver a otras personas más que con las que viven, y seguramente para este grupo será más difícil volver a salir a la calle. Pero, como señala Fernando de la Hoz Restrepo, director del Departamento de Salud Pública en la Facultad de Medicina Universidad Nacional de Colombia, “el confinamiento permanente es insostenible”.

El doctor De la Hoz resalta que el aislamiento de los primeros meses tuvo efectos concretos. “La cuarentena tuvo un papel muy importante para evitar la diseminación. Y eso se ve en el caso de Cundinamarca, que para mayo tenía una tasa de contagio cuatro veces menor a la de Bogotá”, resalta el especialista. Pero insiste en que el siguiente paso está alrededor de la educación. Ante la imposibilidad de permanecer encerrados, se hace urgente la apropiación de hábitos básicos como el uso de la mascarilla, el lavado de manos, procurar cierto distanciamiento físico y, adicionalmente, cuidar a los más vulnerables.

Pero a pesar de que estas recomendaciones se repiten a diario, convertirlas en hábitos todavía es un proceso. El doctor Rodrigo Córdoba dice que “la gente no ha introyectado las medidas, no ha dimensionado la magnitud del riesgo”, y por eso insiste en la necesidad de educar y generar conciencia. En parte para evitar aglomeraciones como la del viernes 19 de junio, cuando el gobierno nacional autorizó la realización de un día sin impuesto a las ventas, IVA. Pero además, para aprender de la enfermedad y saber qué hacer en caso de contraerla. “Hay que entender que el diagnóstico no significa fatalidad”, añade. Y es que si bien la covid-19 puede llegar a ser muy grave, Córdoba insiste en que debe haber mecanismos para identificar a tiempo la enfermedad, buscar a los profesionales e indagar qué medidas exige cada situación.

Aprender de la experiencia

 

Jeremy Brown, director de la Oficina de Investigación para la Atención de Emergencias de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, lleva varias semanas resaltando las diferencias entre la pandemia de influenza de 1918 y la situación actual. Entonces ni siquiera habían descubierto los virus, y las autoridades empezaron a recomendar el uso del tapabocas sin tener certezas sobre su efectividad.

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"Las pandemias del pasado, algunas causadas también por enfermedades respiratorias, han dejado algunos aprendizajes y una que otra pista de lo que sigue".

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Brown, que escribió el libro Influenza: The 100-Year Hunt to Cure the Deadliest Disease in History (“Influenza: la búsqueda de 100 años para curar la enfermedad más letal de la historia”), dice que ahora tenemos muchas más certezas sobre la enfermedad que se ha expandido por el mundo. El doctor resalta que a diferencia de hace un siglo, los científicos identificaron pronto que la enfermedad era originada por un virus y “en dos semanas ya lo habían identificado como un coronavirus, secuenciaron su genoma y descubrieron que el animal huésped más probable eran los murciélagos”, escribió Brown en marzo en la revista estadounidense The Atlantic.

Además, hoy existen los antibióticos, que si bien no matan los virus, sí ayudan a combatir las bacterias derivadas de las enfermedades que estos generan. Pero la llamada gripe española no es la única enfermedad que nos ha enseñado.La última gran pandemia a la que nos enfrentamos fue a comienzos de los años 80. El VIH / Sida es muy distinto al Sars-Cov-2 / Covid-19. En el primer caso hace falta contacto con la sangre o la interacción sexual, mientras que en el segundo basta permitir el ingreso a nuestro organismo de una micropartícula de saliva de alguien con el virus para convertirse en portador.

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"La pandemia de los 80 terminó, pero la enfermedad se quedó y cambió para siempre los hábitos sexuales de muchos.".

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El doctor Rodrigo Córdoba expone el símil de esta manera: “si uno se pone condón el riesgo de que le dé VIH es más bajito. Y si usted usa tapabocas, baja la probabilidad de que le dé covid-19”. Es solo un ejemplo, pero indica lo rápido que se adapta la humanidad a estos cambios. Antes de que las pruebas clínicas para encontrar una vacuna den resultados, los investigadores de Oxford ya identificaron la dexametasona, un fármaco de bajo costo, como una droga efectiva para pacientes graves, y la OMS instó a elevar su producción.

Tanto Rodrigo Córdoba como Fernando de la Hoz insisten en que ahora hay que prestar más atención a los adultos mayores y a los niños. A los primeros porque son población de alto riesgo, como resalta De la Hoz, pero en el encierro se pueden agravar otros males, como las enfermedades crónicas o los trastornos mentales. “Por cuidarlos mucho, terminamos descuidándolos”, advierte Córdoba y añade que por otro lado hay que devolverle ciertas dinámicas a los menores. “Los niños aprenden de la vida en el colegio. A caerse, a levantarse, a socializar”, dice Córdoba.

En cualquier caso, ambos son cautelosos. “Estas cosas terminan siendo impredecibles”, dice Córdoba, quien también fue director de la Clínica Campo Abierto de Colsanitas. Por eso él prefiere a veces ver las cosas como si se tratara del día cero y tomar acciones un día a la vez.  

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"Las personas tienen que tomar una visión dinámica de los procesos y evaluar las medidas en el día a día". Hay que hacerle caso a los expertos.

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