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Por qué los hombres no vamos a terapia

Por qué los hombres no vamos a terapia

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Daniel Ibagón lo había intentado varias veces. La primera, cuando tenía 12 años y problemas con sus padres. Para ellos la solución era simple: ir con un psicólogo para ver si algo cambiaba en él. Pero poco o nada le sirvió, pues nunca tuvo claro el objetivo del proceso. Cuando se hizo adulto y los días malos se convirtieron en peores, tomó la decisión de volver al sillón. A pesar de que el diagnóstico fue claro, depresión, no pudo congeniar con los psicólogos. Además, había abandonado los antidepresivos que le recetaron a temprana edad, con resultados poco favorables. 

Fue un día cualquiera en la banca de un parque, mientras se encontraba llorando, desesperanzado después de su última sesión de terapia fallida, que una idea se le cruzó por la cabeza: tal vez la terapia no es para todo el mundo.

¿Por qué la psicoterapia no fue efectiva? ¿No estaba haciendo algo bien  o se trataba de algo más? ¿Será cierto ese estereotipo que dicta que los hombres no creemos en el acompañamiento psicológico y preferimos arreglar nuestros propios conflictos o, en su defecto, ahogarnos en nuestra propia inundación? 

Si algo es seguro, es que las estadísticas no mienten. De acuerdo con una medición publicada en la revista Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology, en gran parte de Europa hay una clara tendencia que relaciona el género de los pacientes con el hábito de buscar ayuda psicológica cuando lo necesitan. La mayoría son mujeres, un margen que puede variar dependiendo del país, pero que en general superan el 60 % de la cifra total. Para Colombia se estima una tendencia similar. Según una caracterización de los pacientes que asistieron a 26 centros universitarios de atención psicológica en el 2018, solo el 40 % eran hombres; una cifra que, a pesar de alejarse de lo impresionante, no toma en cuenta a todas las personas que jamás han pisado un consultorio y que probablemente lo llegaron a requerir.

A grandes rasgos, es una realidad que las mujeres sufren en mayor proporción de trastornos como depresión y ansiedad debido a circunstancias que atañen a desigualdades de género y, en menor medida, a factores hormonales; sobre todo durante la pubertad, la menopausia y el embarazo. Sin embargo, esto no puede hacernos perder el foco de otra situación igualmente alarmante: que los hombres se suicidan en promedio tres veces más que las mujeres y, en comparación, tenemos mayor probabilidad de abusar de sustancias psicoactivas.

Dificultad para llorar

Para Charles Yáñez, psicólogo clínico y profesor universitario de Unisanitas, “hay un factor cultural y de crianza importante en la relación que tienen los hombres con la asistencia psicológica”. Y, si bien es cierto que las nuevas generaciones han normalizado la terapia y la salud mental ha dejado de ser tabú, muchos hombres seguimos viviendo los efectos de una masculinidad que vincula la debilidad con la búsqueda de ayuda. Este factor, combinado con una crianza que refuerza positivamente valores como la autosuficiencia, y que difícilmente fomenta la expresión de emociones diferentes a la ira, con el tiempo puede provocar reparos para pedir una mano.  

En general, “la sociedad ha hecho de esta forma de ser de los hombres un Statu quo que determina, por ejemplo, que un hombre vaya menos a la comisaría de familia a denunciar abuso doméstico. Se supone que los hombres debemos enfrentarnos a la crisis y tratar de resolverla con nuestras capacidades, en lugar de que alguien lo haga por nosotros”, explica Yáñez. “Cuando llegan mis pacientes hombres, a veces les cuesta entrar en confianza y pocas veces llegan a conectar con emociones profundas fácilmente, pocas veces llegan a llorar. Por el contrario, tratan de dar explicaciones demasiado racionales a lo que les sucede como forma de evasión, lo que puede entorpecer el proceso”, agrega.

“Algo que sucede con la terapia, y sobre todo con la de pareja, es que los hombres no piden asistencia porque no creen que tengan ningún problema”, señala Pilar Aguirre, psicóloga experta en terapia familiar, adscrita a Colsanitas. Generalmente, solo hasta que aparece una figura femenina (pareja, esposa, hija, etc.) que lo motiva o lo obliga a ir al psicólogo con la amenaza de una ruptura, es cuando finalmente acceden. Lamentablemente, existen dos problemáticas en ese escenario. La primera, es que las relaciones en ese punto ya están deterioradas, por lo que la posibilidad de éxito se reduce. Del mismo modo, si existe alguna presión a la hora de decidirse por la terapia, difícilmente dará buenos resultados. 

La psicología, en evolución permanente

De acuerdo con un artículo de la revista especializada Australian Phycologist, uno de los obstáculos más recurrentes que enfrenta la psicoterapia para el tratamiento en hombres en la actualidad no es precisamente lograr que lleguen al consultorio, sino que se queden el tiempo suficiente para trabajar en sus dificultades. En ese sentido, el documento plantea algunos cambios en la metodología solicitados por un grupo de pacientes australianos entre 23 y 66 años que participaron en la investigación. Entre dichos cambios están: Proporcionar metas personalizadas, un abanico de posibles técnicas a usar (incluido el costo y número de sesiones aproximadas del tratamiento) y un enfoque orientado a la acción y al desarrollo de habilidades y menos a la conversación. Por su parte, Daniel Ibagón añade, “me hubiera gustado que, en alguna sesión, alguien me hubiera puesto retos, me hubiera tratado menos autoritariamente, menos como un estudiante y más como un colaborador”. 

Finalmente, dice Zac Seidler, psicólogo clínico y coautor de la investigación, “existen aún muchos desafíos desde la psicología para adaptar el tratamiento con un enfoque sensible al género y así aumentar la adherencia a los tratamientos. Muchos hombres quieren y buscan ayuda, pero es nuestro deber reconocer e implementar principios para la atención centrada en ellos”.

Esteban Piñeros Martínez

*Periodista, colaborador frecuente de Bienestar Colsanitas.