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Bienestar Colsanitas

Usar la culpa a nuestro favor

La culpa puede ser movilizadora cuando identificamos su potencial para impulsarnos a tomar mejores decisiones. Un buen propósito de inicio de año es usarla como motor de transformación.

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El comienzo de año llega como una nueva oportunidad, el calendario vuelve a arrancar y tenemos 365 días más para cumplir los planes que hicimos y nos conducirán a mejorar nuestras vidas. Para algunos, la  sensación puede ser emocionante y angustiante al mismo tiempo: si tenemos una nueva oportunidad para lograr algo, quiere decir que fracasamos al no conseguirlo el año anterior. 

La culpa aparece justo en el espacio que dejan las acciones que pudimos haber hecho y no hicimos: culpa por no haber terminado el año con un cuerpo saludable, no haber viajado lo suficiente, no haber conseguido el ascenso y el aumento de sueldo, no haber hecho esto y lo otro. 

La culpa es esa respuesta contraria que damos hacia algo que consideramos valioso, por ejemplo, comerse un buñuelo o varios cuando nos propusimos reducir el consumo de grasas el 1 de enero del año anterior. Juan Pablo Díaz del Castillo es doctor en psicología y su enfoque es el de la logoterapia y el análisis existencial, que plantea que los humanos tienen la libertad y la habilidad de dar respuesta a las preguntas y situaciones de la vida. 

Sin embargo, no todas nuestras respuestas son efectivas, en ocasiones erramos. Y los errores que van en contra de lo que valoramos producen culpa, una que hemos asumido como una emoción negativa que activa el miedo y produce parálisis, explica Viviana Zapateirno, psicóloga adscrita a Colsanitas.

Nuestra reacción más primitiva contra esa culpa es buscar la forma de eliminarla, pero lo hacemos por medio de una actitud compulsiva: corremos 30 kilómetros, nos matamos de hambre al día siguiente o nos sumimos en pensamientos negativos que pueden conducirnos hacia la ansiedad o la depresión. 

Pero no se trata de eliminar la culpa, pues “es como el semáforo que nos dice que actuamos en contra de nuestro propósito. Querer eliminar el malestar emocional que produce es como querer eliminar lo humano de nosotros, nuestras emociones”, comenta Díaz del Castillo. Y si le rompemos las luces a ese semáforo, ¿cómo nos damos cuenta de que fallamos? En contraposición, el especialista propone usar la culpa como motor de transformación humana.

CULPA CUERPOTEXTO

Para utilizar el potencial movilizador de la culpa hace falta reconocer que existe. Luego, es necesario identificar qué tipo de culpa nos embarga, pues hay dos: la real y la irreal. La real está basada en las decisiones propias; la irreal, en cambio, se genera cuando las decisiones están influenciadas por los demás.

“Con esto del año nuevo me he topado con muchas personas conocidas que me han comentado que su propósito este año es trabajar duro, tener vida social, estudiar, hacer ejercicio, comer saludable… y quieren hacerlo todo al mismo tiempo”, comenta el doctor Díaz del Castillo. La Psicóloga Zapateiro se ha encontrado lo mismo en consulta, “muchas personas, y más ahora con las redes, quieren todo pero no ven el proceso que hay detrás, cuánto le costó a la persona, cuánto tiempo invirtió y cómo está su sistema de prioridades”. 

Para distinguir la culpa real de la irreal debemos revisar si en efecto hay una acción u omisión de nuestra parte que haya generado ese efecto no deseado. Para salir de ella, lo principal es reconocer la responsabilidad propia en el error y enmendarlo; esto genera un cambio valioso que permanecerá con nosotras y probablemente evitará que volvamos a tropezar con la misma piedra.

Luego de comernos ese buñuelo, de reconocer la responsabilidad que tuvimos en ello y sentir culpa, lo enmendamos comiendo más saludable los días siguientes. En ese caso, la salud representa un valor. La clave está en identificarlo porque “los valores atraen y hacen que sea más fácil cambiar las acciones”, explica el especialista. Es probable que la próxima vez que nos encontremos frente a una bandeja de buñuelos pensemos en ese valor (la salud, siguiendo con el ejemplo) y tomemos decisiones con base en ello.

“No vas a tener un cambio en tu comportamiento a menos que sientas una motivación interna”, dijo al New York Times la profesora asociada de Psicología y Neurociencia en la Universidad Baylor en Waco, Texas, Sara L. Dolan. Al hacer propósitos de año nuevo, aconsejó Dolan, es importante que se tenga en consideración qué cambios te gustaría lograr, pero también por qué los quieres hacer.

De esta manera será más fácil realizar cambios positivos en nuestra vida —pensando en el valor que eso tiene para nosotros— y aplazar el placer y su recompensa inmediatos (el sabor del buñuelo), por la recompensa a mediano y largo plazo (un cuerpo y una vida saludables).

En la vida hay azar, suerte, casualidades; pero también decisiones y acciones. Lo importante es distinguir qué está dentro de nuestras manos, por qué queremos hacerlo y con base en eso, definir qué queremos lograr en este año que recién empieza.

Plan de acción

Escribir una o dos metas puede ayudar a desarrollar confianza y sensación de orgullo y bienestar. 

- Aterrícelas. Todo se puede hacer, pero ¿qué puedo hacer yo?, ¿qué está dentro de mis posibilidades? ¿Qué quiero hacer realmente?

- Acepte que todo es un proceso, las metas no se alcanzan automáticamente sino escalón a escalón.

- Entienda que el 1 de enero no se sentirá automáticamente motivado a comenzar un nuevo hábito.

- Si realmente quiere cumplir un nuevo propósito, no espere al 1 de enero para arrancarlo. No deje para el nuevo año el logro que quiere alcanzar hoy.

 

 

*Periodista de Bienestar Cosanitas.

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