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cáncer

Los colores del cáncer: un símbolo de resiliencia

Ilustración
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Aunque los lazos de colores con los que asociamos el cáncer no son una cura, para muchas personas se han convertido en estandartes que visibilizan un desafío silencioso.

A principios de los años 90, una ama de casa llamada Charlotte Haley recortaba y doblaba cintas color durazno en su casa en Simi Valley, California. Su intención era repartirlas entre sus vecinos y en lugares públicos, como tiendas y gasolineras, junto con un mensaje que decía: “Solo el 5% del presupuesto anual del Instituto Nacional del Cáncer se gasta en prevención. Ayúdenos a despertar a los legisladores y a nuestro país con este lazo”. Como sobreviviente de cáncer de mama y testigo de la batalla de amigas y familiares, Haley se sentía indignada. Su gobierno estaba haciendo mal uso del dinero de los contribuyentes. 

Diez años antes, activistas contra el sida ya habían popularizado el lazo rojo, usado para recordar y dar apoyo a quienes viven con VIH. Asimismo, el lazo dorado había sido utilizado como un símbolo de solidaridad con los rehenes en la guerra de Irak.

Lo que para Haley empezó como una pequeña protesta terminó convirtiéndose en un emblema adoptado por medios de comunicación y empresas. El lazo color durazno pasó a ser un lazo rosado que se difundió masivamente en 1992 gracias a la revista Self y la marca de cosméticos Estée Lauder. Posteriormente, surgieron lazos de otros colores en señal de apoyo a quienes conviven con el cáncer, una enfermedad que se cobra la vida de cerca de 10 millones de personas al año según la Organización Mundial de la Salud.

Arcoíris de causas

Dorado para el cáncer infantil, gris para el cáncer cerebral y verde lima para el linfoma. Junto con el lazo rosa, estos son solo algunos de los listones más populares en el ámbito de la concientización sobre el cáncer; símbolos que se han vuelto imprescindibles para la creación de un colectivo.

En ese sentido, dice Alejandra Toro, fundadora de la Corporación Luz Rosa y sobreviviente al cáncer de mama, “hay que aclarar que las cintas de colores representan no solo a los que superamos este desafío, sino también a los que no tuvieron el diagnóstico a tiempo, a los que se les negó acceso a procedimientos médicos, a los que están luchando para salir adelante a pesar del dolor y del miedo”.

La Corporación Luz Rosa es una ONG que promueve la detección temprana y el acceso equitativo a tratamientos contra esta patología.

Hace unas décadas, cuando las cintas no existían y el concepto aún no estaba en el ojo público, el cáncer era una condición estigmatizante que afectaba no solo al paciente sino a todo su ámbito social. 

“Antes de que hubiera suficiente información disponible, la gente creía que el cáncer era un castigo de Dios, un padecimiento que en la mayoría de los casos terminaba en la muerte. Por fortuna, y esto es gracias a muchas personalidades alrededor del mundo que dijeron ‘tengo cáncer’, la investigación y la difusión han avanzado hasta un punto importante”, añade Toro. 

Aunque los listones nunca curaron a nadie, con los años lograron que un tema tabú encontrara un lugar en la agenda mediática, lo que se tradujo en educación para la persona de a pie, pero también en financiación para estudios, ensayos clínicos y campañas de diagnóstico oportuno.  

Mientras que las diferentes tonalidades le dieron un rostro simbólico al cáncer, la enfermedad sigue siendo, en términos médicos, un fenómeno más complejo que aún necesita de mucha pedagogía.

Un cangrejo que se aferra a su huésped

“Los griegos creían que los tumores malignos se parecían a los cangrejos (karkínos) cuando atenazaban una presa”, señala Claudia Millán, oncóloga quirúrgica adscrita a Colsanitas. Después de todo, muchos son duros como un caparazón y sus prolongaciones pueden igualarse a las patas de los crustáceos. 

Hoy se sabe que el cáncer no es una sola enfermedad, sino muchas “especies de cangrejos” que no solo se diferencian por los órganos que atacan, sino también por su comportamiento ―qué tan agresivos son y si invaden otros órganos―, así como por sus causas. 

De hecho, el Instituto Nacional de Cancerología reconoce la existencia de más de 100 tipos distintos de cáncer. En términos biológicos, el cáncer ocurre cuando las células de nuestro cuerpo pierden las instrucciones originales de cómo replicarse y comienzan a hacerlo de manera errónea. 

“Los seres humanos, como otros seres vivos complejos, tenemos células especializadas que provienen de células madre y que constituyen el cerebro, un riñón o cualquier otra estructura en nuestro organismo. Cuando alguno de nuestros órganos se enferma o sufre alguna lesión, estas células madre adultas producen células especializadas con un ‘mapa’ integrado en su interior, lo que les da órdenes de cómo reproducirse y reconstruir”, explica la cirujana oncóloga.

Sin embargo, muchas veces estas instrucciones vienen dañadas por factores hereditarios, que involucran mutaciones en nuestros genes, o externos, como el consumo de tabaco, la radiación solar o algún virus. Por eso, la reparación se hace de manera incorrecta y las células siguen cayendo en el mismo error infinitamente, creando poblaciones celulares defectuosas que crecen sin control. 

Cabe añadir que, aunque nuestros sistemas de defensa generalmente inhabilitan estas células a través de diferentes mecanismos ―por ejemplo, la acción de los linfocitos T y los genes supresores de tumores―, la edad y otras circunstancias hacen que este proceso sea menos eficiente.

Los tratamientos, en plural

Para todas las formas que adopta el cáncer, hay un abanico de tratamientos que se han creado o mejorado desde los años 90, en buena parte gracias al impulso social y económico que trajo consigo el marketing solidario posterior al lazo rosa. 

Además de la quimioterapia, en la que se suministran medicamentos que circulan por la sangre y atacan células de crecimiento rápido en todo el cuerpo, están los siguientes:

Radioterapia: usa radiación de alta energía para destruir células cancerosas en una zona concreta.Cirugía: la extirpación del tumor es, junto con la quimioterapia y la radioterapia, uno de los tratamientos más comunes.

Radiofrecuencia y crioterapia: aplicación de frío o calor extremos sobre la zona afectada.

Terapia dirigida: fármacos que van contra los receptores específicos del tumor. 

Inmunoterapia: estimula o refuerza el sistema inmunológico del paciente para que reconozca y destruya las células tumorales.

Finalmente, y aunque el cáncer no sea de ningún modo un tema “color de rosa”, es posible afirmar que estas campañas alrededor de los listones han conseguido algo que trasciende lo económico y que, en pocas palabras, se relaciona con una especie de terapia social: crear una comunidad que conecta a pacientes con sus médicos y los vincula, a la vez, con activistas y otros agentes transformadores en todas las esferas.

Este artículo hace parte de la edición 202 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completaaquí.

Esteban Piñeros Martínez

*Periodista, colaborador frecuente de Bienestar Colsanitas.