Hace seis años este ingeniero ambiental creó en redes sociales una iniciativa dedicada a mostrar frutas de Colombia. Entonces su vida se llenó de sabores y olores que pocos conocemos.
Sofía tiene 33 años, una sonrisa apoteósica y un cuerpo de acero. Aprendió a amar el mar desde muy niña porque su mamá es samaria, y a los nueve años descubrió que podía moverse en el agua con absoluta libertad y se inició en el nado sincronizado.
Poco después empezó a competir junto a su hermana en la disciplina de natación con aletas. Y fue durante uno de sus entrenamientos, y con solo 12 años, cuando tomó aire y cruzó sus primeros 50 metros en apnea. Quienes la vieron supieron que estaban frente a un talento inusual: los pulmones de esa niña podían llegar muy lejos o, mejor dicho, muy hondo. Sin embargo, pasaron seis años más antes de que intentara romper su propio récord y lograra los 100 metros en piscina.
Así, a pulmón, no solo han sido las inmersiones de Sofía en el agua: también ha luchado en tierra por lograr sus sueños. “Cuando me gradué del colegio, me fui a vivir a Bogotá porque allí me habían prometido un montón de apoyo y al final no me cumplieron. Ahí me di cuenta de que en Colombia uno no vive del deporte, por la precariedad con la que debemos competir, porque no hay apoyo público y faltan muchos patrocinios de la empresa privada”.
Por supuesto para un huracán con su fuerza esa no fue una derrota. Recogió sus cosas y se fue a vivir a Medellín para competir por Antioquia, donde sí le cumplieron. En paralelo hizo la carrera de Ingeniería Civil.


Al terminar sus estudios, en 2016, les dijo a sus padres que no iba a buscar trabajo, que tampoco les iba a pedir apoyo económico; les pidió que creyeran en ella porque se iba a dedicar a la competencia en apnea. “Yo sé que es una locura, pero denme un año para demostrarme que soy capaz de vivir de esto”, les propuso.
Cuando estaba por cumplirse ese plazo, Sofía hizo sus primeros récords mundiales en apnea, con 83 y 84 metros. Y desde entonces, la deportista ha bajado a grandes profundidades (con 103 metros rompió récord continental en 2024) y ha subido a lo más alto del ranking internacional.
Ha tenido momentos duros, como aquel día en que tuvo que retirarse de un campeonato mundial porque sus pulmones estaban seriamente lesionados, o cuando la pandemia la obligó a vivir fuera de su hábitat, o la época en que descubrió que la presión por romper récords la estaba destruyendo. Y de esa época difícil entendió que no podía sola, y con una terapeuta redefinió el valor de la competencia y reconfiguró su cerebro para buscar paz en la apnea.
Hoy se dedica a sus entrenamientos, que incluyen fuerza, yoga, running y mucha meditación; a competencias propias o en las que asiste a su socia; a la dirección de su academia en la isla Dominica; a sus charlas de liderazgo, y a campañas de publicidad. Hace todo consciente del presente, que es lo único que se puede controlar.

Mi escena de bienestar incluye…
Estar sola, en caída libre, viendo el azul profundo en la inmensidad del mar. Cada vez que estoy ansiosa recuerdo esa sensación de plenitud.
Mi éxito como persona…
Es poder hacer lo que amo y me apasiona y, con ello, inspirar a más personas a buscar lo que sueñan sin miedo. Lo que sí ya no me importa y no define mi éxito es lograr récords mundiales. Si los hago está muy bien, pero no me dan valor como persona.
Mi voz la uso para…
Defender el empoderamiento femenino, promover el cuidado del mar y explicarles a los gobiernos y a las empresas el valor que tiene el deporte como transformador social. Nos da disciplina, nos enseña resiliencia, nos da propósito y aleja a los jóvenes de las drogas, de la delincuencia y de muchas otras cosas.
La mejor forma de cuidar mi salud es…
Tener una vida balanceada en todo sentido. No creo en los excesos ni en restringirme, ya sea en la comida, en el ejercicio o en el disfrute de la vida. Para mí, esa es la clave.
Mi mantra de entrar al agua es …
“Estoy aquí, soy fuerte, soy feliz”. Cuando estoy subiendo, lo que me repito es: “Paz, tranquilidad, amor”.
Las pérdidas me han enseñado que…
Está bien volverlo a intentar. Se aprende más de los fracasos que del éxito, porque así se sigue luchando y no se da nada por sentado.
La música que me acompaña es…
Bastante random. Para encontrar la calma me gusta la música clásica. Pero eso no quiere decir que no me guste el reguetón. Puedo pasar de Chaikovski a Bad Bunny sin ningún problema.
Las victorias las celebro…
Todas. Las pequeñas y las grandes, aunque sin mucho bombo. Me gusta tomarme una copita de vino y oír buena música.
Mi mundo mental lo manejo…
Respirando. Es la mejor manera de manejar la frustración o cualquier pensamiento incómodo que se atraviesa. Lo más poderoso en la vida es la respiración abdominal: sirve para todo. También el vivir en el presente.
Este artículo hace parte de la edición 202 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.


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