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Bienestar Colsanitas

Reparar el cuerpo y rehacer la vida

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La cirugía plástica reconstructiva transforma el cuerpo y la mente de las personas afectadas por enfermedades o traumas.

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o solo de la vanidad viven los cirujanos plásticos. Muchos de ellos han dedicado parte de sus esfuerzos a la cirugía reconstructiva, y con su trabajo le han transformado la vida para siempre a sus pacientes.

Fabián Cuevas Navarrete es cirujano plástico adscrito a Colsanitas y miembro de número de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica. Para él, lo mejor de su profesión es poder devolverle al paciente la funcionalidad de algún miembro o zona afectada: “La primera satisfacción que uno tiene es darse cuenta de la mejoría funcional, saber que un paciente puede abrir más la boca o recuperar la movilidad de la mano, por ejemplo. La recuperación funcional es importantísima, ya la parte emocional se va dando progresivamente”.

El nombre completo de la sociedad que reúne a estos especialistas es Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva. El trabajo de ellos genera cambios que van más allá de una nariz respingada o unos senos más hermosos a los ojos del paciente. “Hay una alteración en la anatomía y en la morfología, y eso genera algunas secuelas que no son agradables para el paciente. Pero, adicionalmente, dependiendo de la localización del problema, también puede tener alteraciones funcionales, en la movilidad del rostro o de una extremidad, para mencionar los casos más frecuentes. Allí la cirugía reconstructiva le ofrece a la persona la posibilidad de recuperar su función al mayor porcentaje posible, en algunos casos puede llegar a ser del cien por ciento”, explica el doctor Cuevas.

Muchos cirujanos plásticos que se dedican a la reconstrucción refieren cómo sus pacientes, después de cirugías sencillas, regresan a sus consultorios más seguros, hablando más fuerte o mirando fijamente a los ojos, actitudes que antes de la intervención no mostraban.

Esto es aún más notorio en pacientes que han necesitado reconstruir parte de su cuerpo o de su rostro no por voluntad propia sino porque tuvieron una enfermedad o un accidente. “Generalmente, cuando un paciente requiere una cirugía plástica reconstructiva se debe a que tiene o una enfermedad congénita o una alteración secundaria a un trauma o alguna enfermedad crónica grave. Por ejemplo un cáncer mamario que provocó la extirpación del seno y va a requerir una reconstrucción. Entonces son pacientes que tienen alteraciones emocionales por su aspecto físico, bien sea de su cara o de su cuerpo”, dice el doctor Cuevas Navarrete.

Mariana Rincón, Jersson Trujillo y Eliana Mejía son tres ejemplos de cómo la cirugía plástica reconstructiva trae bienestar a la vida de muchas personas.

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“Me hice más fuerte”

A sus 15 años, Mariana Rincón Peñalosa afirma con seguridad que el hemangioma de párpado inferior que tuvo desde niña en su ojo izquierdo la hizo más fuerte, porque ya no le afecta cómo la ven. “Mucha gente no se da cuenta de que puede herir a los demás con sus preguntas, con sus comentarios. Pero uno llega inclusive a entenderlos, porque es normal tener curiosidad, querer saber qué tiene una persona. Al principio uno se siente muy incómodo y como que se cansa, pero yo nunca fui grosera con nadie”.

Su historia con el hemangioma comenzó a los 7 años de edad, cuando le apareció en su ojo izquierdo algo que parecía un orzuelo. Los médicos así lo diagnosticaron. Mariana tuvo dos cirugías, una a los 7 años y otra a los 11, pero en ambas oportunidades el hemangioma volvió a crecer.

Los médicos que la trataron le dijeron que ya no tenía alternativas, que así quedaría para toda la vida. Sus padres no desistieron, consultaron con otros profesionales hasta que finalmente la remitieron al doctor Juan Carlos León, cirujano plástico, quien le dijo que sí había mucho por hacer.

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Es mirarte al espejo y verte diferente. Saber que ahora la gente no te mira con imprudencia, saber que vas a descansar de las consultas a los médicos...”.

 

“Nunca pensé que un cirujano plástico me pudiera ayudar, siempre me vieron oftalmólogos. Me habían dicho que era algo que tenía que llevar toda la vida y obviamente ir donde un cirujano diferente y que te diga que sí te puede ayudar, pues …” guarda silencio, mira hacia arriba y sonríe. “Una gran esperanza”, concluye con emoción en la voz.

La primera cirugía reconstructiva fue hace año y medio. “Al principio trataba de no verme recién operada, porque en las anteriores cirugías me quitaban el esparadrapo y me veía igual que antes. Pero ahora, cuando me miré al espejo, me vi totalmente diferente, porque ya no había nada, incluso tuve miedo de que se volviera a regenerar”.

Si bien le retiraron el hemangioma, su párpado quedó caído. La cirugía para levantarlo fue hace más de un mes y fue exitosa. Ella sonríe, dice que se siente feliz. “Es mirarte al espejo y no solo verte diferente, sino sentirlo. Saber que ahora la gente no te mira con imprudencia, saber que vas a descansar de las consultas a los médicos al menos durante un tiempo...”.

Desde la primera cirugía sintió cambios en su vida. “Me cambió en muchas cosas, porque antes en el colegio no podía estar en todas las actividades, decían que el sol me iba a afectar, me entraban a la enfermería, los profesores me decían que no podía estar al lado de la cancha porque me podían pegar con un balón, también me daba miedo que me pegaran en el ojo. Pero ahora todo está normal, tengo una vida más parecida a la de mis amigas”.

Mariana es enfática al decir que jamás fue víctima de matoneo en el colegio y que sus compañeros y profesores siempre la trataron muy bien. Ahora, además, le dicen que está muy linda.

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Una esperanza después del cáncer

A Eliana María Mejía le diagnosticaron cáncer de seno en febrero de 2014. La posibilidad de reconstruir sus senos fue uno de los alicientes que tuvo para soportar el duro tratamiento de la quimioterapia que vino después de la confirmación del diagnóstico.“

Tú sabes que el cáncer te aporrea tu parte estética y femenina desde los inicios, a ti te dicen ‘cáncer de seno’ y ya te ves amputada, sin seno. Ya empiezan a quitarte algo de tu feminidad, de tu armonía, de ser mujer. A eso súmale la quimioterapia, donde se caen las pestañas, las cejas, las uñas. Desde el principio yo dije: paso mi tratamiento, lo que sea, lo asumo, puedo durar uno o dos años sin seno, pero después me hago la reconstrucción. Como pregunté inmediatamente si tenía esa opción y me dijeron que sí, eso me ayudó. Dije: hago mi tratamiento y luego me pongo linda nuevamente”.

Y la decisión fue radical. Los médicos le recomendaron quitar tan solo un pedazo de un seno, pero ella decidió hacerse una mastectomía bilateral radical. Quería eliminar por completo la posibilidad de un segundo diagnóstico de cáncer más adelante.

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A veces me veo más linda de como era antes, aunque no sea verdad. Realmente me hizo feliz en ese momento tener la posibilidad de hacerme la cirugía plástica reconstructiva”.

Su tratamiento duró año y medio. Eliana María explica que en esos momentos las personas necesitan de qué agarrarse, y para ella la posibilidad de la reconstrucción de sus senos tuvo un papel importante. “Pensar que tienes la oportunidad de reconstruir una parte de ti te beneficia no solo en la parte física, sino también en tu ego. Después de la cirugía de reconstrucción yo no paraba de mirarme al espejo, era como la recompensa a todo ese sufrimiento, a todo ese dolor. Yo me medía ropa y me veía divina”.

Respecto a la funcionalidad, Eliana María dice: “Nunca vas a tener tus senos naturales, la sensibilidad cambia. Con la reconstrucción después de una mastectomía el seno no te queda muy armonioso, no me veo la mujer que era antes, pero físicamente me veo mejor a como quedaba sin senos. Tengo mis dos senos, me puedo poner mis blusitas, que eso me ayuda en mi estabilidad emocional. A veces me veo más linda de como era antes, aunque no sea verdad. Realmente me hizo feliz en ese momento tener la posibilidad de hacerme la cirugía plástica reconstructiva”.

Jersson

La recuperación de un rostro

Jersson Aldemar Trujillo podría ser únicamente el ejemplo de cómo el uso de sustancias ilegales en tratamientos estéticos puede arruinar el rostro (y la vida) de alguien para siempre. Por fortuna, también es el testimonio de cómo la intervención de un cirujano plástico puede ayudar a recuperar una vida que se ha creído perdida.

Este estilista que hoy tiene 29 años recurrió a varias cirugías plásticas desde muy joven, porque siempre veía en su cara algo que quería cambiar. Nunca estuvo satisfecho con su apariencia. En búsqueda de unos pómulos más prominentes recurrió a la ayuda de una esteticista que iba a la peluquería donde él trabajaba en ese entonces. Primero lo empezó a tratar con plasma y luego le aplicó biopolímeros en el rostro.

La primera impresión de Jersson fue satisfactoria. Le gustaba como se veía, hasta cuando una mañana se miró al espejo y su cara estaba completamente inflamada. Allí comenzó para él un calvario que lo llevó de médico en médico pidiendo ayuda, de un tratamiento a otro intentando sacar los biopolímeros de su piel. Su rostro estaba desfigurado, y él, con el ánimo y la autoestima por el suelo.

Se encerraba cada vez más en su casa, no quería salir. Hasta que un día una amiga le recomendó contar su historia en redes sociales. El video se hizo viral, el caso llamó la atención de los medios, su tragedia con los biopolímeros se volvió noticia y gracias a ello la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica y Reconstructiva le ofreció ayuda. El doctor Ernesto Barbosa se hizo cargo de su caso, y comenzó la travesía hacia la reconstrucción de la cara de Jersson.

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Ya no soy el chico de antes, porque uno no vuelve a quedar igual, pero mi calidad de vida mejoró mucho. Antes no quería ni salir a la calle, ahora salgo y paso inadvertido, cualquiera diría que tuve acné cuando era chico”.

Las imágenes de antes de empezar el proceso revelan una cara inflamada, los ojos hinchados, la piel roja y morada, en algunas partes negra y con algunas perforaciones. De eso hace ya casi cuatro años y siete cirugías. Hoy Jersson dice que volvió a nacer.

“Me siento bendecido. Ya no soy el chico de antes, porque uno no vuelve a quedar igual, pero mi calidad de vida mejoró mucho. Antes no quería ni salir a la calle, ahora salgo y paso inadvertido, cualquiera diría que tuve acné cuando era chico”.

Los biopolímeros siguen en su piel, tal vez nunca salgan del todo. Jersson explica que es como si se mojara una esponja, la piel absorbe de esa manera el material. Entonces es imposible retirarlo del todo. Pero dice que su vida se ha recuperado en un 80 por ciento. Cuenta que ya no tiene miedo de mirarse al espejo. Su piel no puede recibir sol, así que siempre usa gafas oscuras y sombreros muy grandes; ya no es tan suave, es un poco dura, pero después de tanta vanidad y tanta preocupación por verse bien, ahora sabe que no todo es belleza a cualquier precio.

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Catalina Gallo

Periodista independiente colombiana. Autora del libro Mi bipolaridad y sus maremotos (Planeta).