Pasar al contenido principal
Bienestar Colsanitas

Mi historia con el acné

Desde los 18 años la autora ha estado buscando un remedio para las lesiones en su rostro. Hoy, cerca de cumplir los 40, ha encontrado una cierta forma de estabilidad y comprensión de sus procesos internos.

SEPARADOR

L

a gente no te mira a los ojos al hablar. Cuando tienes un brote de acné activo, su mirada se dirige justamente a esa área. La que con tanto esfuerzo trataste de cubrir por la mañana con grandes cantidades de corrector, base y polvos, todos supuestamente no comedogénicos. Ningún maquillaje, o crema, o jabón que usas en tu cara lo has escogido al azar cuando has sufrido toda tu vida adulta de una condición en la piel como son los vulgarmente llamados barros y espinillas.

Mi acné comenzó cuando cumplí 18 años. El primer brote fuerte fue espantoso. En la frente, como una suerte de tercer ojo gigantesco, creció un cúmulo de granos de diversos tamaños. Rojos, inflamados, supurantes y dolorosos. En un principio los traté con un remedio casero que mi papá aseguró iba a quitarme el brote. Era básicamente limón sobre la concha de una ostra, que dizque para soltar el nácar. Yo, que creía todo lo que dijera mi papá, apliqué ese menjurje horrible sobre mis lesiones activas. Sobra decir que en cuestión de horas la gravedad de las lesiones aumentó hasta requerir una visita a un profesional. Debimos empezar por ahí, pero bueno: tocaba enfrentar clínicamente la condición sin más demora.

El médico general de inmediato me remitió a consulta con una dermatóloga. Para entonces mis compañeros de colegio ya me habían apodado “unicornio” y me cantaban la famosa tonada de Silvio Rodríguez casi a diario. Yo les hacía el coro, pero por dentro me sentía devastada. Mi cara, mi linda cara, se veía deforme, dañada.

La doctora comenzó a tratarme con una ronda de antibiótico oral y medicamentos tópicos durante un mes. Fue ella quien me enseñó tres reglas sagradas. La primera es que el uso de bloqueador solar es obligatorio todos los días. La segunda, que uno nunca se debe ir a dormir sin lavarse bien la cara. La tercera, que es importante cuidar la capa protectora de la piel y humectarla e hidratarla siempre.

"El acné concierne a todas las personas, sin importar el sexo y sin importar la edad. Es una condición que viene codificada genéticamente".

Con su guía logré superar con éxito aquella primera crisis con esta condición de la piel, que a muchos nos acompaña durante toda la vida. “El acné concierne a todas las personas, sin importar el sexo y sin importar la edad. Es una condición que viene codificada genéticamente, entonces una persona lo puede padecer en la infancia, en la adolescencia y en la adultez”, me confirmó la dermatóloga Adriana Lorena Ruiz, adscrita a Colsanitas.

Como aquella dermatóloga que me ayudó en la primera crisis dejó de trabajar en la institución que me atendía, comencé a pasar por las manos de otros especialistas en la piel. Uno de ellos, después de no ver resultados satisfactorios con los antibióticos orales, me recetó unas pastillas anticonceptivas que se suponía tenían muy buenos resultados a la hora de controlar el acné hormonal. Y esa fue la primera vez que escuché que mis hormonas eran, en gran medida, las responsables de aquel problema que afectaba mi piel y, sobre todo, mi autoestima.

El resultado positivo de la píldora fue casi inmediato. En cuestión de dos meses mi rostro había mejorado sustancialmente, y gracias a mi buena cicatrización nadie hubiera imaginado jamás que mi cara sufría de barros, espinillas y quistes que hacían muy doloroso cualquier intento de sonrisa.

Lo que ni el médico ni mi ginecólogo de entonces se plantearon era que mi piel estaba hablando, o mejor: gritando. Alertándomede que algo estaba mal en mi cuerpo, en particular en el campo hormonal. A ninguno de los profesionales que me vieron en aquel tiempo se le ocurrió pensar en indagar más allá para ver por qué aparecían mis lesiones. La búsqueda de una causa probable se detuvo cuando vimos que las píldoras anticonceptivas funcionaban.

"Ni el médico ni mi ginecólogo de entonces se plantearon que mi piel estaba hablando, alertándome de que algo estaba mal en mi sistema endocrino".

La sorpresa llegó en mis 30, cuando dejé la píldora. “El acné en mujeres mayores de 35 años se da debido a problemas de androgenizacion (aumento de hormonas masculinas como la testosterona), ovarios poliquisticos o cuadros metabólicos como la resistencia a la insulina”, me aseguró María Bernarda Durango, doctora especializada en dermatología y adscrita a Colsanitas. En efecto, mi piel era un cartel de alerta que quería avisar que algo fallaba en mi sistema endocrino, en especial en mis ovarios.

Todo lo que la doctora Durango me dijo era lo que estaba pasando con mi organismo. Pero solo lo descubrí cuando quise tenerun hijo y me encontré con que mi camino a la maternidad estaba lleno de obstáculos: deficiencia de estrógeno, ovarios que no ovulaban y un útero y trompas de falopio completamente cubiertos con adhesiones causadas por una endometriosis avanzada.

Pude superar todo eso y llevar adelante un embarazo exitoso que resultó en mi hijo, hoy a punto de cumplir cuatro años. Durante el embarazo y la lactancia, que duró dos años y ocho meses, mi piel se comportó relativamente bien. Claro, con uno que otro grano por aquí y por allá, pero esa es la realidad de mi rostro casi cada semana desde que tengo 18 años.

La cosa se puso seria cuando concluyó la lactancia y mi piel se encendió de nuevo como una alarma en forma de quistes, brotes y lesiones supurantes peores que en cualquier otro momento de mi vida. Antes de consultar con un dermatólogo, escuché mi intuición y recordé que mi piel me estaba hablando igual que siempre, y que quizás la respuesta a mi acné estaba adentro y no afuera, en un medicamento hormonal o en un antibiótico. Acerté: un diagnóstico de menopausia precoz explicó mi nueva crisis acnéica severa.

Hoy mi piel está bastante recuperada. Quedan algunas marcas de hiperpigmentación que han cedido con algunos productos que incorporé a mi rutina, a partir de la prueba y el error por supuesto, y he ganado una nueva confianza en mi intuición. Eso sí: tengo muy presente que el acné no es una prueba superada. Sé que siempre me acompañará. Y así como hay días en que veo un rostro limpio y luminoso, hay otros en que los barros hacen su temida reaparición. Pero ya sé que no me van a vencer.

Carolina Vegas

Periodista y escritora. Es autora de El cuaderno de Isabel, Un amor líquido. Autorretrato de una madre (Grijalbo, 2017).