Culturalmente el cabello puede ser visto como la proyección de la identidad. Sin embargo, muchas personas atraviesan procesos por los cuales deben recurrir a pelucas o implantes capilares que ayuden en su tratamiento y beneficien su bienestar emocional. Hay formas en las que podemos contribuir, como la donación de cabello.
Durante años mi cabello se volvió un símbolo de mi personalidad. Largo, negro y crespo, representó una etapa de mi vida marcada por la búsqueda de mi identidad. Aunque esa búsqueda no terminó, hace poco decidí cortar mi pelo. Durante meses fui pasando la máquina de afeitar sobre algunas partes del cuero cabelludo. Revelé, después de muchos años, el contorno escondido de mi cabeza. Cuesta mucho tomar una decisión así porque, culturalmente, el cabello dice mucho de quiénes somos. Empecé a ver la nueva forma que tomaba mi rostro con el cabello corto.

A lo largo de esos meses vi cómo el cabello que cuidé por años caía al piso y llegaba a la basura. Algunas personas cercanas mencionaron la posibilidad de venderlo, pero decidí donarlo. No sabía exactamente dónde hacerlo, pues me inquietaba el proceso que seguiría después de entregarlo. ¿A dónde se va? ¿Cómo lo tratan? ¿Cuál es el final de ese cabello tan propio que pasa a ser ajeno?
En el barrio Belalcázar, de la localidad de Teusaquillo, en Bogotá, se encuentra Procesos Capilares, una empresa que lleva alrededor de 46 años tejiendo cabello natural para producir pelucas. Jorge Sarmiento, quien hoy lidera la empresa familiar, me hizo el corte definitivo; sentado sobre una silla de barbería, frente a enormes espejos que reflejan las cabelleras que ahí se fabrican. Jorge habla de las pelucas como piezas únicas. Bellas joyas que esperaban ser lucidas por cabezas reales.
Mi cabello era corto y solo serviría para elaborar una pieza pequeña. Una sola donación no es suficiente para cubrir toda una peluca. Son necesarios al menos 500 gramos de cabello para su elaboración. “Lo que quiere decir que para completar una peluca se necesita pelo de entre cuatro y siete donantes”, explica Jorge.
El gran corte
Con ayuda de pinzas para el cabello, Jorge empezó el corte. La tijera se fue comiendo el cabello lo más cerca posible al cuero cabelludo. Separaba mechones para formar pequeños moños que luego cepillaba para eliminar el cabello que no servía. Finalmente, lo pesó y lo apartó a la espera de nuevos donantes con cabellos similares al mío. Mi donación pesó 58 gramos. Aunque pequeña, espera encontrar los 442 gramos restantes para ser parte de una pieza más grande.

“La salida de la primera infancia implica muchos cambios. Es la etapa en la que comienzan a definir la autoestima y la autoimagen, ganan independencia y deben desarrollar la iniciativa y empezar a tomar ciertas decisiones. Igualmente, en la preadolescencia varían los intereses radicalmente. Entonces, los padres y maestros tienen que buscar soluciones más creativas a ese aburrimiento, encontrar la conexión con la línea de intereses que va evolucionando, involucrarse de manera más creativa en la vida de los niños, no solo como figuras de autoridad, sino también como guías para motivar y desafiar, siendo modelos de curiosidad, mostrándoles cómo disfrutar de aprender y explorar”, apunta Ortiz.
En este sentido, la psicóloga Margarita Acosta, especialista en psicología educativa y miembro del equipo de profesionales del Centro Terapéutico Salud Mental y Emocional adscrito a Colsanitas, agrega que, después de los seis años, niños y niñas tienen la necesidad de encontrar significado a las cosas, quieren explicaciones y justificaciones para todo. Se vuelven más exigentes y cuestionadores. Y, así mismo, los adultos tienen que ser más creativos y tolerantes.
“Los preadolescentes están en la etapa de encontrar el sentido de sí mismos y aprender a diferenciar sus habilidades y sus gustos. Se vuelven selectivos con las personas con las que se relacionan y la rebeldía pasa a ser una herramienta para llamar la atención, entre otras cosas, porque desestiman cualquier propuesta que no se corresponda con lo que ellos quieren hacer. La respuesta que tenemos que dar los adultos a eso se basa en la comprensión y en la creatividad. Y eso involucra, muchas veces, salir de nuestra zona de confort”, aconseja Acosta, agremiada del Colegio Colombiano de Psicólogos.
Tejer el pelo para crear nuevas oportunidades
La importación de pelucas ha aumentado desde países como China o India, donde se usa cabello natural procesado. Jorge lo explica así: “Tu cabello es ondulado, entonces yo debo ofrecer una peluca ondulada. Si altero la composición de tu cabello, hablaríamos de una peluca con cabello natural procesado, porque alteraría el resultado. La diferencia entre una peluca de cabello natural procesado y una de cabello natural depende de los procesos químicos a los que se somete el cabello durante su fabricación, y si respetan o no la textura natural del cabello luego del corte. La fabricación oscila entre ocho a 12 semanas.
En Procesos Capilares mantienen la tradición de hacer los tejidos a mano con pelo natural. “Comenzamos por la parte que simula el cuero cabelludo, una piel artificial. Allí se tejen pequeños mechones de cabello con un telar. Se arma el gorro y se lleva a la zona de color”, explica Jorge. Cumplen con las necesidades y peticiones específicas de los clientes y finalizan con el corte.

Tejer el pelo para crear nuevas oportunidades
AMESE es una fundación sin ánimo de lucro en la que acompañan a mujeres que han sido diagnosticadas con cáncer. Una de las consecuencias de la quimioterapia, para algunas personas, es la pérdida del cabello. Por eso, en la fundación crearon un banco de pelucas. “Recibimos donaciones masivas o aquellas que nos llegan a las oficinas, o por correo; y tenemos alianzas con empresas como Proceso Capilares. En el año organizamos alrededor de cuatro campañas masivas de donación, lo que implica coordinar la logística, conseguir espacios y gestionar la participación de estilistas”, comenta Lizet Rivera, directora de la fundación.
Una de las primeras necesidades que se identificó desde que se fundó AMESE es el acceso a pelucas de cabello natural, porque son de un costo elevado. “La gran mayoría de mujeres que nosotros atendemos son de estratos 1, 2 y 3. Entendemos que quizás no tienen la posibilidad económica de pagar cinco millones de pesos por una peluca”.
En el caso de las alianzas a través de empresas como Procesos Capilares, AMESE se encarga de conseguir la materia prima: el pelo en buen estado. “Por cada kilo de cabello que nosotros les entregamos, ellos nos dan una peluca. Nos donan la elaboración, los materiales, el tiempo. Todo es un proceso artesanal y de excelente calidad”, comenta la directora de la fundación.

En AMESE entregan la peluca y la mujer que la recibe decide si la quiere devolver una vez sale del tratamiento. No es alquilada, rentada o prestada. Es regalada. Pero si la persona quiere, puede devolverla cuando no la necesite más. Eso permite apoyar a muchas más mujeres. No es un servicio solo para mujeres con cáncer, también brindan ayuda a personas con otras patologías que causan alopecia.
Mi nuevo cabello
Corto, sin forma, pero igual de negro. Mi cabello va creciendo con naturalidad después de algunos meses de la donación. Sé que el cabello puede ser una parte fundamental de la autoestima de una persona, y perderlo mientras se atraviesa un tratamiento médico puede impactar el bienestar de una persona. Si podemos contribuir a que otros mantengan esa identidad mientras atraviesan procesos tan complejos, ¿por qué no ayudar?

Este artículo hace parte de la edición 199 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.


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