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“El proceso es el gran momento” Fonseca

Fotografía
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Después de nueve discos, siete premios Latin Grammy, y en medio de una gira mundial para presentar su álbum Viajante, el músico bogotano tiene mucho para contar.

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Fonseca vive en la isla de Key Biscayne, Miami. Nos encontramos en un pequeño desayunadero para conversar, en la mañana de un martes de enero. Pide un café y dice que más tarde va a recoger en el colegio a su hijo menor, Agustín, de cuatro años, para llevarlo a su primera clase de batería. Se le nota la emoción. 

Su familia, su vida, están impregnadas de música. Es un artista admirado, celebrado y aplaudido por millones de seguidores. A lo largo de su carrera ha cumplido sueños y ha colaborado con sus héroes musicales de juventud, como Miguel Bosé, Willie Colón y Ringo Starr, por nombrar sólo a algunos. Sin embargo, Fonseca no tiene un pelo de arrogante. Es, más bien, un músico estudioso y trabajador, un colombiano que usa su arte para el cambio social, y un padre de familia y esposo feliz. Fonseca termina siendo una rareza en el mundo del entretenimiento: un ser humano transparente, honesto y enfocado.

Hablemos un poco sobre transmitirle el amor por la música a los hijos. Su mamá lo influenció con su canto y con los discos que ponía, ¿cómo le pasa usted la antorcha a sus tres hijos?

Mi mamá fue la primera persona que vi tocando una guitarra. Y aunque ella sólo lo hacía como hobby, me marcó muchísimo. Mis hijos han respirado música desde que nacieron. Cada uno, a su manera, está vinculado a la música. Agustín tal vez es el que tiene más conexión. La primera vez que lo subí a un escenario fue acá, cuando estábamos presentando Compadres con Andrés Cepeda. Agustín no había cumplido ni tres años y el día anterior me dijo, a media lengua: “Yo quiero cantar mañana contigo”. El día del concierto le mostré el lugar gigante durante la prueba de sonido, le conté que en ese momento no había gente pero que por la noche iba a estar lleno. Luego le pregunté cómo le parecía. Me miró y me dijo: “Muy bonito”. Por la noche el plan era que saliera durante “Tú primero”, que le encanta. Y yo pensé “si por algún motivo se echa para atrás, no pasa nada, lo explico y ya”. Pero cuando lo presenté, este man sale como si hubiera nacido en un escenario. Saludaba, y se dio cuenta en un segundo de que si él saltaba, la gente gritaba. Empezó a mover el brazo y el público lo seguía. 

Y respecto a mis otros hijos, Paz, de 12 años, canta increíble, le gusta, está en clases de guitarra, canta en el colegio. Manolo, de 8, juega con el piano, hay una conexión. 

A muchos músicos les da pavor que sus hijos terminen pasando por algunas experiencias que ellos han pasado. ¿Le da susto que Agustín, por ejemplo, tenga chascos en esta industria?

Miguel Bosé, a quien admiro, con quien colaboré y que es un tipo algo radical, me decía eso: “Mis hijos tienen absolutamente prohibido dedicarse a la música”. Yo le decía que eso era bastante drástico. Me contestaba: “Juan Fernando, tú y yo hemos sido privilegiados. Es un camino muy duro”. Para mí el tema de la educación en este país, Estados Unidos, me da ira a veces, por la presión que les ponen a los chicos. Estoy absolutamente abierto a que mis hijos hagan lo que quieran hacer. Si es música por medio de academia regular, perfecto; si es música a su manera, perfecto.

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¿Qué cambios de la industria musical le han costado más? Han pasado tantas cosas, desde la digitalización, la baja en ventas de discos, el cambio de rol de los videos musicales, las fusiones de disqueras...

Entré a la industria justo cuando iba en caída libre al hueco. A mí no me tocó la época de las grandes ventas de discos. Ese arranque fue muy duro. Y si uno no firmaba con una disquera, olvídate, porque no existían plataformas digitales. Si no había alguien que te apoyara no te iba a oír nadie nunca. Me tocó vivir lo de esta disquera venezolana Líderes que fue una pesadilla, luego Sony, también Sonolux, después EMI, que era grande pero estaba quebrada… Fueron tantos intentos que mis amigos me molestaban diciéndome que yo iba quebrando disqueras: disquera que pisaba, disquera que cerraba. De ahí para adelante me ha parecido que todo es ganancia. Nunca antes los músicos habíamos tenido tantas vitrinas y tantas maneras de mostrar lo que hacemos. El caso de Billie Eilish, por ejemplo, es alucinante: hizo un álbum en su cuarto con su hermano y ¡boom!

Las plataformas digitales han sido un gran impulso para los conciertos. Mira el caso de Raphael o Perales, que están dando conciertos por el mundo. Hombres G también me parece que es un gran ejemplo de lo que hacen las nuevas tecnologías. Yo fui muy fan de ellos de niño, los sigo en redes y hoy en día están haciendo giras. Eso es gracias a estas nuevas plataformas. Existe el hit mundial “Despacito”, pero al final del día tu hit es distinto a mi hit. Cada uno va construyendo su mundo. Eso abrió el espectro para que todo el mundo esté tocando, es increíble. 

Usted habla de sus comienzos rockeros con Nash, del amor por Nirvana, Guns N´Roses y Metallica. ¿Por qué un cachaco terminó tan metido en el vallenato?

Tiene mucho que ver con mi mamá, ella siempre ponía música colombiana en la casa. Luego, en el colegio, El Binomio de Oro y Diomedes Díaz fueron reveladores para mí. Y ya el día en que oí Clásicos de la Provincia mi cabeza explotó. Quedé impregnado. Con todo y eso, durante mi primer disco me sentía raro incluyendo vallenato en mi música, porque lo sentía lejano. Pero el vallenato me fue flechando de a poquitos, gradualmente, y es una gran pasión que va  creciendo. He tenido la fortuna de tocar en el Festival Vallenato en Valledupar, tengo muy buenos amigos en la ciudad y he pasado temporadas muy largas allá. Es un género y una cultura, cada vez me enamoro más de ese estilo de hilar las cosas. 

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“Nada más importante que disfrutar el proceso y no estar esperando a que llegue el gran momento, porque el proceso es el gran momento”.

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¿Le ha tocado hacer cosas que no quería en su carrera?

Cien por ciento en el primer disco, aunque lo escribí todo yo. Por un lado siempre he tenido esa libertad. Nunca me dijeron, “mire, preferimos que ahora mejor cante salsa y vamos a traer compositores de salsa”. No, eran mis canciones. Pero no estuve satisfecho con los arreglos y el sonido. Desde el momento de la producción fue así: tuve desacuerdos con ese productor, pero venía de que se me hubiera cerrado la puerta de Sonolux, una casi firma con Sony, entonces estaba con angustia de que me botaran. Yo decía, “si soy el que está jodiendo, diciendo que no a todo, me van a dar mi carta de libertad y hasta luego”. El video de “Magangué”  tampoco fue de mi gusto… Mejor dicho: en ese primer disco sí hice cosas que no quería hacer y acepté sonidos para mis canciones que al final del día decidí ceder para no perder el espacio dentro de la disquera. Eso claramente me enseñó. Desde entonces soy el más meticuloso y jodón con mis videos. No dejo que pase una toma que no me guste porque sé que eso queda ahí para toda la vida. Y lo mismo con la música. Una canción publicada es una canción que se queda. No puedes hacer nada.

Hay muchos músicos con vidas polémicas, giras largas, noches de exceso, comportamiento de rockstar. Usted, aunque amante de la parranda, parece ser una excepción…

Primero, me alegra muchísimo que esa sea la percepción porque así he querido crear mi carrera. Una de mis grandes influencias en la vida es Juan Luis Guerra. Y si algo le he admirado, obviamente aparte de su música, es eso: yo siempre miraba la carrera de Juan Luis y decía “uno de este man no sabe ni con quién está casado”. La noticia que genera es su música. Ese ejemplo puntual ha sido un norte absoluto. Lo he tratado de mantener así. Obviamente con el mundo de las redes sociales abre uno un poquito más, pero es porque toca un poco estar ahí. Pero tengo el control, yo muestro y presento las cosas como las quiero presentar.

En el libro que publicó hace poco habla mucho de cómo la Colombia de los años del narcotráfico lo influenció y marcó mucho, hasta meterse en canciones como “Televisión”. ¿Cómo ha influenciado el contenido de sus canciones el hecho de vivir ahora en Miami?

Mi conexión con Colombia es estrecha, voy por lo menos una vez al mes, a veces dos o tres. Ya llevo 11 años acá en Miami y de mis tres hijos dos han nacido acá. Y ellos quieren tanto Bogotá que muchas veces nos preguntan por qué no vivimos allá. 

El hecho de vivir en Miami ha sido importante para la composición de mis canciones porque aquí he creado un círculo de composición con amigos cubanos, mexicanos y de otros lugares. Ese intercambio cultural que te permite Miami a nivel musical es muy valioso. La próxima semana me voy de martes a viernes a Key Largo a una casa con un cubano con el que escribo mucho y con un ingeniero. Vamos a montar un estudio portátil y a estar tres días sólo escribiendo. Acá eso es muy fácil porque hay gente de muchos lugares. Voy conociendo gente y nos juntamos a escribir. Igual en Colombia también escribo y voy mezclando un poco de todos lados.

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Usted menciona lo teatral que es Miguel Bosé sobre el escenario y lo que ha aprendido de él. ¿A usted lo entrenaron para proyectar sus canciones sobre un escenario? ¿Qué trucos puede compartir?

A mí el escenario me transforma, me sumerjo en el concierto. Y ha sido así desde el principio de mi carrera. Cuando canto tengo una sensación en el cuerpo entero que me genera electricidad. De ahí entro en comunión con una situación que es como un mundo paralelo. Esa es mi manera de conectarme y realmente transmitir lo que estoy cantando y diciendo. En el libro pongo una frase de la que me acuerdo perfectamente, del momento cuando mi profesora de canto en un salón en Usaquén me dijo: “tienes que sentir cada palabra que cantas”. Eso lo llevo conmigo. Empiezo a cantar y cada canción es una máquina del tiempo, me regresa al momento en el que la escribí. Me meto en la película de por qué nació la canción. Eso es lo que  realmente genera esa conexión con el público. También está lo tenue en un escenario, lograr los contrastes, las siluetas, lograr encontrar esos momentos de mística y un poquito de misterio, eso es enseñanza de Bosé. 

¿Nunca le ha hecho zancadilla el ego?

Claro que sí. Cuando salió “Te mando flores” todo fue muy loco. Mi música sonó en toda Sudamérica, Centroamérica, Estados Unidos, Europa. De las cosas que me arrepiento un poco es que por estar tan obnubilado por esa cantidad de atención, a ciertas cosas que pasaron en ese momento yo no les daba suficiente importancia. No vivía del todo el momento o disfrutaba del todo el proceso. Y no hay nada más importante que disfrutar el proceso y no estar esperando que llegue “el gran momento”, porque el proceso es ese gran momento. 

“Te mando flores” fue número uno en Billboard, en Colombia fue número uno general durante 23 semanas y no se bajaba. Y ya después de que pasas por una situación de esas y te das cuenta de que esto es un juego, a largo plazo ves que hay que valorar cada momento, cada cosa que te pasa. Para mí que me pararan en la calle y me pidieran una foto, de pronto en esa época era abrumador. Hoy en día te juro que honro ese momento. El hecho de que alguien se acerque y se tome la molestia de decir: “¿me permite una foto, por favor?”, lo agradezco. Pero seguro en esa época de “Te mando flores” el ego me jugó no una, sino varias pasaditas.

Tiene varios trabajos filantrópicos y acostumbra a involucrarse en proyectos sociales en su país. ¿Cuál cree que ha sido su mayor aporte a Colombia?

Sin duda, la Fundación Gratitud. Yo sabía que tener una fundación es un camello, pero no me imaginé que tanto. Mantenerla, que tenga proyectos, poder realmente generar impacto, es mi gran aporte. Aunque también lo que hacía antes de la fundación fue muy importante: escogíamos dos proyectos al año a los que les donábamos un concierto para recaudar fondos, y pudimos tocar distintos mundos. La fundación va detrás de una experiencia mía, cómo creo que la cultura sí genera bienestar. Yo vi a un exguerrillero y a un exparamilitar sentados componiendo una canción. Eso es hermoso. Ahora bien, llevamos cinco años, apenas estamos empezando. Espero que ese aporte crezca y nuestro impacto sea mayor.

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Ha logrado una carrera llena de discos y canciones exitosas, ha recibido Grammys y reconocimientos, ha hecho colaboraciones con héroes musicales… ¿Qué metas artísticas le quedan por cumplir?

Todas las metas por cumplir. Va uno entendiendo con los años que esto no es jugar Risk. Cuando uno entra al mundo de las disqueras, te lo hacen entender como si la misión fuera ganar territorios: “Ahora hay que conquistar México, España” y se le vuelve a uno como una obsesión tener que estar en todos lados. Cada vez entiendo más que uno claramente tiene que hacer la música que siente. Mi reto es seguir haciendo música, canciones, tocando en vivo. Quiero seguir haciendo música sin delimitar tanto los retos. Let it flow, déjalo fluir.

¿Cómo quiere que lo recuerden?

Por mi música y por la honestidad dentro de mi música.

Luego de 20 años de carrera, un libro

Para celebrar sus dos décadas de carrera musical, Juan Fernando Fonseca se devolvió en el tiempo, diseccionó el origen de 43 de sus más entrañables canciones y lo plasmó en un libro titulado Fonseca: Canciones, historias y 20 años de memorias, publicado en Colombia por Editorial Planeta. 

Al mirar atrás, el artista advierte que todos los trayectos de su increíble viaje han estado relacionados con la música: a los 5 años cantó por primera vez en un escenario, a los 12 tuvo su primera banda y escribió su primera canción, a los 18 se lanzó como solista, a los 27 ganó su primer Latin Grammy. 

Hoy, a los 43 y con más de un millón y medio de discos vendidos, agradece la gran difusión que ha tenido su música con unas memorias sinceras, íntimas, llenas de anécdotas y vivencias personales y con fotos de todos sus momentos más especiales. 

 

- Este artículo hace parte de la edición 186 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí

 

*Periodista y editora. Vive en Miami, donde trabaja como gerente de mercadeo.

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