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terapia de pareja

¿Qué esperar de una terapia de pareja?

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La terapia puede ayudar a las parejas a sanar sus problemas, si se consulta a tiempo. Entrevistamos a una experta para resolver dudas sobre este valioso proceso.

Cuando pensamos cómo resolver los problemas de pareja, es posible que la imaginación y las herramientas se nos queden cortas. Se trata de una realidad que cualquiera puede enfrentar en algún punto y producir zozobra, ansiedad y frustración. Lo cierto es que, si bien todos la hemos escuchado y nos hacemos una idea más o menos similar de la terapia de pareja, no suele ser una solución habitual para las familias que atraviesan conflictos a pesar de ser muy útil y contribuir en la búsqueda de soluciones. Imaginamos que en ese espacio un par de seres que han dejado de entenderse conversan con alguien que los escucha y pretende ayudarles. Pero ¿cómo?, ¿en qué momento acudir?, ¿cuáles son los problemas que vale la pena tratar en la terapia?, ¿de qué se habla en este espacio? 

Para responder este y otros interrogantes entrevistamos a Pilar Aguirre, psicóloga y logoterapeuta especialista en sexualidad de Colsanitas, quien lleva 35 años atendiendo parejas.

Tras conversar con ella queda claro que las parejas llegan a su consultorio no sólo por divorcios o vidas sexuales inactivas. Hay quienes van a terapia a trabajar sus diferencias en temas tan variados como los lenguajes del amor, la comunicación, la crianza, la prioridad que se dan el uno al otro y el manejo del dinero, del tiempo, del conflicto y del estrés. También, claro, por problemas surgidos de la vida sexual que pueden ir desde asuntos más o menos comunes, como una infidelidad o una intimidad apagada, hasta otros más particulares. Y lo que para una pareja es fácil de llevar, gestionar o respetar, para otra implica un esfuerzo capaz de afectarlos a largo plazo.

En una frase, ¿para qué se hace terapia de pareja?

La terapia de pareja se propone crear espacios para gestionar emociones y procesar diferencias en las que las personas no se logran encontrar o comprender. 

¿Y cuál es el punto de partida?

Cuando llegan a consulta yo les pregunto por qué vienen. Siempre hay un problema concreto, aunque también hay parejas que llegan porque quieren hacer prevención con temas que ya traen entre manos. Después, les pregunto qué expectativas tienen. O sea, qué les gustaría lograr con la terapia. Y, por último, qué sienten el uno por el otro. No es lo mismo comenzar un proceso cuando dos personas expresan claramente que se quieren que cuando una persona se sienta y te dice: “Ella es muy buena mamá” o “Él es un gran proveedor”… Ahí ya hay un síntoma de que algo está quebrado. Y yo no puedo hacer que alguien ame a una persona que ya no ama.

¿Qué tema no parece ser un problema muy frecuente en las terapias de pareja y sí lo es?

El dinero. Es de lo que más se trabaja. Tú encuentras personas para las que lo mío es mío y lo tuyo es nuestro. También hay parejas que tienen problemas, por ejemplo, por la mentalidad con la que cada uno crece. Hay gente que crece con mentalidad de escasez y, entonces, nada de lo que tengan va a alcanzar nunca, así tengan mucho. Y hay gente que crece con una mentalidad de abundancia, y que siempre va a tener hasta para compartir. Otra cosa que encuentro mucho son problemas relacionados con el propósito del dinero. 

¿Podría detallar mejor esa idea del “propósito” del dinero?

La plata se puede usar como un medio para controlar, para manipular, para comprar, no solamente gente, sino experiencias, o para invertir y construir. No todo el mundo quiere hacer lo mismo con el dinero y eso puede afectar mucho una relación. Y si hay algo que es tenaz es la tacañería. Es de las cosas que más afecta a una pareja.

¿Para qué sirve el enfoque de la sexología en la terapia de pareja?

La sexualidad no es un tema de penes erectos, de vaginas lubricadas, fantasías y orgasmos. Estamos hablando de una experiencia integral humana: una que atraviesa emociones, pensamientos, recuerdos, educación y valores del individuo. Abordar la terapia con conocimientos de sexología permite darle lugar a inquietudes, ansiedades, deseos y expectativas muy humanas, pero que no solemos abordar delante de cualquiera. 

¿Por qué cree que suele haber tantos problemas de pareja relacionados al sexo?

En los temas de sexualidad, el mandato tradicional era tenaz. Los hombres tenían que tratar de acostarse con todas las mujeres que pudieran y las mujeres llegar vírgenes al altar. Tú hoy todavía te encuentras un montón de problemas de pareja por esas expectativas de género tan distintas alrededor del sexo.

¿Y con este tipo de problemas cuál es el proceso?

Identificar de verdad qué es lo que pasa y así determinar cuáles son las herramientas que necesitan para resolver el problema. Si es un tema de comunicación, entonces les enseñas herramientas de comunicación. Si es un tema de expresión del afecto, entonces les enseñas lenguajes del amor. Si hay una ansiedad, un disgusto o un problema fisiológico, médico, pues ponerlos en la dirección adecuada para que se resuelva.

Ahora que menciona los lenguajes del amor, ¿tiene algún ejemplo con el que pueda ilustrar cómo esto puede terminar en terapia?

Una vez me llegó una pareja. El marido era de detalles y regalos. Ella era de contacto físico. Él le regaló a ella un carro y, en la terapia, ella le dijo: “Muy lindo el carro, muchas gracias. Pero si tú me dieras un abrazo todos los días, te lo habrías podido ahorrar”.

En últimas, la terapia de pareja puede servirles para reelaborar la idea que tienen del conflicto…

¿Sabes? Yo no sé si usar la palabra conflicto, porque la palabra conflicto sí tiene una connotación de complicación. Uno debería hablar de diferencias. Las tenemos, como todo el mundo. Y en una pareja se necesita que se escuche a los dos y que ambos tengan voz y voto para poder gestionar sanamente esa diferencia.

¿Qué diferencias se vuelven usualmente difíciles?

Por ejemplo, cuando tienen religiones distintas o cuando se casa un ateo con alguien devoto y muy practicante. Puede que al principio digan que no importa, pero la diferencia sí termina apareciendo en algún nivel, como en la elección de un colegio para los hijos, por ejemplo. Uno de los dos también podría esperar que se dedique tiempo a cierta actividad en ciertos días y eso puede causar conflicto al otro; o incluso la fricción puede surgir del modo en que se habla de las creencias. También cuando hay muchos años de diferencia entre ambos, sobre esto incluso hay estudios. Eso eventualmente hará que quieran cosas distintas y puede que les cueste ponerse de acuerdo.

¿Cómo saber cuál es el momento adecuado para ir a terapia de pareja?

Lo mejor, claro, es no esperar a llegar a una crisis. Y para eso hay que saber adelantarse. Hay personas que en vez de confrontar a su pareja, niegan los problemas y eso, normalmente, explota cuando ya está muy complicado. O sea, si al principio uno confronta, puede tratar los problemas más temprano. Hay parejas que por eso van a terapia antes de pelear o comenzar a tener roces, porque quieren hacer prevención. 

¿Tiene algún ejemplo que lo ilustre?

Una vez me llegó una pareja en la que era muy claro que él no quería tener hijos y ella sí. Comenzaron el proceso y la decisión de él era muy clara: “Yo no voy a tener hijos”. Y fue a hacerse la vasectomía. Ella, claro, quería acabarlo, pero ya estaban en terapia. Eso les permitió gestionar lo que sentían y entenderse y, fíjate, frente a un evento decisivo en un tema tan importante sobrevivieron como pareja y siguen bien juntos.

¿Qué consejo le daría a un lector que tenga esta entrevista delante de sus ojos y esté considerando la idea de ir a terapia con su pareja?

Que es mejor ir temprano que tarde, porque a veces las terapias de pareja empiezan cuando ya no hay mucho que hacer por la relación. 

¿Y por qué cree que las personas esperan tanto?

Los hombres, por el tema de ser invulnerables y del “yo puedo solito”, no van casi a terapia y a veces su pareja lleva más de un año pidiéndoles que vayan. Cuando llegan es porque ella ya dijo: “¿Sabe qué? Me voy a divorciar”. Yo tengo constantemente hombres que me llaman y me dicen: “Ayúdeme a salvar el matrimonio”. Uno en la entrevista se da cuenta de que ella ya decidió que se va a separar. Y ahí ya la terapia que tengo que hacer es para ayudar al hombre a aceptar que la señora no lo quiere más, y tratar de que la separación sea lo más benévola y civilizada posible. Muchas de esas situaciones podrían tener desenlaces distintos si se hubieran atendido a tiempo.

Este artículo hace parte de la edición 190 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

Jorge Francisco Mestre

Escritor, periodista e historiador. Fanático de las historias contadas con calma, hondura y gracia. Escribe entrevistas, crónicas, ensayos y artículos de análisis para Bacánika y Bienestar Colsanitas. En 2022, publicó Música para aves artificiales, su primer poemario.