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Pensar en la muerte

El momento de preguntarnos por las metas cumplidas y las que quedan por cumplir puede llegar en cualquier etapa de la vida, pero, ¿es la crisis de los cuarenta la que más estimula esta duda con relación a la muerte?

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Una de las consecuencias de pasar la barrera de los cuarenta años es que, de repente, he empezado a pensar en la muerte mucho más que antes. La juventud es la ausencia de futuro y por eso es raro —aunque no infrecuente, vaya paradoja— que la muerte se convierta en un pensamiento recurrente antes de alcanzar las cuatro décadas. A menos de que irrumpa de manera intempestiva. Pero al sobrepasar esa edad resulta inevitable notar que el camino se acorta, así suene dramático y uno mismo sea consciente de que aún queda tiempo. 

O no. Nunca se sabe. 

Y aparece, pues, la muerte como una figura constante. Tal vez no sea casualidad que, más de veinte años después de emitirse, haya terminado obsesionándome con Six Feet Under, la serie de la familia Fisher, dueña de una funeraria en Los Ángeles, que transmitió HBO en 2001. Cada capítulo arranca con personajes que mueren de maneras insospechadas, algunos en accidentes banales y otros simplemente porque, como alguna vez escuché, «para morirse solo hay que estar vivo». Cada episodio nos muestra lo frágil que es la vida, una obviedad que parece demasiado inverosímil cuando somos jóvenes. 

Aquellas muertes repentinas —unas graciosas, otras trágicas— me hacen pensar en cómo será la mía. Supongo que eso es algo que todos hemos imaginado en algún momento. Pero después de los cuarenta, al menos en mi caso, las preguntas rondan con más fuerza: ¿Cuánto tiempo me falta? ¿Cómo será ese último instante? Y, sobre todo, si me fuera mañana… ¿estaría satisfecho con lo que ha sido mi vida hasta hoy?

Como suele suceder, parte de la respuesta me la entrega un libro: «...creo que el final malogrado de una vida consiste en que esta se termine antes de tiempo, antes de alcanzar —por ejemplo— el logro más alto que nos hemos propuesto. El fin que llega sin poder aferrar la aspiración más seria de nuestra existencia: tener un hijo, cultivar un jardín, ganar una batalla, escribir un libro», escribe Héctor Abad en su novela más reciente, Salvo mi corazón, todo está bien. 

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¿Cuál sería, para mí, ese logro más alto? Hace veinte años soñaba con escribir. Me había cambiado a estudiar periodismo y anhelaba incursionar en la literatura; escribía cuentos flojos y enviaba cartas al lector del periódico de mi ciudad natal con la esperanza de verme publicado. Con el tiempo, todo eso que entonces deseaba empezó a tomar forma: publiqué en revistas, redacté crónicas y columnas, escribí un libro que salió hace un par de años y una novela que se publicará en el primer semestre del año que viene. Me he convertido en lo que quería. ¿Significa eso que ya he alcanzado mi logro? De ser así… ¿qué me queda entonces?

No quiero morirme todavía, aunque por estos días piense tanto en la muerte. Quedan aún muchos planes que quisiera realizar: ver crecer a mi hijo y, ojalá, apreciarlo convertido en una buena persona; escribir más libros, sean buenos o malos; cultivar los pocos amigos que me quedan, aunque en el camino haya perdido algunos que aún me duelen; seguir aprendiendo a amar junto a mi esposa. Equivocarme, reír, llorar, disfrutar y sufrir algunos años más. Ahora que lo pienso, alcanzar ese "logro más alto" no significa que todo haya terminado, sino que, de llegar la muerte, pueda sentir que esto ha valido la pena.

Hace casi treinta años mi madre cumplió cuarenta. Recuerdo verla llorar desconsolada en una fiesta quizás porque intuía, de alguna manera, esto que pienso ahora. Tal vez puso también su vida en una balanza y entendió que este camino tiene un final, otra obviedad que parece demasiado inverosímil cuando somos jóvenes. A lo mejor eso es lo que pasa, de eso se trata la llamada «crisis de los cuarenta»: la consciencia de la muerte nos lleva a preguntarnos, inevitablemente, si nos sentimos satisfechos con el camino recorrido. 

Una pregunta que solo puede responderse cada uno.

 

 

 

 

*Martín Franco es periodista, escritor y editor. Su último libro se titula La sombra de mi padre, y fue publicado por editorial Planeta en 2020. 

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Martín Franco Vélez

Periodista, escritor y editor. Su último libro se titula Gente como nosotros, y fue publicado por editorial Planeta recientemente.