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No me contrataron para hacer amigos

Ilustración
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El mundo corporativo puede ser un campo de mucho desarrollo profesional, pero también de encuentros cercanos del tercer tipo. A veces nos topamos con seres que parecen de otro planeta, y sus comportamientos ponen a prueba la persona que somos.

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Nunca he estado en una casa estudio de esas que se ven en los realities, y no sé si me gustaría hacer parte de algo así. Sin embargo, creo que la vida en una oficina puede compararse con lo que sucede en televisión. Claro, no dormimos juntos, pero la comparación funciona muy bien para describir lo que han sido estos 15 años de mi experiencia corporativa en el área de recursos humanos. En especial, quiero hablar sobre los jefes que he presenciado… vaya, ¡sí que me he encontrado con cada estilo de “liderazgo”!

¿Cómo llegué al área de recursos humanos? Podría decir que casi por descarte. Mis primeros seis meses de práctica los hice en el área clínica, en el que en esa época se llamaba el Hospital Infantil, pabellón de oncología. No quería hacer psicología educativa, entonces me quedaba hacer psicología organizacional, que normalmente se hace en el área de recursos humanos. Desde el primer día que llegué a mi práctica, me encariñé con este oficio. El área de recursos humanos me ha permitido transitar por diferentes estados de los seres humanos que interactúan en una oficina: he visto cómo puedo ser amada y odiada al mismo tiempo. También he podido comprender cómo esa bien intencionada sugerencia de dejar la vida personal fuera de los muros de una empresa es un mito. Es imposible fraccionarse en dos para dejar colgado, a la entrada del edificio de la empresa en la que trabajas, el traje de persona y ponerte el de trabajador. Eso de olvidar tu entorno “personal” y sólo ocuparte de tu entorno “profesional” no va con la realidad. 

En la misma vena está la clásica frase, “Yo no vine a esta compañía para hacer amigos, no me contrataron para eso”. Usualmente, los que más la usan, son los jefes. A muchos los han convencido de que al “hacer amigos” no pueden inspirar respeto, no pueden demandar resultados o poner límites. En mi experiencia, esto es falso. 

Existen también los jefes que andan por ahí desbordando su mal llamado liderazgo, sólo porque son jefes de un grupo de personas. De estos especímenes he escuchado vociferar las siguientes perlas:

– “Eso ya te lo había dicho, ¿por qué te cuesta tanto trabajo seguir una simple instrucción?” 

ó

– “No lo contrataron para pensar, sólo haga lo que se le pide” 

ó

– “Hablar contigo es como hablar con una pared”. 

De esta última frase, recuerdo haber sido el blanco y, de verdad, no se sintió nada bien. A ese jefe me gustaría decirle que con su comentario sólo logró que su empleada sintiera menosprecio, como si mi punto de vista no importara, sólo porque debía seguir una instrucción. Al menos hoy lo puedo utilizar como un ejemplo de lo que no se debe hacer como jefe. 

A ese mismo jefe me encantaría recordarle que las cosas en una organización no pasan porque los directivos sean los únicos que sepan hacerlas, sino porque tienen la capacidad de inspirar en su equipo. Las metas de una empresa se alcanzan cuando un jefe, en vez de intimidar, transmite pasión por los proyectos. La idea es que los empleados acompañen al jefe en el camino y que así todos se motiven para seguir  protocolos, normas, procesos que son importantes para la organización. 

Hace un tiempo, trabajé como directora de servicio al cliente en un call center, con un equipo de aproximadamente 18 personas a mi cargo. Dentro otras tantas, teníamos una regla de no atender llamadas personales en la línea telefónica de servicio. Sin embargo, ese día una asesora de servicio se resguardaba en su cubículo y empezó a atender una llamada. Yo, despacio y cuidadosamente (modus operandi de muchos en recursos humanos), me fui hacia mi puesto y me conecté para monitorear esa llamada. No había pasado un minuto y ella le dijo a su novio:  “Ay, amor, tengo que colgar. Mi jefe me está monitoreando”. Colgó la llamada, poniéndose inmediatamente de pie, y miró hacia mi oficina con la certeza y el arrepentimiento de haber actuado de manera inadecuada. Ella sola decidió acercarse a mi oficina. Sólo fue necesario cruzar un par de palabras calmadamente para que ella aceptara haber quebrantado la norma y que así pudiéramos acordar la sanción adecuada. No hubo drama, no pasó a mayores, no volvió a romper la regla. 

Donde sí hubo algo de drama fue en una empresa en la que, en su momento, yo era directora de recursos humanos. Llegó a mis oídos la narración de una situación bastante humillante hacia un compañero de trabajo. Resulta que habían citado al comité directivo. Me enteré de cómo la gerente general de la compañía dejó caer sobre un colaborador que le reportaba directamente, todo el peso de su más bien poca inteligencia emocional. Le dijo, delante de toda la mesa del comité, que iba a ofrecerle a su conductor que lo reemplazara en su rol, ya que estaba segura que el conductor podía hacerlo mejor. ¿Alcanzan a imaginarse el impacto que este tipo de palabras pueden tener en una persona y en su autoconfianza, en su amor propio? Ni hablar de la perspectiva clasista de la que partía este comentario. 

la conversacion recursos humanos CUERPOTEXTO

Pero no todo han sido jefes complicados. También he tenido la fortuna de toparme con líderes coherentes y dignos de seguirles el ejemplo, profesionales en todo el sentido de la palabra, integrando de forma impecable su ser y su hacer para construir entornos de desarrollo saludables y equilibrados.

Por ejemplo, puedo mencionar al jefe al que conocí ese primer día que entré a mi práctica de organizacional. Era un ser humano brillante, irreverente, pero absolutamente coherente con sus principios. Daba los resultados, habilitaba espacios para que su equipo de trabajo desarrollara criterio, capacidad de aportar y de argumentar, y, definitivamente, ha sido un apoyo incondicional en toda mi vida laboral y personal. Él fue la persona que tuvo que darme la noticia de que a mi papá lo habían tenido que llevar a la clínica porque le había dado un infarto. Luego me llevó en su carro a verlo, me acompañó. Eso nunca lo voy a olvidar.

Acá voy a declararme fan y fiel creyente en lo que se llama el liderazgo inspiracional. Este lo ejerce ese jefe que crea confianza con sus empleados, esa jefa que trabaja para dar ejemplo e inspirar. Estos jefes hacen sentir a su gente como parte importante de la operación. Y así, logran un éxito colectivo. Abogo por más de esos y menos de esos otros jefes que mandan a punta de temor y castigo. Abajo ese jefe que siembra rivalidades, o la jefa que fomenta los intereses particulares por encima de los grupales. El modelo de jefe medio tirano está mandando a recoger y, además, afecta la salud mental y emocional de toda la empresa. 

Todos los días, en mi experiencia laboral y mi posición desde recursos humanos (o “inhumanos”, como muchos lo llaman a modo de chiste), reflexiono y llevo esta idea del liderazgo inspiracional a mi vida personal. No sólo soy líder por tener equipos de trabajo a cargo, soy líder de la empresa más importante, mi propia vida. 

Si durante una emergencia aérea, en pleno vuelo, no tomas primero oxígeno tú, no podrás ayudar a quienes tienes al lado. En tu vida, tómate el tiempo para también descubrir quién eres, qué quieres crear y qué no quieres crear. Elige ser el capitán de tu vida para que así puedas sentirte en total contribución para otros.

Y en cuanto al tema de no hacer amigos en la oficina… aconsejo lo contrario, siempre y cuando sea manejado con lógica. Es cierto, no nos contratan para hacer amigos en la oficina, pero en definitiva es el espacio en donde pasamos la mayor parte de nuestro día, por ende es imposible que no construyamos lazos de amistad. Doy testimonio de que esas amistades, administradas desde el respeto, siempre me han aportado. He llorado, he reído, he aprendido, me he puesto de mal genio, he sentido temor, angustia, pero sobre todo, he conectado con personas maravillosas. Con algunas de ellas, a pesar de que dejamos de trabajar juntas, seguimos conectadas, porque creamos un vínculo fundamentado en el ser humano, antes que en el vínculo jefe–subalterno.

 

*Nadia Tobón Gómez estudió psicología y coaching. Es una mujer feliz y agradecida, con capacidad de asombro y disfrute. Ama cantar.

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