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Carnaval de Negros y Blancos

Dayra Benavides transforma el arte en legado desde el corazón de Pasto

Dayra Benavides es una artista y maestra artesana de Pasto. En su memoria tiene cristalizados algunos momentos que marcaron el pulso creador de sus diseños: los patrones precolombinos que armaba su padre para un vitral y las gallinas de su corral que engalanaba con vestidos que les diseñaba.

Nacer en una casa llena de amor por la creación artística es darle una razón para vivir a quienes la habitan: el deseo visceral de estar siempre creando. Dayra recuerda a sus amigas, las gallinas, a quienes disfrazaba y vestía con ropa a la medida que ella hacía con sus propias manos. “Hace tres años les hice un homenaje en un traje. Los gallos y las gallinas eran realmente el alimento de la casa, pero yo me encariñaba con ellas. Eran mis amigas. Aunque, de un día para otro, ya no estaban: mi mamá las había cocinado”, cuenta con nostalgia.

Carnaval de Negros y Blancos

Su madre, una bailarina feroz del Carnaval de Negros y Blancos, solía comprar solo dos litros de leche y no los tres que necesitaban. Guardaba el resto del dinero para comprar botones o terlenka, un tipo de hilo. Paseaban juntas por las tiendas de sastres y modistas buscando retazos de telas para elaborar trajes. Dayra hacía torres con esos retazos, mientras pensaba y dibujaba el traje que quería. “Mi madre decía que yo era super mandona, porque tenía muy claro cómo quería el cuello, el botón y la forma del traje”, dice con orgullo. 

Su madre, muy hábil, desarmaba las sábanas de la casa, juntaba los retazos y hacía magia con lo que tenía sobre su mesa. Sonaba la máquina de coser y creaba un nuevo atuendo. El poder de crear es el acto más noble que aprendió Dayra, quien, desde entonces, ha elegido el textil como una de sus herramientas más poderosas para expresarse. 

Otras piernas, otras manos, una magia. Siempre la misma magia creadora. Sus trajes, todos con un espíritu y significado particular, son como hijos que nacen y luego la absorben para bailar durante el carnaval. Su corazón baila desde muy joven “La Guaneña”, una canción tradicional del suroccidente del país que compartía con sus hermanas. Su madre les confeccionaba los trajes y su padre les tomaba fotografías.

Joyas Blandas, la marca de Dayra Benavides y su familia, empezó por la necesidad de buscar sustento. Con los años, se ha convertido en un referente de arte y artesanía en la moda.

Carnaval de Negros y Blancos

¿Cómo canalizar las emociones a través del arte?

El arte siempre ha sido para mí y mi familia un canalizador del buen vivir. En alguna época, cuando había alerta roja sobre el volcán Galeras, dormíamos con agua, enlatados y con un silbato en el cuello, por si algo pasaba. Eran momentos tremendos. Pero nosotros soportábamos esos momentos gracias a la creación. Diseñar un traje, bailar, grabar un video. Mi madre es bailarina y mi padre fotógrafo, ellos me enseñaron a vivir a través del arte.

¿Cómo nació Joyas blandas?

Fue en mi niñez, cuando jugaba con los retacitos de tela. Al inicio eran esculturas grandes, luego lo hice en tamaños pequeños para que fueran portátiles y pudieran lucirse en el cuerpo. No las quería colgadas en la pared ni en los museos, sino en el cuerpo. Empecé a hacer esas pequeñas esculturas para llevarlas sobre la cabeza y fue ahí cuando se empezaron a vender. 

Luego, empecé a hacer figuritas, círculos, espirales, figuras precolombinas y todo eso lo convertí en aretes y tocados para la cabeza. Con eso participé en varias ferias en Bogotá. Allí conocí a Aterciopelados, con quienes empecé una carrera muy bella. Lo que a Andrea Echeverri se le ocurría, lo hacíamos juntas.

¿Cómo fue el proceso para crear su primer traje de carnaval?

Un día, haciendo los trajes para Andrea, sentí un vacío sobre mis raíces. Llevaba un tiempo en Bogotá y me cuestionaba sobre mi ADN creativo. En medio de muchas preguntas existenciales, volví a Pasto para el carnaval. Mi madre me abrió la puerta a los colectivos coreográficos. No era la primera vez que yo participaba y le hacía fotos a mi madre, pero ese momento en concreto significó mucho porque estaba cuestionando mi identidad. 

Mi madre estaba terminando de hacer su traje para el carnaval. Me pidió que le ayudara a ponerse el tocado. Sentí un regocijo al ver que esa mujer era mi mamá,  que ella era una de las bailarinas más antiguas del carnaval y que yo soy su hija. Ahí percibí mis raíces más claras. Entonces, quise salir a bailar como ella para saber qué se siente. Allí empieza mi carrera como artista de las artes populares. Decidí hacer mi primer traje, llamado Espíritu de fiesta.

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Uno de los pilares de nuestra casa es el estar bien, el sentir bien y el hacer bien. Es una coherencia desde el pensar bonito, sentir bonito y hacer bonito.

¿Cómo es el proceso para elaborar un traje?

Para mí es como parir un hijo. Me tardo nueve meses haciendo un traje. Primero empieza con las ganas, una sensación en las tripas, un deseo por participar en el carnaval. Cuando uno quiere hacer parte de eso, las cosas empiezan a presentarse en los sueños, en las calles, en todo lado. En mi caso, me da una pulsión en el útero. Es un deseo visceral de crear. Comienzo a crear su ADN, a partir de trazos y deseos. ¿Cómo quiero que suene? ¡Quiero que lleve dorado! Deseo sentirlo, disfrutarlo, como si fuera una niña. En ese momento no me importa qué significa o si significa algo.

Después de los desfiles y del carnaval trato de descifrar qué fue lo que hice. Mi papá me ayuda a descifrarlo, me dice: “Mire, mija: usted ha trabajado con esta figura significa…”. Es entonces cuando le construimos un lenguaje. Pero sale primero del corazón y la intuición, no de la cabeza.

¿Cómo preserva el patrimonio del carnaval?

Nuestra casa ahora se llama Casa Carnaval y está llena de trajes, esculturas, máscaras. Mi papá tiene el archivo más grande y antiguo del carnaval. Entonces, somos guardianes de esta fiesta popular, de las artes populares. Salvaguardamos los oficios. Queremos darles cada vez más voz a los artesanos.

Se trata de preservar y visibilizar este mensaje, porque es un mensaje muy pacífico. A Colombia se la narra como un país violento, un país de drogas. Pero nosotros, desde Casa Carnaval, la narramos desde la resiliencia y la paz.

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¿Qué retos se vienen?

Vivir Macondo. Laura Mora, una de las directoras de la serie pidió que mi arte haga parte de la siguiente temporada de Cien años de soledad. El proceso empezó presentando bocetos, después de hacer una investigación para trasladar nuestros carnavales al realismo mágico. Me pidieron algo en representación del carnaval latinoamericano, que rompa la literalidad del carnaval colombiano. Esto será un homenaje a Úrsula Iguarán, a todas las mujeres de Macondo, a las mujeres detrás de la grabación y la producción de la serie. En ese homenaje decidí trabajar una paleta de colores mucho más tierra, envejecida.

¿Qué es el bienestar para Dayra Benavides?

Uno de los pilares de nuestra casa es el estar bien, el sentir bien y el hacer bien. Es una coherencia desde el pensar bonito, sentir bonito y hacer bonito. Desde el bienestar, siempre que tengamos una salud emocional y una salud física, nosotros podemos tener unos actos muy positivos. En este momento, yo trato de sentir paz mental y emocional. Eso resulta en que, si tengo ambas, hago las cosas más amorosas, más sentidas y conscientes.

Carnaval de Negros y Blancos

Uno de los pilares de nuestra casa es el estar bien, el sentir bien y el hacer bien. Es una coherencia desde el pensar bonito, sentir bonito y hacer bonito.