Pasar al contenido principal
Katie James

Katie James: música andina, memoria y raíces en cada canción

Llegó a Colombia a los dos años, tuvo una infancia feliz en una finca paradisíaca donde descubrió su talento para componer. Hoy es una orgullosa representante de la música andina en Colombia y Latinoamérica.

A los trece años, Katie James compuso su primera canción mientras jugaba en la huerta con su amiga Laura: el reto era improvisar por turnos sobre cualquier tema. “No sabíamos que estábamos componiendo”, recuerda la cantautora colomboirlandesa. Un día la amiga se retiró y Katie aprovechó para componer una letra más estructurada.

Era una canción sobre la Tierra, una suerte de reclamo por el daño que le hacemos. Satisfecha, Katie le mostró el resultado a su mamá. Con su aprobación, sintió que se abría la puerta de su vocación.

Pero la música siempre estuvo ahí. Sobre todo en su infancia: cuando escuchaba cantar y tocar a los adultos en la finca donde creció, en Icononzo, Tolima. Allá no había electricidad, así que el entretenimiento era simple: bañarse en el río, construir casas en los árboles, esconderse en las cuevas y cantar juntos. A los nueve años le pidió a su mamá que le enseñara a tocar violín.

Katie James

Llegada al nuevo mundo

Katie nació en Irlanda y llegó a Colombia a los dos años, en 1988, cuando su madre, la inglesa Jenny James, decidió trasladar una comunidad que había fundado, cuya filosofía era respetar el ambiente y producir lo que consumían. La comunidad Atlantis se había establecido en Irlanda, pero los cambios de estación dificultaban el trabajo en la huerta. Así, eligieron Suramérica. 

Katie, sus dos hermanas y sus padres viajaron varios meses entre las Islas Canarias y Cabo Verde antes de cruzar el Atlántico. Entraron por Isla Margarita, atravesaron Venezuela y siguieron a Colombia con la intención de establecerse en Bolivia. Pero Colombia los hechizó. Y se quedaron.

Katie James

Katie ha vivido las realidades del país: fue desplazada por las FARC y fue víctima cuando ese grupo mató a su sobrino de 18 años, que era como un hermano. Pero ni siquiera eso la alejó de Colombia.

La comunidad Atlantis se instaló en esa finca de Icononzo que Katie recuerda como un paraíso: temperatura perfecta, potreros y cascadas. Sus primeros recuerdos son de ese lugar, donde vivió una infancia que determinó su vida y su forma de ver el mundo. “Mi mamá no quería que sus hijas fueran abogadas, médicas o ingenieras. Ella quería formar seres humanos libres”.

De ahí su conexión con la naturaleza. Sus letras son un reflejo de esa vida bucólica de la que no puede desprenderse, aunque ahora viva en la ciudad. Y es la razón por la que su música conecta con las raíces del folclor colombiano y con la música tradicional: pasillos, bambucos, valses.

Ese es el foco de su canción más conocida, “Toitico bien empacao”, un tema que se hizo viral cuando ella trabajaba en Irlanda como mesera para pagar el préstamo que le permitió grabar su segundo disco. Allí habla del desconocimiento de los citadinos: “Hay muchos bogotanos, espero que no se ofendan, que no reconocen la planta del café. Un día hablando con un amigo se lo comenté como algo simbólico, y él se quedó mirándome y me dijo: ‘Katy, tienes que hacer una canción con eso’”. Así nació un tema que le ha traído grandes satisfacciones: “Si al menos un adolescente urbano se pregunta qué es la guatila, yo me doy por bien servida. Y eso ha pasado”.

No solo con la comida, sino también con la música. “Muchos me han dicho que gracias a mi trabajo se han empezado a interesar por la música andina colombiana”, cuenta.

Lo mejor del colombiano

La comunidad Atlantis tenía una política de puertas abiertas. Con frecuencia llegaban familias, parejas o personas solas que se quedaban meses o años. Eso despertó las alarmas de los grupos armados, quienes les pidieron abandonar la zona. Vivieron en ese lugar 11 años y salieron desplazados, sin nada.

Katie ha vivido las realidades del país: fue desplazada por las FARC y fue víctima cuando ese grupo mató a su sobrino de 18 años, que era como un hermano. Pero ni siquiera eso la alejó: “Seguíamos enamoradas de Colombia, porque cuando ocurre una tragedia, ves lo peor de la humanidad, pero también lo mejor”. 

La cantante explica que después del asesinato recibieron ayuda, conectaron con familiares de víctimas y vio lo más bello del pueblo colombiano: “La gente fue muy linda, nos ayudaron porque éramos desplazados y no teníamos nuestra fuente principal de alimento, que era la huerta”.

Katie James

Conectar con otras víctimas, llorar juntos y componer canciones les permitió procesar el dolor. Una muestra es la canción “Décimas al Tolima”, en la que describe el paisaje precioso en el que creció, pero también el más doloroso, porque fue ahí donde ocurrió la desgracia: “Ay, mi Tolima, llevo en mí tu herida. Ay, mi Tolima, llevas tú la mía. Hoy vengo a cantarte, hoy vengo a curarte con mi melodía”.

¿Puede ser la música una herramienta para la paz?: “No es un asunto matemático. No es que si tocas un instrumento o te acercas a la música, entonces vas a ser mejor persona. Pero creo que el arte nos conecta con el lado sensible, creativo y bello del ser humano”. 

El camino de la música

En plena adolescencia, Katie y sus hermanas se fueron a Popayán, relativamente cerca de la finca de su mamá en el Huila. Allí tomó clases de guitarra y decidió estudiar música. Con sus hermanas cantaba y componía y hasta grabaron su primer álbum, titulado Semillas de paz. En 2007 se mudó a Bogotá para seguir estudiando. Recibió una beca por excelencia académica y en cinco años se graduó como maestra en música con énfasis en arreglos musicales. 

Tenía 22 años cuando entró a la universidad y, como había crecido educada en casa, el contraste le encantó: “Fue bueno haber hecho música antes de estudiarla, porque lo hacía desde la intuición. Después logré un balance entre esas herramientas que me dio la universidad y la intuición musical, que es fundamental”. 

Conectar con otras víctimas, llorar juntos y componer canciones le permitió procesar el dolor después del asesinato de su sobrino.

Katie ha explorado el jazz, el blues, el country. “Me gustan muchos géneros, pero siempre he sentido una conexión especial con el folclor. Cuando escucho música andina colombiana, entiendo muy bien de qué están hablando porque crecí allí”. 

Durante los 15 años de su carrera, Katie ha grabado cinco álbumes, todos de música tradicional colombiana y latinoamericana. Ha cantado en México, Italia, Holanda, Escocia, Estados Unidos, Perú, Chile, Ecuador y Colombia. En 2022, Carlos Vives la invitó a componer e interpretar junto a él la canción “En la selva”, un bambuco que forma parte del álbum Cumbiana II.

Katie James

Katie no pretende ser una Britney Spears: no le interesa. Sabe que su música es para un público más acotado: “Para mí es más importante cuando la gente me dice ‘gracias por tu música’, que cuando me felicitan porque canto bien. Lo importante no es el show, sino entregar un mensaje a través del arte. Estoy viviendo mi sueño de ir por el mundo cantando sobre temas que me importan, y de que la gente se conecte con lo que estoy expresando”. 

Hoy queda poco de la niña tímida que usaba las canciones para permitirse expresar sus sentimientos. Pero la composición sigue siendo un canal de comunicación con sus emociones. “Casi nunca me siento a componer. Y he notado que las mejores composiciones son las que llegan cuando menos lo esperas”.

Katie sabe que la gente siente curiosidad por su origen. Con frecuencia le preguntan de dónde es y, aunque hay una respuesta larga, ella, con sus bellos ojos azules que brillan de emoción, suele responder con su verdad: “Soy tolimense”.

Katie James
María Gabriela Méndez

Periodista. Editora de Bienestar Colsanitas.