Tener menos tiempo no significa querer menos. Las amistades también se sostienen con mensajes, llamadas cortas y presencia honesta. La autora de esta columna gráfica explora cómo cuidarlas sin agotarse ni sentirse culpable.

Tengo pocas amistades íntimas.
Nos vemos cada 15 días… o cada dos meses.
Y muchas veces no voy por puro agotamiento.

El poco tiempo que tengo lo uso para mí y mis hobbies.
Pero igual estoy presente. Comparto sus logros. Llamo 15 minutos. Apoyo proyectos que les importan.

Cuando subió la exigencia en mi vida (trabajo, estudios, rutinas), mi círculo se achicó.
Entendí que no todas las amistades requieren la misma energía. Y está bien.

Leí que se necesitan 200 horas para pasar de conocido a amigo cercano (Journal of Social and Personal Relationships, 2018).
¿Aplicable a todos? No.
¿Revelador? Sí: las amistades profundas no nacen en una tarde

¡Qué vivan las amistades de “bajo riesgo”!
Las que siguen ahí aunque solo hablemos después de un brunch, unas copas o un meme enviado tres semanas tarde.
Eso también cuenta.

No se trata de ser “buena” o “mala” amiga, sino de encontrar formas reales de estar.
Con quien trabajé unos meses. Con quien conozco desde el colegio. Con quien sigue siendo raíz en mi vida.

Ser buena amiga no es estar disponible siempre, sino elegir con conciencia dónde pongo lo poco que me queda.
Estoy cansada, pero no ausente. Y eso también es cuidar.



Dejar un comentario