Pasar al contenido principal
Marcela Mar

El bienestar es para compartirlo: Marcela Mar

Fotografía
:

La actriz bogotana es la protagonista de la obra de teatro El padre, que se estrena en abril en el Teatro Nacional: una reflexión sobre el Alzheimer. En esta entrevista comparte herramientas de salud mental que le han permitido navegar sus facetas como actriz, madre, paciente y mujer.

Marcela Mar es generosa. Le gusta compartir el conocimiento que tiene, fruto de su curiosidad y de sus ganas de aprender sobre salud física y mental. Disfruta ser puente entre lo que ha descubierto y que, tal vez, otros no han encontrado. Tiene una cuenta de Instagram, que se llama Mar Happy Tips, en la que publica consejos de bienestar, salud, belleza y, además, es una tienda virtual.

Quiere cuidar su salud desde todos los ángulos, por eso, se volvió una mujer consciente de su alimentación con el apoyo y compromiso de su esposo Pedro Fernández, más conocido como The chef is back. Sabe que está atravesando la perimenopausia, así que ese es su nuevo foco de investigación. Cuida sus relaciones personales porque entiende que el bienestar atraviesa todos los ámbitos de una persona. Por eso mismo, durante la pandemia sintió la necesidad de entender, a profundidad, la condición que le diagnosticaron hace más de 15 años: tiroiditis de Hashimoto.

Sigue consagrada a la profesión que aprendió desde los ocho años de la mano de Fanny Mickey y, este año, además de la obra de teatro El padre, estará estrenando una película: Irreparable, una comedia negra, divertida, que resulta de la adaptación de una obra teatral de Fabio Rubiano. Es además fundadora de Ganas, una productora en la que prioriza el trabajo de las mujeres, su identidad creativa y sus historias. Con Ganas produjo la película Mi bestia, de Camila Beltrán. El año pasado estrenó también Uno de Julio César Gaviria, Estimados señores, y participó en Cosiaca, la serie del canal regional Teleantioquia que se estrena este año.

“Medito desde hace 12 años. La meditación me ayuda a respirar mejor, a tramitar de manera más tranquila mis emociones, a no ser impulsiva, a poder mirar las cosas con un poco de distancia y me ayuda a calmarme”.

Conversamos con la artista para descifrar esas herramientas con las que ha transitado la vida y que le han hecho el camino más ligero.

La pandemia fue un catalizador de su aprendizaje sobre salud física y mental…

Sí, empecé a cuestionarme porque la tiroiditis de Hashimoto es una condición que permanece de por vida. Mi esposo es chef y empezó a trabajar de la mano de una doctora de medicina funcional, Pilar Restrepo, en Medellín, donde vivimos. En ese momento entendimos que, a través de la comida, uno puede mantener una enfermedad autoinmune regulada porque se desinflama el organismo. Hice la dieta que ellos estaban estructurando, por 51 días, y me cambió el estado de salud. Entendí dónde están los picos de glicemia, en qué momentos siento más ansiedad, qué alimentos definitivamente inflaman mi organismo y, bueno, cuento esto porque el bienestar es algo que uno tiene que compartir, porque esto que a mí me sirvió puede ser útil para otro.

Y ahora llega al teatro precisamente con una obra que reflexiona sobre los cambios en el ser humano…

Sí, me tiene muy ilusionada esta adaptación que vamos a hacer en Colombia de la obra El padre, del dramaturgo francés Florian Zeller. Es una obra que habla de salud mental, un tema que me interesa investigar, específicamente lo que pasa en el cerebro cuando corren los años y se inflama, cuando ya no tenemos la misma capacidad de recordar, cuando viene la demencia senil y, en algunos casos, el Alzheimer. Esta obra habla de eso. Es una obra del corazón, que toca muchas fibras porque muchas familias colombianas atraviesan ese drama; entonces, es también una obra sobre la empatía. Interpreto a Anne, una mujer que va a tener que escoger entre la vida de su papá o su propia vida. Entonces es exigente emocionalmente porque su papá lo es todo para ella y empezar a ver su deterioro y a entender que ya no recuerda lo que acaba de decir, que confunde los lugares, incluso las intenciones, ha sido muy retador.

Su carrera actoral empezó en el Teatro Nacional. ¿Qué siente al volver?

Yo me formé en el Teatro Nacional, me siento volviendo a mi casa. Empecé a estudiar teatro a los ocho años y mi primera profesora fue Fanny Mikey. Yo ya me había presentado aquí con Dos hermanas, Carta de una desconocida, pero hace muchos años no venía, entonces regresar ha sido hermoso. Ver personas que han sido compañeras liderando estos equipos, creciendo también, me parece un regalo.

¿Cuál es su ritual antes de entrar a escena?

Yo soy supersticiosa: siempre que entro a una sala, beso el suelo en señal de respeto y reverencia. En mi camerino prendo una vela y llevo las fotos de mis muertos, para dedicarles la función. Me conecto con el misterio, porque eso que hacemos los actores tiene algo muy misterioso. Uno no sabe cómo sucede. A veces, cuando tenemos suerte, las funciones son increíbles y uno cae en cada nota tal como la ensayó. Pero, a veces, no está ese duende. Entonces yo le ofrezco mi función a mis muertos para que me acompañen, me sostengan y para que sea una función hermosa. En este caso de El padre he tenido muy presente a mis dos abuelas. La paterna, que ya murió… entonces las funciones de toda la temporada se las voy a dedicar a ella, y a mi abuela materna que está viva, que también está atravesando periodos de demencia senil.

¿Ha pensado en la vejez, en cómo enfrentarla?

Sí, claro. Quisiera llegar con seguridad económica, quiero ser activa y cuidar mi columna vertebral para poder seguir haciendo teatro cuando tenga 70, 80, 90 años… lo que Dios me permita estar en esta Tierra. Me encantaría seguir subiendo a un escenario. Y también me estoy informando sobre los cambios que se avecinan. Estoy atravesando la perimenopausia y veo que hay muy poca información porque la salud femenina, históricamente, se ha dejado de lado. Yo echo mano de todas las investigaciones que por fin están viendo la luz y escucho un podcast de una neurocientífica que se llama Lisa Mosconi. Es estadounidense, muy recomendado porque ella explica cuáles son los cambios neurocelulares que ocurren en tu cerebro y a lo largo de tu cuerpo, entonces es como si las mujeres viviéramos una segunda adolescencia y eso implica unos cambios conductuales, hormonales y físicos. La información es poder. Cuando uno entiende qué le está pasando y uno se lo explica a su entorno, eso se tramita de una manera mucho más amable y mucho más amorosa. Por eso empecé a hacerme cargo de esos cambios en mi perimenopausia. También fui donde una médica especialista, ginecóloga, que me hizo medición de hormonas para ver cómo voy a enfrentar la menopausia futura. Siento que la clave está en entender lo que nos pasa para llevarnos mejor con ese proceso y para surfear la ola. Estoy abonando el terreno.

¿Cuáles son sus hábitos de bienestar?

Para mí es importante meditar todos los días. Lo hago hace hace 12 años. La meditación me ayuda a respirar mejor y esto a tramitar mejor mis emociones, a no ser impulsiva, a poder mirar las cosas con un poco de distancia y me ayuda a calmarme; ayuda también a minimizar los niveles de estrés. También retomé el chi kung con mi sifu, Piti Parra. Es una ciencia que nos enseña a potenciar la energía del cosmos, de la tierra y de nosotros mismos. Nos ayuda a tener la energía que da el planeta, es una práctica de cultivo de energía. Y, además, me gusta hacer un chequeo médico general al inicio del año. Practico deporte de tres a cinco días a la semana. Eso me cuesta, porque no soy una persona que disfrute el fitness, pero hago entrenamientos funcionales con fuerza porque sé que después de los 40 se necesita hacer pesas. Y cuido mis relaciones personales, es clave ser consciente de quiénes son esas personas que tienes alrededor. Porque salud no es solamente lo que comemos, lo que dormimos, lo que tomamos, sino también lo que escuchamos y cómo nos relacionamos con otros.

“Me formé en el Teatro Nacional, así que con esta obra, El padre, me siento volviendo a casa. Empecé a estudiar teatro a los ocho años y mi primera profesora fue Fanny Mikey”.

Tiene un hijo de 24 años, Emiliano Pernía Gardeazábal. ¿Cuáles han sido los retos de su maternidad?

Fue difícil cuando él era pequeño porque yo fui madre soltera. Entonces, debía tener una niñera que me pudiera acompañar al set, me ausentaba mucho y eso fue doloroso, tanto para él como para mí. Pero, bueno, yo tenía que trabajar para sacar adelante a mi hijo.  Ahora que él está grande y miro hacia atrás, me siento orgullosa de la madre que he sido. Hemos atravesado conversaciones dolorosas en las que también nos hemos pedido perdón por los errores que yo como madre he cometido y eso nos ha acercado muchísimo. Tengo una relación espectacular con él. Es actor también, ya con una carrera emergente importante. Vive en Madrid, pero este semestre está aquí en Bogotá conmigo, entonces estamos viviendo juntos otra vez. Ha sido un reencuentro mágico, somos como dos roommates.

Cuéntenos de esa relación adulta entre madre e hijo

Él ya es independiente económicamente, entonces me dice: “Mami, no te preocupes, yo hago el mercado hoy”. Otro día me dice: “Mami, yo hago el almuerzo”. Se hace cargo de la casa. Y es una bendición muy grande para mí mirar al pasado y decir: “Bueno, a pesar de los errores que cometí, he sido buena madre”.  Porque a nosotras la sociedad nos exige mucho y nos hemos autoimpuesto esa carga; por eso, es importante librarnos de la perfección, reconocer que nos equivocamos. Ya ahora que él es mayor no tengo la angustia que sentía cuando era pequeño y pensaba: “Tengo que hacerlo todo bien”, sin saber cómo iba a ser el resultado. Pero hoy sí puedo decir: “Amigas, vengo del futuro y les quiero decir que sean humanas, muéstrense a sus hijos con sus debilidades, porque reconocer la vulnerabilidad es una gran herramienta para ellos”. Porque a veces nos queremos mostrar perfectas para hacerlos sentir bien y, en últimas, ellos son tan humanos como nosotros. Y hay que dejar que ellos se encuentren también con la dificultad, que tramiten la frustración.

Mostrar todos los matices de la maternidad, no solo el lado positivo…

Exacto. Y tramitar la vida frente a ellos con la verdad, mostrarnos también en nuestros días difíciles, porque entonces enloquece a uno un hijo diciéndole que todo está bien y uno por dentro derrumbándose. Ellos se dan cuenta. Yo empecé a enseñarle a Emiliano también a tener responsabilidades desde pequeño.  Y se vuelve un juego y ellos van aprendiendo a desenvolverse. Entregarles responsabilidades desde pequeños porque hay gente que cría a los hijos dándoles todo y hasta los 30, 35 años siguen viviendo en la casa y se preguntan por qué no hacen nada. Bueno, porque usted como adulto responsable nunca le enseñó a ser una persona autónoma.  Entonces, hacerles el camino siempre fácil, al final resulta contraproducente. Lo más importante es caminar la maternidad con la verdad y con la convicción de que hacemos y entregamos a nuestros hijos todo lo que tenemos, y esto incluye errores, pero también muchos aciertos.

Este artículo hace parte de la edición 199 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

Mónica Diago

Mónica Diago es editora de la revista Bienestar. Ha trabajado principalmente como periodista ambiental, pero desde que se convirtió en mamá ha enfocado su trabajo en visibilizar la importancia de la crianza consciente y respetuosa. Disfruta las caminatas, las montañas, los ríos y los libros ilustrados infantiles.