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Bienestar Colsanitas

El poder preventivo del afecto

Ilustración
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Vivir en comunidad, compartir momentos, afectos y emociones con familiares, amigos y conocidos previene la aparición de enfermedades cardiovasculares. Si sucede un accidente cardiovascular, el paciente con mejores redes de apoyo social se recupera mejor y más rápido.

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No se necesita mucha evidencia basada en investigaciones médicas para apreciar el valor de iniciar y mantener relaciones sociales con familiares, amigos y conocidos. Por instinto le rehuimos a la soledad, que es una mala compañía, en especial para la salud cardiovascular, según han concluido múltiples estudios científicos. Incluso, en no pocos casos, la soledad mata. 

Esta certeza comenzó a mediados del siglo XX, cuando investigadores estadounidenses descubrieron que un pequeño pueblo en el estado de Pensilvania llamado Roseto casi no presentaba enfermos ni muertos por accidentes cardiovasculares, que era una de las principales causas nacionales de muerte. Además, el número de delitos que se cometía allí era muy bajo y las peticiones de asistencia social pública eran también escasas. Extraño.

Cuenta Iker Badiola, profesor en el Departamento de Biología Celular de la Universidad del País Vasco (España), en su artículo “El efecto Roseto o cómo las relaciones sociales benefician la salud”, que esta población se originó tras una migración de italianos a finales del siglo XIX. Un grupo amplio proveniente de la localidad apenina de Roseto Valfortore se instaló en Pensilvania, fundó el pueblo y le puso Roseto. Llegaron con su fuerte sentido de comunidad, con sus tradiciones, dietas alimentarias, rituales, hábitos y vicios. En el camino perdieron mucho, se americanizaron, pero les quedó algo que los inmunizó contra las enfermedades del corazón.

Cuando los investigadores supieron de Roseto, mordidos por la curiosidad, comenzaron a investigar las causas de la salud cardiovascular de los rosetianos y barajaron varias hipótesis. Todas se desvanecieron en el camino, como la probable dieta mediterránea asociada con sus orígenes, que habían cambiado por la estadounidense, rica en grasas y carbohidratos, o rastrillaron algún factor genético. Nada. Incluso, los rosetianos eran unos desaforados fumadores de tabaco y bebedores de vino. La mayoría de los hombres padecía enfermedades respiratorias, pero eran adjudicadas a que trabajaban en yacimientos de pizarra, una roca utilizada como material de construcción. 

También analizaron otras poblaciones cercanas, para hacer comparaciones. Seguía el misterio. Hasta que descubrieron que los escasos 2.000 habitantes que conformaban el pueblo “habían construido una comunidad muy cohesionada”. Las casas estaban muy cerca y en ellas vivían miembros de hasta tres generaciones con espíritu de colaboración, existían numerosas organizaciones cívicas en el pueblo y los domingos todos se congregaban en la misa de la parroquia. “Se potenciaba sobremanera el igualitarismo y los más afortunados ayudaban a los más desfavorecidos. En definitiva, el sentimiento de comunidad era extraordinario para una población afincada en un país donde se primaba sobremanera el individualismo”, afirma el profesor Badiola.  

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El corazón humano tiene alma social

¿Cuál es el mecanismo psicofisiológico de la soledad que activa, mantiene y propicia la aparición de enfermedades cardiovasculares? Es la elevación del estrés, que aparece en nuestro cuerpo con la segregación de varias sustancias, entre las que se destaca la hormona cortisol, producida por la glándula suprarrenal, que pone en alerta al organismo para enfrentar situaciones difíciles o de alta tensión, lo que acelera la actividad metabólica. La exposición constante y durante mucho tiempo de la sangre, los tejidos y órganos al cortisol eleva la presión arterial y deprime el sistema inmune; al final, desemboca en afecciones cardiovasculares, como enfermedades crónicas del corazón, infartos y problemas cardio y cerebrovasculares.

Una baja cantidad o calidad de lazos sociales se asocia con inactividad física y consumo de tabaco y con menor autoestima y pocas habilidades para afrontar problemas. Puede reducir el flujo sanguíneo hacia órganos vitales, afectar la manera como se expresan los genes y la capacidad del cuerpo para desactivar la inflamación, que en estado crónico ha sido vinculada con cardiopatías, demencia, artritis, diabetes tipo 2 e incluso con intentos de suicidio (por depresión).

Es decir, que el aislamiento social tiene mayores o iguales repercusiones en la salud, como un factor de riesgo de sufrir enfermedades y muerte temprana, que la hipertensión, la obesidad, el sedentarismo o el tabaquismo.

Viviana Carolina Zapateiro, psicóloga de Colsanitas, afirma que vivir en medio del compañerismo y las redes de apoyo familiar, sentirse parte, protegido y cuidado por una red de apoyo y saberse importante para alguien es un factor fundamental en la salud general y, particularmente, en la salud cardiovascular. Cuando una persona se siente contenta se relaciona con mayor facilidad, su cuerpo libera mayores cantidades de endorfinas (un neurotransmisor que ayuda a aliviar el dolor y aporta una sensación de bienestar) y de serotonina (otro neurotransmisor, relacionado con el estado de ánimo) en el organismo y fortalece su sistema inmunológico. Estas personas reducen hasta en un 50 % el riesgo de muerte prematura.

La entrada “La soledad y el aislamiento son malos para la salud cardiovascular”, del blog Educacionpapps, publicada el 11 de julio de 2016, menciona una investigación publicada en la revista Heart que comprendió “una revisión sistemática de 23 estudios que involucraron a más de 180.000 adultos, durante períodos de entre tres y 21 años”, y que “descubrió que la soledad o el aislamiento social se asociaron con un riesgo 29 % mayor de enfermedad arterial coronaria, y un 32 % más de riesgo de sufrir un ictus. Esta asociación es comparable en tamaño a otros factores de riesgo psicosociales reconocidos en la enfermedad cardiovascular, tales como la ansiedad y el estrés en el trabajo”.

Jane E. Brody, periodista experta en temas de salud de The New York Times, dijo en su artículo “La interacción social es esencial para la salud mental y física”, publicado el 12 de junio de 2017, que John Robbins, autor del libro Healthy at 100 (Saludable al 100), sostiene que un estudio realizado en Estados Unidos desde 1965 hasta la actualidad afirma que “las personas (sin importar la edad, género, prácticas saludables o estado de salud física) que están desconectadas de otras tuvieron aproximadamente tres veces más probabilidad de morir… que las personas con lazos sociales fuertes”. Y que “aquellas con lazos sociales fuertes y estilos de vida poco saludables (como tabaquismo, obesidad y sedentarismo) realmente vivían más que aquellos con lazos sociales débiles pero hábitos de vida más saludables”. Esto en cuanto a la prevención.

Con respecto a la recuperación de eventos como un infarto o una isquemia cerebral, los afectados con fuertes conexiones sociales ⎯considera Clímaco de Jesús Pérez, cardiólogo de Colsanitas⎯ tienen una mayor supervivencia. El apoyo emocional es muy importante, porque muchos resultan con depresión, ansiedad o estrés. Solo una cuarta parte de ellos corre el riesgo de morir en los siguientes tres años, con relación a los que carecen de conectividad social, que son el doble. Su recuperación será más adecuada y pronta. Es el efecto Roseto.

 

 - Este artículo hace parte de la edición 188 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí

 

*Periodista y corrector de estilo de amplia trayectoria. Colaborador frecuente de Bienestar Colsanitas.

SEPARADOR

Donaldo Donado Viloria

Periodista y corrector de estilo de amplia trayectoria.