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Bienestar Colsanitas

La lectura como un acto revolucionario

Ilustración
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Los niños que leen comparten algunas características entre sí: preguntan por todo, cuestionan el mundo y la información que reciben, son curiosos, autónomos, críticos, creativos, escuchan y respetan diferentes puntos de vista.

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H

ace pocos días Violeta se acercó a la biblioteca pública de su barrio en Bello, Antioquia, para buscar apoyo para su campaña como representante de grupo ante el consejo escolar, pues dentro de su plan de gobierno proponía crear un club de lectura. Violeta asistió a un preescolar en el que la lectura era parte fundamental en las rutinas de los niños y niñas, así que cuando pasó al “colegio de grandes” y se dio cuenta de que no había ni libros ni biblioteca, se montó en una campaña para llevar la lectura al colegio. Con la biblioteca de su barrio gestionó una “caja viajera” llena de libros, que pronto llegarán a las manos de sus compañeros.

Comparto mis días con niños y niñas lectores: los que pasan por las bibliotecas en las que trabajo y mis dos pequeños hijos que, sin saberlo, me trajeron al universo infinito de la literatura infantil. En mis últimos años de trabajo he visto pasar por las bibliotecas públicas muchos más niños y niñas que, como Violeta, no conciben su vida sin los libros. La mayoría de estos niños han crecido en medio de relatos, han disfrutado de la literatura en su día a día, muchas veces con la compañía de adultos que los han acercado a la lectura de forma amorosa. Además de esto, comparten unas características, a mi modo de ver, fascinantes: preguntan por todo, cuestionan el mundo y la información que reciben, son curiosos, son autónomos, son críticos, son exigentes en sus lecturas, son creativos, son rebeldes con causa, escuchan, respetan diferentes puntos de vista, inventan historias todo el tiempo, habitan el mundo de la fantasía y al mismo tiempo, comprenden (a veces mejor que muchos adultos) la realidad en la que crecen.

LECTURA REVOLUCIONARIA CUERPOTEXTO

*Ilustraciones por Ana López. Instragram: @cabizbaja_dibujos.

Además de mi trabajo en bibliotecas, empecé a leer a mis hijos en el momento en el que supe que estaba en embarazo del mayor. Desde ese día mi esposo y yo comenzamos a llenar su mundo de libros, lo hici mos solo por el placer de compartir con ese pequeño nuestro amor por estos objetos fantásticos. Un par de años después llegó nuestro segundo hijo, y con él llegaron nuevos libros. Comencé a dedicar buena parte de mis días y mis noches a leer sobre literatura infantil, a conocer editoriales, escritores, ilustradores, propuestas, temáticas, críticos; a preguntarme por los libros que les leía, para asegurarme de poner en sus manos un mundo interminable de posibilidades. 

Con los años he comprendido que la lectura con los niños, la lectura en familia, la lectura en voz alta, la lectura cotidiana es un ejercicio revolucionario. Como madre y como gestora de proyectos bibliotecarios, puedo decir que la lectura con los pequeños es un acto político lleno de amor. Me atrevo a hacer esta afirmación porque hoy observo en mis hijos a dos niños seguros de sí mismos y de sus creencias, capaces de cuestionar a los adultos y de comunicar con claridad sus ideas; dos niños con un montón de amigos a los que quieren y respetan, pero de quienes difícilmente se dejan convencer de lo que ellos no están convencidos. Y uno podría decir que eso no es necesariamente un resultado de la lectura. Hay por supuesto un montón de elementos de crianza, pero sin duda, hay muchos elementos que vienen de la posibilidad de conocer diferentes formas de ver y vivir el mundo. De acercarnos a historias y biografías de grandes mujeres, de adentrarnos en los mundos fantásticos, de viajar a través de los atlas, de reconocer el valor de la ciencia, la importancia de los mitos, la necesidad del arte en nuestra vidas e incluso los horrores de la historia.

Hace pocos días en el colegio de mis hijos también tuvieron lugar las elecciones para representante de grupo y personero del colegio. Llegaron emocionados a contarnos al papá y a mí que pronto habría elecciones y que ellos ya sabían por quién iban a votar: “De los grandes vamos a votar por María Antonia y Mariana, y de los pequeños por Martina”, nos contó mi hijo mayor. “Sí, porque ellas tienen las mejores propuestas”, completó su hermano “¿Y quién más se va a lanzar de los pequeños?”, les pregunté. “También se lanzó Matías, que es mi amigo pero no tiene buenas propuestas, por eso no voy a votar por él”.

Esa conversación me dejó una gran satisfacción: mis dos hijos habían elegido a tres niñas por sus propuestas. Detrás de esto hay un profundo significado sobre la responsabilidad de lo que elegimos, sobre los derechos de la mujer, sobre la honestidad; es decir, sobre la ética. Ayudar a formar niños y niñas con un alto sentido de la ética es, para mí, toda una revolución en estos tiempos.

*Historiadora. Trabaja en el programa de bibliotecas de la caja de compensación Comfama, en Medellín. Administra una cuenta en Instagram que invita a leer en familia: @leoconmishijos.

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