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Bienestar Colsanitas

Dar sopa o no, esa es la cuestión

 Que los bebés aprendan a masticar es uno de los pasos más importantes para su alimentación y la sopa resulta insuficiente para estimular este aprendizaje.

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uevos estudios y la experiencia clínica de especialistas, han demostrado que, después de los ocho meses, no sería lo más adecuado: que no aporta los nutrientes indispensables y que retrasa el proceso de masticación, lo que, a su vez, podría ser una causa de la inapetencia de los niños más adelante.

Pero, ¿cómo un alimento que ha sido considerado por tradición la panacea, se convierte ahora en el enemigo? Para empezar, los especialistas y los estudios demuestran que sobre la sopa no hay verdades absolutas, ni hay que mitificarla, tampoco sobrevalorarla.


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La explicación

Para empezar, hay que tener claridad que la alimentación complementaria introduce al bebé en los nuevos sabores, texturas y que le aporta los nutrientes indispensables después de la lactancia exclusiva. Como indica la Organización Mundial de la Salud, “los alimentos complementarios deben ser ricos en nutrientes y deben administrarse en cantidades suficientes. Los cuidadores deben empezar a introducir estos alimentos a los seis meses en pequeñas cantidades, aumentando gradualmente la proporción a medida que crezca. Los niños pequeños deben recibir alimentos variados, incluidos productos cárnicos, pescado y huevos, con la mayor frecuencia posible. Los lactantes pueden comer alimentos en forma de puré, triturados y semisólidos a partir de los 6 meses; a partir de los 8 meses se puede dar a la mayoría de los niños diversos alimentos que suelen comer con la mano, y a partir de los 12 meses pueden comer en general los mismos productos que el resto de la familia”. 

Entonces, ¿por qué las sopas o licuados no son tan recomendables después de los ocho meses?

De acuerdo con la explicación de la doctora Alicia Cleves, nutricionista de Colsanitas, “las sopas y licuados tienden a volver ‘perezosos’ a los bebés. ¿La razón?: no se esfuerzan en masticar y tragar, lo que no permite el desarrollo de los músculos que intervienen en ese proceso.

Adicionalmente, explica la doctora Adriana Cadena, nutricionista con especialidad en pediatría de la Clínica Colombia de Colsanitas que “los bebés necesitan, para su desarrollo neurológico, aprender a masticar, deglutir (tragar) y desarrollar su sistema digestivo”. Así pues, si al bebé se le da todo licuado y ultra procesado en una sopa después de los ocho meses, no permite que los músculos de la boca se ejerciten y esto hace, como dice la doctora Cleves, que el niño se vuelva perezoso. Lo que las especialistas han encontrado en su consulta con padres que refieren inapetencia en niños de uno a dos años o más, es que se les sigue dando sopas y licuados, por eso insisten en que, después de los ocho meses, reciban alimentos más enteros, cortados en trozos acorde con su edad, que los manipulen, los mastiquen, para que las enzimas que va desarrollando actúen sobre los alimentos y vaya adquiriendo esa maduración neurológica y digestiva. 

Este es el primer punto: las sopas no son un enemigo en sí, son el complemento ideal a los seis meses, pero no desde los ocho. En ese momento, indica la doctora Cadena, “podemos hacer sopas   espesas, que aporten proteínas como carne, pollo, pescado, que tengan una consistencia más gruesa porque a esa edad ya su sistema digestivo le permite masticar; por ejemplo, con carne molida pero no licuada porque sus enzimas digestivas ya le permiten actuar sobre alimentos más enteros para que el bebé aprende a masticar y deglutir. “La sopa no es el enemigo, hay una etapa para cada cosa”, explica. 

El tema es, para las especialistas consultadas, que no se abuse de ellas, que se preparen bajo las recomendaciones de pediatras o nutricionistas y que, finalmente, se pierda el miedo a los alimentos enteros (acorde a su edad y tamaño). Muchos de los padres o cuidadores siguen dando sopas y licuados muy procesados por miedo a que se atoren. El niño, en su crecimiento, puede ir recibiendo alimentos sólidos, eso le dará la adaptación a nuevos sabores, texturas y tamaños de las porciones. 

Sobre ello, la clave está en el tamaño de su mano. Si, en ello. Por ejemplo, una medida de proteína adecuada se calcula con base en su mano. Una porción de carne equivale a la palma de la mano del niño, abierta, mientras que la porción de granos o harinas es el tamaño de la mano empuñada; para las verduras, lo ideal es servir algo proporcional a sus dos puños cerrados.

Aporte nutricional 

El aporte nutricional de las sopas es quizás uno de los puntos más cuestionados. Como indica la doctora Cadena, “si me sigo quedando con el licuado no voy a tener un aporte nutricional completo”. 

La sopa, según explica la nutricionista Alicia Cleves, era un alimento que se daba anteriormente para gente que trabajaba en el campo y no tenía una vida sedentaria; por su arduo trabajo físico, la sopa era una buena opción que aportaba energía para la faena. Hoy, por el contrario, tenemos una vida muy sedentaria de poco esfuerzo físico, por lo tanto, una sopa con abundantes carbohidratos (papa, yuca, arroz) aporta más calorías que nutrientes.

Ahora bien, más allá de la tradición alimentaria en una época de trabajo más rural que urbano, ¿qué aporta y qué no la sopa a un bebé en su proceso de crecimiento?

Una sopa tiende a perder su valor nutritivo por la cantidad de tiempo que se cocinan sus vegetales y el poco aporte de proteínas, y si a ello se le agrega el tema que llena, no nutre y deja al bebé con sensación de llenura, no deja espacio para el seco, es un ingrediente más en la receta que analizan las especialistas.

Los estudios sobre la situación nutricional en población menor de dos años en Colombia indican que hay un déficit de hierro; para contrarrestarlo, es indispensable que los pequeños reciban carne de res, vísceras, pescado, pollo, así que si se le da tan licuado y cocinado se pierden esos nutrientes.

Como dicen las nutricionistas “se debe garantizar una alimentación equilibrada, suficiente y adecuada, como la que tuvo en el vientre materno, así que se deben introducir esos alimentos menos procesados y más enteros a partir de su alimentación complementaria”.

La sopa tiende a ser un mito, afirma la doctora Cadena, “se considera el alimento ideal”, sin embargo, nutricionistas y estudios demuestran que la sobrecocción de sus verduras o proteínas acaban con los aportes de sus ingredientes. 

Tampoco se trata de darle alimentos sólidos desde el principio, explica la doctora, porque hay estudios que demuestran que el bebé, a los seis meses, no tiene las enzimas adecuadas para procesarlos, las va produciendo de acuerdo con su crecimiento, es decir, ni tan allá ni tan acá, dice. 

En su consulta, cuenta, ve a diario niños con poca ganancia de peso porque no hay un buen manejo alimenticio. “Es cuando identifico que se le da prelación a la sopa, y si se toma dos, se lo felicita. Cuando hacemos cambios en su dieta, incluyendo cambios en la sopa su consistencia y no se le dan tantos licuados y líquidos, se ve el progreso”. 

Entonces, ¿se debe dejar de dar sopas? La respuesta es no necesariamente. Pero se deben revaluar su preparación (no tan líquida), su método de cocción (tiempos no mayores a 5 minutos para que las verduras no pierdan sus nutrientes) y aporte calórico (no más de un carbohidrato como papa, yuca o arroz).

Sobre las cremas de verduras, las especialistas opinan que no se deben dar, son licuados que no permiten masticar y tragar, y, además, en la cocción se pierden los valores nutricionales de los vegetales. 

No se trata de odiar las sopas, como Mafalda (el mítico personaje del caricaturista Quino); se trata de saber cuándo, cómo y qué tanto aporta (o no) en la alimentación del pequeño.

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Más productos naturales, menos licuados

Según las recomendaciones de la FAO (Agencia de Naciones Unidas para la alimentación y la Agricultura) las comidas para bebés de 6 a 8 meses deben tener una consistencia de papilla, sopa espesa o puré semisólido, después de esa edad, el puré puede tener una consistencia más gruesa, hasta que el niño empiece a comer alimentos picados en trozos pequeños cuando ya han parecido los segundos molares. (Recordar el tamaño de su mano y, claro, las indicaciones del pediatra o nutricionista).

En cuanto a los vegetales, pueden cocinarse poco, menos de 5 minutos, ojalá en vaporera, con el mínimo de agua ya caliente y hervida, para minimizar el tiempo de cocción. Las espinacas se deben cocinar con el hervor en el caldo donde se hizo la carne; el pollo y la carne que necesitan más cocción, en poca agua para conservar al máximo sus nutrientes y para que la sopa quede con consistencia espesa, eso le permitirá aprender a masticar y deglutir.

La evidencia científica ha demostrado la importancia de brindar una alimentación natural, en lo posible poco manipulada, licuada, para que se adapte a las condiciones fisiológicas y al desarrollo neuromotor del niño, con el fin de que pruebe nuevas texturas y se familiarice con ellas.

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