Hasta el 6 de septiembre, en la galería SGR, se exhibe la instalación de la artista bumanguesa Siu Vásquez. Una obra compuesta de múltiples imágenes suspendidas de una Cacica, sobre la base de papel. Esta muestra se acompaña por un cortometraje que recorre el proceso creativo detrás de esta figura femenina
Entrar a la Sala de Proyectos de la Galería SGR es cruzar una frontera invisible. Afuera queda Bogotá y su ruido; adentro, una constelación suspendida: cincuenta imágenes descendiendo desde el techo verticalmente en distintas alturas. Es la Cacica quien se repite, con manto, rosario entre las manos y rostro sereno. La reiteración no es copia, sino evocación—un gesto que roza lo espiritual. A la distancia, el conjunto parece armónico; al acercarse, se revelan los detalles: cada imagen está compuesta por dos capas de papel grabado.
En la primera se ve el manto de la Cacica con forma de montaña; en la segunda, su figura difusa, como si la intención fuera retratar su sutileza. En apariencia todas son iguales, pero en la percepción, cada una pareciera ser distinta. Esta constelación artística nace de una imagen que conmovió a Siu Vásquez en la iglesia de Sutatausa. Fue construida como un gesto compartido, tejido junto a mujeres artesanas, y se acompaña de un cortometraje que le da voz a su proceso creativo.

La Cacica: un hallazgo que sigue latiendo
La imagen de la Cacica, que la artista Siu Vásquez multiplica cincuenta veces, proviene de un encuentro con esta mujer durante una de sus caminatas ecológicas. Ocurrió cuando visitó la iglesia San Juan Bautista de Sutatausa, tiempo después de su restauración.
Allí se encontró con una pintura mural del siglo XVII, presuntamente realizada por comunidades indígenas de la época, que mostraba la figura de una mujer en actitud de oración y vestida con un manto. Lo que primero llamó la atención de Siu fue su apariencia inesperadamente actual. “Bien podría uno leerla también como una ilustración contemporánea,” dice.
Lo que la conmovió más fue que aquella figura le evocaba, simultáneamente, una relación entre paisaje y protección. “Una similitud con una montaña y la imagen de mi abuela con la ruanita calientita”, señala Siu. No era una simple representación en un contexto religioso, era una presencia que le hablaba desde lo íntimo y lo ancestral. Aunque su vínculo inicial fue a través del textil indígena que envuelve la figura, lo que terminó marcándola fue esa mezcla de ternura, calor y cercanía que se activó en ese primer encuentro. Era como si algo familiar la hubiera estado esperando en esa imagen femenina.
Desde entonces, ha regresado a la Cacica durante varios años. No la repite, sino que la trabaja constantemente. La contempla con paciencia, como quien insiste en una pregunta que no se agota. “Es una imagen que fue observada y ocultada hace mucho tiempo. Así que, ¿por qué no concentrarnos en algo que alberga una riqueza de información?”, afirma Siu. Cada representación que realiza de esta figura es una forma de resistirse a la generación excesiva de imágenes, cuando una sola contiene una profundidad cultural e histórica que merece ser revisitada.
Materia, técnica y montaje detrás de las cacicas
La obra 50 veces Cacica nace del encuentro entre el trabajo artesanal y la materia viva. El papel vegetal que sirve de soporte para cada imagen fue elaborado por la Fundación San Lorenzo -Taller de Papel Barichara. Este colectivo de mujeres condensa más de 25 años de saberes en tejidos con fibras naturales como piña, fique, lengua de suegra y algodón. La técnica utilizada para fabricar el papel, originalmente japonesa, fue apropiada por esta asociación y adaptada a las condiciones del paisaje y su ritmo de trabajo.
Para Siu, la decisión de colaborar con este colectivo partió de una intuición que se volvió necesidad. “Me di cuenta de que la Cacica habitaba en las mujeres… No era una, era muchas”, afirma la artista, aludiendo al momento en que la imagen comenzó a pedir otras manos. Para multiplicar la imagen, recurrió al grabado en punta seca: una técnica occidental que consiste en tallar el dibujo sobre acrílico, entintarlo y transferirlo por presión. “Me interesaba que no fueran representaciones exactas. Cada una tiene su propia entidad, al ser tan artesanales”, explica Siu, reafirmando su apuesta por la multiplicidad más que por la réplica.

Tras cinco años de investigación, siete meses de trabajo artesanal junto al colectivo de mujeres de Barichara y tres días de armado minucioso en sala, el montaje en la galería se reveló como una trama suspendida. Cada figura cuelga del techo, sostenida por piedras, como si flotara. La disposición responde al croquis de la laguna de Fúquene, cuya silueta sirvió como guía para ubicar las piezas desde una perspectiva aérea. Aunque el contorno no se percibe a simple vista, parece imprimir al conjunto una armonía silenciosa, como si la forma del cuerpo de agua respirara en el montaje.
El número cincuenta como señal
La decisión de hacer la imagen de la Cacica cincuenta veces no fue premeditada. Siu solo sabía que quería hacer muchas, pero fue durante el proceso que empezaron a aparecer coincidencias que le dieron sentido a la cifra. “Una de las mujeres que colaboró en el trabajo del papel vegetal me señaló que un rosario —el mismo que aparece en las manos de la figura— tiene cincuenta cuentas”, recuerda Siu. Luego, ella cayó en cuenta de que ya llevaba cinco años trabajando con esa imagen, como si el número se hubiera tejido con el tiempo.
Y al final, fue la propia técnica la que puso el límite a las representaciones de la instalación. “La matriz de grabado, de la cual se hace la impresión, también se fue desgastando y casi que ese número cincuenta coincidía hasta donde se podía ver nítida la imagen”, relata Siu. Así, esa cantidad se volvió parte del cuerpo de la obra; no como una meta, sino como una frontera que emergió en el hacer, en ese espacio donde lo simbólico, lo espiritual y lo material se entrecruzan.


El cortometraje como cuenta de la travesía artística de Siu
Antes de ingresar a la instalación de las imágenes suspendidas, dentro de la misma Sala de Proyectos, el espectador puede entrar a un pequeño cuarto oscuro donde se reproduce un corto documental dirigido por las británicas Eliana Lafone y Rebecca Wilson. Más que narrar, la pieza documental acompaña la instalación de Siu. El video captura momentos íntimos de su proceso creativo detrás de la Cacica, entre caminatas, silencios y gestos compartidos. “Ellas querían que se viera cómo se hizo, pero también cómo se sintió hacerla,” cuenta Siu.
Uno de esos gestos ocurrió en la laguna de Fúquene, cuando la artista dejó que la imagen de la Cacica se hundiera lentamente en el agua. Fue una entrega completamente espontánea, impulsada por el entorno y la sugerencia de las documentalistas que acompañaban el rodaje. “Fue como una liberación muy intuitiva. Yo creo mucho en los rituales cotidianos, esos que ocurren en lo simple y no necesitan parafernalias”, menciona Siu. Sin buscar una ceremonia, la acción adquirió una fuerza notable. Ver a la Cacica fluir en la laguna —de donde nace el río Suárez que atraviesa Barichara— se convirtió en una representación tangible de su tránsito hacia nuevos espacios. Más allá de la iglesia en Suta Tausa, aquel momento dibujó un puente entre dos tierras significativas para Siu: aquella donde nació la imagen y la que hoy habita y desde donde la sigue acompañando.
Y desde ese ritual de entrega en el agua, la imagen siguió su curso. Su travesía, además de cruzar ríos, ha cruzado carreteras y tierras, llegando a Bogotá.
La exposición Cincuenta Veces Cacica está abierta al público en la Galería SGR. La entrada es libre y se puede visitar de lunes a viernes de 10 a.m. a 6 p.m., y los sábados de 12 p.m. a 4 p.m.


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