Las redes sociales pueden ser herramientas valiosas, pero su uso desmedido afecta nuestra atención, sueño, relaciones y salud emocional. El “scroll infinito” —ese hábito de deslizar sin parar— puede volverse adictivo sin que lo notemos. ¿Cómo saber si se trata de un problema? ¿Qué señales debemos observar?
Antes de amanecer con la luz del sol, Alejandra amanecía con la luz azul de la pantalla de su celular. Atrapada en un ciclo de scroll infinito, recuerda cómo deslizaba su dedo hacia abajo sin parar por la pantalla de su celular, viendo historias, fotos y atendiendo a la vibración de notificaciones. Todo mientras repetía que "no tenía tiempo para nada", aunque podía pasar horas viendo reels o pensando qué postear.
Del otro lado de la pantalla, su vida parecía perfecta. A sus 28 años, en 2023, ya trabajaba en uno de los periódicos más importantes de su país, tenía un apartamento para ella sola y una relación estable.

Sus seguidores eran testigos de esa vida que amaba documentar, y la realidad es que ella no se sentía bien. Su relación terminó y eso la quebró emocionalmente. Había sido diagnosticada con un trastorno de ansiedad y depresión, y si bien ya había comenzado un tratamiento, confiesa que prestarle tanta atención a lo que los demás pensaran de su ruptura la estaba afectando profundamente. Además, solía espiar por redes a su exnovio o a su familia, y eso le impedía disfrutar de su presente.
“Pensé que cerrar mis redes me ayudaría a enfocarme en el presente y a seguir con mi proceso, y aunque la primera semana fue difícil, al final realmente me sirvió", me contó Alejandra, nacida en Lima, Perú, a quien conocí en una beca para periodistas en 2022. Ella recuerda que dejar Instagram durante cuatro meses le permitió restarle tanta importancia a los demás y enfocarse más en su propia vida.
Las red flags de una relación poco sana con las redes
Las redes pueden ser herramientas útiles para educarnos, entretenernos o conectarnos con otros. Sin embargo, su uso desmedido puede generar problemas de salud y afectar las relaciones interpersonales. Así lo explica Julio César Redondo, médico psiquiatra adscrito a Colsanitas, con una maestría en prevención y asistencia a las drogodependencias. Su trabajo no solo se centra en las adicciones a sustancias psicoactivas, sino también a comportamientos como las apuestas, las compras, el ejercicio, las redes sociales o hasta las relaciones de pareja.
Para identificar si alguien tiene una relación conflictiva con las redes, el especialista recomienda hacerse preguntas que fomenten la autoconciencia: por ejemplo, si se es consciente del problema o si alguien más ha sugerido buscar ayuda profesional.
Además sugiere explorar si el uso de redes ha afectado la vida privada, de pareja o social, el rendimiento académico o laboral, y si la persona pierde la noción del tiempo al estar conectada.
“Las redes supuestamente son muy sociales; en realidad, resultan muy solitarias. Generalmente, la persona está aislada revisándolas. Por eso es clave tratar de aumentar el tiempo que compartimos con la familia y los amigos, porque las relaciones se pueden deteriorar”, asegura el médico Redondo.

Otro signo de alarma es cuando la persona intenta limitar su uso de redes, pero le cuesta hacerlo. También si se siente irritable o ansiosa al no tener acceso a ellas: “este es otro signo característico y es muy parecido a un síndrome de abstinencia”, agrega el psiquiatra.
Y es que la adicción a las plataformas digitales es una preocupación creciente a nivel global. De acuerdo al portal informativo DataReportal, en promedio pasamos 6 horas y 40 minutos diarios frente a las pantallas. Una cifra preocupante, en especial porque se ha comprobado que la exposición excesiva a pantallas puede afectar el desarrollo cerebral y aumentar el riesgo de trastornos cognitivos, emocionales y de comportamiento en adolescentes y adultos jóvenes.
Tal como Alejandra lo vivió, muchas personas —especialmente niños y adolescentes— pasan largas horas de la noche conectados a las redes, lo que dificulta que puedan conciliar el sueño. Esta es, según el especialista, la razón más frecuente por las que se consulta. La afectación ocurre porque las redes sociales combinan cuatro estímulos que interfieren con el descanso: visuales, auditivos, táctiles y vibratorios.
“Tengo pacientes que intentan dormir, pero están conectados a tres pantallas o más. Es una sobreexposición constante. El problema no son las pantallas en sí, sino el uso indebido que hacemos de ellas”, advierte el doctor Redondo. Explica que si bien el mínimo aceptable de sueño es de cinco horas, lo ideal es dormir entre siete y ocho cada noche.
“En consulta, algunos pacientes jóvenes han manifestado problemas de memoria y temen tener enfermedades como Alzheimer, cuando en realidad lo que tienen es una deuda de sueño provocada por el uso excesivo de redes sociales”, concluye.
Cómo prevenir o tratar la adicción a las redes
Alejandra reconoce que, incluso ahora que ya no tiene un uso problemático con sus redes sociales, todavía le generan ansiedad.
“Son un buen medio para comunicar; al mismo tiempo, una herramienta de doble filo: estás conectada con tu gente y al mismo tiempo generan ansiedad porque estás constantemente a la expectativa de ellos. Mi proceso me ayudó a dejar de estar pendiente del qué dirán, y eso me restó toneladas de ansiedad”, reflexiona la joven de treinta años.
Las redes sociales nos pueden sumergir en un juego de aprobación social que puede afectarnos, sobre todo si tenemos un apego excesivo a ellas.
“Los likes liberan sustancias como la dopamina, que genera placer y motivación, y cuando no se obtienen, ocurre lo contrario. Algunos pacientes publican contenido esperando una determinada cantidad de likes, y si no la alcanzan, sienten tristeza, frustración, enojo y una fuerte sensación de desaprobación”, explica el doctor Redondo.Esta lógica de validación no es casual. De hecho, el documental de Netflix El dilema de las redes sociales, dirigido por Jeff Orlowski, muestra cómo estas plataformas fueron diseñadas deliberadamente para generar adicción. Participan en él expertos como Tristán Harris, exingeniero de Google; Guillaume Chaslot, desarrollador del algoritmo de YouTube; y Justin Rosenstein, co-creador del botón “me gusta” en Facebook.

Ellos advierten que mecanismos como el scrolling o el desplazamiento automático por la pantalla, el diseño visual y sensorial de las notificaciones o la dinámica de los likes están pensados para mantenernos conectados el mayor tiempo posible. Estos funcionan como sistemas de recompensa inmediata en el cerebro que son capaces de estimular la circulación de dopamina a niveles sin precedentes que permiten generar patrones adictivos.
Según Redondo, establecer límites claros y contar con el apoyo del entorno cercano es fundamental. Algunas estrategias incluyen fijar tiempos máximos de conexión, crear espacios libres de pantallas en el hogar, respetar las horas de sueño y recuperar hábitos saludables como el ejercicio, el estudio o la interacción social cara a cara.
“Solo consideraría en una renuncia total a las redes en casos extremos, cuando la persona realmente no pueda parar. Lo que sí plantearía es la renuncia temporal a las aplicaciones que más ansiedad generan, mientras se trabaja en fortalecer la conciencia sobre la adicción”, señala el especialista.
“La idea es recuperar el control sobre las redes, y no que las redes controlen a la persona. Ese debe ser el objetivo: un uso más consciente y equilibrado”, Julio Redondo, psiquiatra adscrito a Colsanitas.
Alejandra volvió a Instagram después de cuatro meses, esta vez desde un lugar distinto. “Ahora tengo muy presente que el tiempo que paso en redes no puede ser mayor al tiempo que dedico a hacer cosas para mí: ya sea cocinar, salir a correr o leer”, relata.
Menos pantallas, más vida análoga

Según la organización de salud HelpGuide, la adicción a redes sociales crea un ciclo negativo: al sentirnos solos o ansiosos, recurrimos a ellas con más frecuencia. Cuanto más las usamos, aumentan los sentimientos de insuficiencia, aislamiento y el temido FOMO (Fear of Missing Out, que en español significa “miedo a perderse de algo”). Esto, a su vez, incrementa los síntomas de ansiedad, depresión y estrés, y alimenta un círculo vicioso del que cada vez es más difícil salir.
“Si tienen ansiedad o simplemente quieren más tiempo para ustedes, no tengan miedo de salirse de las redes. Desconectarse no significa aislarse del mundo. No teman organizarse mejor o buscar ayuda profesional”, dice Alejandra y refuerza algo que la ciencia ya ha demostrado: reducir el uso de redes puede mejorar la salud mental.
“Las redes no pueden dominarte: son una herramienta, no algo de lo que dependas. La vida es lo que pasa todos los días, no lo que está en tu teléfono”, dice Alejandra.
Una investigación reciente de la Universidad de Texas publicada en PNAS Nexus, evidenció el impacto positivo de la desconexión digital. El estudio siguió a 467 personas con una edad promedio de 32 años, quienes permanecieron dos semanas sin acceso a internet, con acceso únicamente a las funciones básicas de llamadas y mensajes.
Los resultados fueron contundentes: el 91 % reportó mejoras en su salud mental, bienestar subjetivo y capacidad de atención. Lo más sorprendente fue que esta última mostró una recuperación equivalente a revertir una década de deterioro cognitivo asociado con la edad. Además, los síntomas de depresión disminuyeron a niveles que superaron los efectos observados en estudios sobre medicamentos antidepresivos.
“Si vas un concierto y cantan tu canción favorita, ¿qué hiciste en ese momento? De pronto por estar grabando, no saltaste, gritaste o abrazaste a la persona que tenías al lado. Luego, ese mismo video lo ves en redes porque todo el mundo lo grabó. Si quieres romper el ciclo de adicción, cuando vayas a un evento o a un lugar que te emocione, en lugar de grabarlo, vívelo. Vívelo de verdad”, comparte Alejandra.
Y es que, en un mundo en el que las redes invaden cada vez más esferas de la vida, reducir su uso y esforzarnos por vivir más espacios presenciales, es un acto de resistencia, autocuidado y de cuidado con el entorno.
Tal vez no necesitamos tantas pantallas ni horas pegados al celular; tal vez lo que realmente necesitamos es nutrirnos del aquí y el ahora, de nuestras relaciones reales y del tiempo con nosotros mismos, aunque nada de eso se vea como una postal perfecta de Instagram ni como un video viral de Tik Tok.



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