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Bienestar Colsanitas

Todo lo que debe saber de la escopolamina

Este alcaloide natural no se limita solo a producir vulnerabilidad y amnesia en la persona intoxicada, su uso más común. También se usa para controlar náuseas, mareos y dolor.

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L

as reseñas en la prensa de personas que han sido víctimas de robo o abuso sexual tras haber consumido escopolamina pueden considerarse mito urbano. Sobre todo porque es bastante difícil comprobar su ingesta en el laboratorio, puesto que cuando el paciente recurre al médico, o denuncia en la policía el ataque, puede haber transcurrido suficiente tiempo como para haber eliminado los rastros de la sustancia en sangre y orina. Sin embargo, los efectos que produce en el organismo no dejan lugar a dudas del origen de la intoxicación. 

Belkis Palacio Villalba, médico magíster en toxicología y farmacología adscrita a Colsanitas, explica que la escopolamina es un alcaloide natural que se encuentra en las plantas del género Datura, nativas de Sudamérica, a las que se le conoce popularmente en Colombia como “cacao sabanero” o “borrachero”. Esta sustancia es el principio activo de un fármaco que se usa en dosis baja para controlar náuseas postoperatorias o mareo por movimiento y, por su acción sedante sobre el sistema nervioso central, también se usa como analgésico, antiespamódico y también tiene utilidad terapéutica para pacientes con la enfermedad de Párkinson. 

ESCOPOLAMINA CUERPOTEXTO
Los síntomas por intoxicación de escopolamina suelen aparecer de una a cuatro horas después de su administración y es común que las víctimas padezcan amnesia de los eventos ocurridos después de su ingesta.

Ahora bien, la escopolamina administrada en altas dosis por vía oral es de fácil absorción, y en menor medida por las vías dérmica, respiratoria y endovenosa. La literatura especializada apunta que “debe emplearse en microdosis (millonésimas de gramo) y tiene una amplia distribución a través del sistema circulatorio, atraviesa la barrera hematoencefálica y llega al cerebro”.  Una vez en el organismo, los efectos y las manifestaciones clínicas dependerán de la dosis administrada, y pueden incluir resequedad en la boca y los ojos, dilatación de las pupilas, visión borrosa, ceguera transitoria, retención urinaria y taquicardia, descoordinación motora, desorientación, convulsiones, arritmia cardíaca, insuficiencia respiratoria, coma y hasta la muerte.

La especialista Palacio Villalba comenta que la sustancia en altas dosis produce vulnerabilidad en las personas afectadas causándole amnesia con un estado de pérdida de la voluntad: “Esto se debe a que la acción de la escopolamina ocurre a nivel de las estructuras del cerebro que conocemos como sistema límbico, y es ahí donde se controlan los recuerdos y las emociones. Específicamente la amígdala es el área del cerebro donde se va a generar la imposibilidad de reaccionar a los estímulos externos y responder de forma defensiva ante el peligro. A eso se debe la actitud complaciente de quienes ingieren la sustancia al ser víctimas de un delincuente”, apunta. 

En Colombia la escopolamina con fines delictivos suele utilizarse combinada con otras sustancias depresoras del sistema nervioso central, como el alcohol o las benzodiasepinas, como forma de camuflaje, porque al ligarla también disminuye la evidente agitación que produce el alcaloide. Esto es lo que se conoce como burundanga, que es la denominación popular de cualquier brebaje hipnógeno.

Los síntomas por intoxicación de escopolamina suelen aparecer de una a cuatro horas después de su administración y es común que las víctimas padezcan amnesia de los eventos ocurridos después de su ingesta: “Esta amnesia se puede extender hasta por 72 horas y puede estar acompañada de déficit de atención, delirio y otras psicosis”, dice la toxicóloga.

Refiere Palacio, quien se desempeña como toxicóloga en la Clínica Iberoamérica de Colsanitas en Barranquilla, que en la mayoría de los casos es difícil tener pruebas de laboratorio confirmatorias de la intoxicación con escopolamina por su rápida excreción y por la carencia de efectivos métodos de testeo en los triages de urgencia. 

Reacción y prevención 

“El manejo clínico va a depender del tiempo transcurrido desde el momento de la intoxicación con escopolamina y de los síntomas del paciente. Lo que se busca inicialmente es estabilizarlo. Cuando la ingesta y consulta se da en un plazo menor a dos horas, se puede colocar una sonda nasogástrica con una dosis de carbón activado para reducir la absorción de la sustancia. Pero cuando la intoxicación es grave, con síntomas como estupor, convulsión, inestabilidad, agitación, hipertermia, taquiarritmias, inconsciencia o no se ha tenido mejoría con el tratamiento inicial, entonces se puede usar un fármaco que se conoce como antídoto de la escopolamina, que es capaz de revertir los síntomas anticolinérgicos asociados a la intoxicación”, explica Palacio Villalba. 

Estudios científicos demuestran que algunas de las víctimas de intoxicación por escopolamina han presentado secuelas de tipo cognitivo y social tras el episodio de pérdida de consciencia, como pueden ser fallas en la atención, en la concentración, amnesia, ansiedad y aislamiento. De ahí la importancia de procurar un seguimiento médico y psicólogo al paciente, una vez que supera la crisis.

Las autoridades policiales y los médicos especialistas dicen que la mejor estrategia preventiva para evitar ser víctima de una intoxicación con “burundanga” es no relacionarse con personas desconocidas que pretenden compartir una bebida, un cigarrillo o una comida, pues estas son formas muy efectivas de administrar el alcaloide. Tampoco dejar vasos o botellas de bebidas abandonados en las discotecas o bares que se frecuenten para luego retomar su consumo. Finalmente, si la persona presenta algunos síntomas como resequedad en boca y ojos, desorientación o confusión debe buscar ayuda inmediata, y en la medida de las posibilidades, atención médica. 

 

Karem Racines Arévalo

Es una periodista colombo-venezolana egresada de la Universidad Central de Venezuela. Llegó a Bogotá en 2011 para escapar de la confrontación política de su país. Después de vivir en la capital colombiana cinco años, decidió mudarse cerca del mar, que tanta falta le hacía, y desde hace dos años vive en Santa Marta. Es docente de periodismo en la Universidad del Magdalena y en la Sergio Arboleda. Es colaboradora frecuente de la revista Bienestar.