Pasar al contenido principal
Bienestar Colsanitas

Síntomas de la disgrafía a temprana edad

La dificultad para diferenciar las minúsculas y las mayúsculas, escribir de derecha a izquierda y las letras ilegibles son algunos de los síntomas de esta alteración neurológica.

SEPARADOR

La disgrafía es una alteración neurológica que puede afectar el desarrollo de niños y adolescentes. Así como la dislexia, está relacionada con limitaciones para la expresión oral y la lectura. Según la doctora Adriana Martínez, neuropsicóloga y profesora universitaria, “la disgrafía se define como un trastorno de aprendizaje específico que surge cuando un niño tiene dificultades con la escritura. Dichas dificultades persisten después de haber alcanzado cierto nivel de escolaridad y se reconocen porque el paciente presenta un atraso en comparación con otros niños de su edad”. 

La disgrafía puede estar asociada o no con la dislexia y con otros trastornos del aprendizaje como la discalculia. Esta última se reduce a las limitaciones para aprender o realizar operaciones matemáticas.

Señales de alarma

Según Álvaro Izquierdo, neurólogo pediatra adscrito a Colsanitas, “Con la disgrafía es posible que el niño hable normal y entienda correctamente el significado de las palabras cuando le hablan, pero que tenga inconvenientes cuando se enfrente al lenguaje escrito”. 

Aunque es posible asociar la disgrafía con algunos impedimentos para escribir vocales en niños de cinco años, las señales de alarma más evidentes llegan cuando ya han alcanzado una edad en la que se espera que sepan escribir relativamente bien; generalmente entre los seis y los ocho años. Dichas señales pueden ir desde confundir una “d” con una “b” en casos leves de disgrafía, hasta olvidar completamente las vocales y sus sonidos de un día para otro. Otras señales de un posible trastorno específico del aprendizaje pueden ser:     

- Caligrafía con un tamaño y estilo cambiante que resulta difícil de leer. 

- Problemas para escribir letras o memorizarlas.

- Dificultad para diferenciar entre mayúsculas y minúsculas.

- Escritura de derecha a izquierda o demasiado lento.

- Omitir letras o invertirlas.

- Romper palabras o pegar unas con otras.

Según Dalia Rodríguez, psicóloga y terapeuta psicomotriz, es muy probable que la disgrafía provoque frustración  en los niños al verse rezagados frente a sus compañeros, y que esto les genere emociones negativas hacia la escritura. 

Por esta razón, algunas señales indirectas de este trastorno también son la baja autoestima, ansiedad al escribir y rechazo por los ambientes educativos como el propio colegio. 

¿Cómo identificarla?

Para identificar la disgrafía correctamente, un especialista deberá hacer pruebas en el niño y descartar otras enfermedades de carácter visual, auditivo, o incluso una dispraxia (dificultad para realizar movimientos corporales que requieren coordinación, como sostener un lápiz), lo que le estaría impidiendo al niño escribir correctamente. “Es posible identificar la dispraxia porque el niño presenta un uso torpe de tijeras y otros elementos, pero no se come letras al escribir”. Aclara Izquierdo. 

Por otro lado, existe la posibilidad de que el niño sufra de otro tipo de trastornos como el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) lo que le estaría dificultando realizar tareas específicas. Por esta y otras razones, la disgrafía no es un trastorno fácil de diagnosticar, lo que hace probable que cada caso deba pasar por diferentes especialidades que pueden ser logopedas, neurólogos pediatras, fonoaudiólogos y psicólogos infantiles. 

Es necesario mencionar que no debe confundirse la disgrafía con la disortografía, que tiene que ver más con el desconocimiento de las reglas ortográficas y una educación o práctica pobre en el ámbito de la lectura y la escritura.

Dysgraphia CUERPOTEXTO

¿De dónde viene la disgrafía?

De acuerdo con el doctor Izquierdo “El funcionamiento del cerebro de un niño con problemas de aprendizaje posee diferencias a las de un niño sano de su misma edad”. Y añade, “en el proceso de la lectura y la escritura, hay áreas especializadas que se activan en el cerebro. En el caso de un niño con disgrafía, se activan áreas distantes o adyacentes, lo que quiere decir que la conectividad de las neuronas no es la más adecuada”.

En ese sentido, dice Martinez, “se sabe que la disgrafía tiene un fuerte componente genético, sin embargo, también puede ser causada por una infección antes o después de nacer, malos hábitos de la madre durante el embarazo (como beber y fumar) o un daño craneoencefálico provocado por un golpe muy fuerte en la cabeza”.  

Como consecuencia, el paciente puede tener limitaciones motrices en manos y dedos, desarrollar problemas en su percepción óptico espacial (que impide interpretar correctamente las formas de las letras) o poseer una escasa percepción visomotriz. Todos estos factores pueden ser claves a la hora de tener un buen diagnóstico, lo que resultaría en un tratamiento adecuado.

Cabe destacar que, según Martinez, “aunque el estudio de la disgrafía como un trastorno específico es reducida y por lo general las estadísticas abarcan a todos los trastornos del lenguaje, es correcto afirmar que su prevalencia alcanza entre un 4 % y 6 % de la población mundial en el caso de disgrafía con dislexia; y un 3 % en el caso de disgrafía individualmente”. Por supuesto, esta incidencia también depende del idioma en que se escriba y el nivel de transparencia que tenga dicho idioma, es decir, que las letras se pronuncien igual independientemente de la palabra en la que estén contenidas.

Tratamientos y asistencia tecnológica

Aunque actualmente los trastornos de aprendizaje no tienen cura, sí existe una serie de estrategias diseñadas para mejorar la conectividad de las neuronas y las habilidades motoras finas a través de terapia personalizada. Al inicio se realizará una evaluación neuropsicológica y de coeficiente intelectual, que dará paso a una secuencia de pruebas que determinen la clase de disgrafia del niño. 

Las pruebas pueden ser de tipo motor (para trastornos psicomotores), de tipo específico (en caso de mala percepción de las formas y desorientación espacial/temporal) o una combinación de ambas. “Si hay una falla motriz las terapias estarían enfocadas al cuerpo, al equilibrio y a la lateralidad. De otro modo, estarían presentes los rompecabezas, los dibujos y algunos ejercicios para manejar el lápiz”. Dice la psicóloga Rodríguez. 

Dentro de las terapias también es posible que se trabaje la conciencia fonológica, realizando ejercicios de escucha y de unión de fonemas, con el fin de facilitar la asociación de las letras con el sonido que tienen al hablar. Adicionalmente, el acompañamiento de los acudientes es vital en una pronta mejoría. “Como padre, se debe evitar hacer comparaciones y presionar al niño. Hay que recordar que este es un proceso que puede tomar varios años dependiendo de la gravedad de la disgrafía”. comenta Rodríguez.

Finalmente, dice el doctor Izquierdo, “aunque este tipo de trastornos acompañan a las personas toda su vida, esto no debe ser un impedimento para hacer una carrera o conseguir trabajo, mucho menos con las facilidades tecnológicas que se tienen actualmente”. Y agrega que, “la posibilidad de adquirir un audiolibro o un programa que escriba por ti mientras dictas es una manera de saltarse esas brechas que pudieran existir”.

 

*Periodista. Colaborador frecuente de Bienestar Colsanitas.

SEPARADOR

Esteban Piñeros Martínez

*Periodista, colaborador frecuente de Bienestar Colsanitas.