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Bienestar Colsanitas

La fauna silvestre nos visita

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Se calcula que en algún momento de esta pandemia hubo más de 3.000 millones de personas encerradas en sus casas. ¿Qué impacto ha tenido el confinamiento sobre la fauna silvestre? Pusimos el ojo en Colombia.

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n paso rápido por las redes sociales nos deja ver algunos de los encuentros que durante la cuarentena han tenido los ciudadanos con animales silvestres. En Bogotá se hizo viral la presencia de un zorro cangrejero en las adyacencias de un conjunto residencial, hay un video que muestra a una zarigüeya con sus crías en Neiva y a un oso mielero en el Huila, en Valle del Cauca fotografiaron a un armadillo en plena avenida y en Casanare grabaron a un oso palmero en la mitad de una carretera.

Así que ejemplos hay muchos, pero ¿es trascendente el impacto que está teniendo el confinamiento de los seres humanos en el comportamiento de la fauna silvestre colombiana? ¿O es más bien un efecto circunstancial y pasajero sin consecuencias ecológicas de largo plazo?

La profesional especializada en Gestión de Especies Silvestres del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Claudia Rodríguez, opina que “cualquier respiro” que se le pueda dar a la naturaleza hay que verlo como positivo: “Aunque sea de forma temporal, tiene una alta incidencia ecológica el hech de que individuos de distintas especies tengan condiciones ideales en sus hábitats, o cerca de éstos, al reducirse drásticamente la contaminación acústica, las basuras y la posibilidad de ser ahuyentados o maltratados. Eso podemos ign orarlo, o tomarlo como una oportunidad para modificar normas ambientales, comportamientos y rutinas que le den una mejor posibilidad de desarrollo a esa fauna urbana”, apunta.

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En el Caribe colombiano, durante estos meses se ha documentado el avistamiento de variadas especies:
osos hormigueros y perezosos; serpientes; aves; venados, caimanes aguja, mapaches cangrejeros, tortugas, ranas y muchos otros, que han salido de las áreas protegidas donde habitan.

La agencia de noticias EFE reseñó unas declaraciones de Miguel Ángel Valladares, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), quien dijo que estos episodios son “cosas normales”, sobre todo en localidades cercanas a parques naturales o reservas. No obstante, consideró que son “anécdotas” que demuestran “que sin influencia humana, la naturaleza va recuperando su lugar”.

Rebeca Franke-Ante, bióloga de Parques Naturales Nacionales de Colombia en la Regional Caribe, coincide con esta opinión poco optimista, porque considera que el confinamiento por pandemia acabará antes de que pueda haber incidencias trascendentes en el aspecto ecológico: “Se trata de un comportamiento temporal. Tan pronto salga el humano a la calle y vuelva el turismo masivo, todos los animales se esconderán, omorirán apisonados por los carros. Es como un pastico que empieza a crecer luego de meses en que no pasa nadie, pero vuelve luego la gente a transitar y se acaba el pasto otra vez. Entonces, este es apenas un lapso muy corto en comparación con el tiempo de impactos negativos generados por el humano en los hábitats de la fauna”, se queja.

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"Cualquier respiro que se le pueda dar a la naturaleza hay que verlo como positivo".

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Claudia Rodríguez opina que la eventualidad del confinamiento por pandemia nos demuestra que los seres humanos estamos obligados a modificar patrones de conducta y usos de los espacios, de tal manera que podamos coexistir armoniosamente con los animales silvestres: “Los asentamientos urbanos no tienen ni siquiera 10.000 años. Quiere decir que ellos llegaron primero que nosotros, y somos los seres humanos los que debemos acomodarnos, perturbando lo menos posible a nuestros anfitriones. ¿Cómo? Modificando políticas públicas de construcción, de vivienda, de transporte y de turismo, por ejemplo, en las que le demos oportunidad a nuestra diversidad faunística para coexistir en el espacio que compartimos”, comenta.

Otros beneficiados por este encierro de los humanos pueden ser las aves rapaces y otros animales que reciben constantemente en sus áreas de vivienda la visita de turistas, excursionistas y cazadores. Al disminuir la presión humana en estos sitios, es probable que haya un impacto positivo en los procesos de reproducción de la fauna durante esta temporada, pero en cuanto llegue el desconfinamiento también volverá la perturbación.

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La cifra:1.203 especies están en peligro serio de extinción en Colombia.

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Biodiversidad en tránsito

La Secretaría de Ambiente de Bogotá, en un comunicado, explica que la capital colombiana tiene una “condición excepcional” en materia de biodiversidad, puesto que los Cerros Orientales, humedales, parques, quebradas y ríos son espacios apropiados para el hábitat de especies silvestres. Entonces, en esta época de confinamiento obligatorio causado por la covid-19, aprovechando la ausencia del ruido y de las luces propias de la actividad humana, los animales pueden sentirse tentados a caminar por sitios donde no se les veía comúnmente.

Por eso, las aves endémicas, culebras sabaneras, ranas, tigrillos lanudos, ardillas, zorros perrunos y coatíes son algunos de los especímenes que podrían caminar desprevenidos por las calles y carreteras, sobre todo en el norte de la ciudad.

Guacamaya

Otros beneficiados por este encierro de los humanos son las aves rapaces y otros animales que reciben constantemente en sus hábitats la visita de turistas, excursionistas y cazadores.

Medellín es otro ejemplo que cita la funcionaria del Minambiente, refiriéndose a lo cerca que están los animales silvestres de los centros poblados, por tratarse de una ciudad asentada en la parte más ancha del Valle de Aburrá, en la cordillera Central de los Andes. Casi el 70 % de su extensión es suelo rural (218 km2), con abundantes ríos y quebradas que sirven de refugio a fauna silvestre. Por eso no es de extrañar que ante la ausencia del elemento peligroso (la gente) y sin ruidos, cualquiera pueda encontrarse con ejemplares de zarigüeyas, gavilán pollero, guacamayas y micos, que se desplazan varios kilómetros de los sitios en los que regularmente están.

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 ¿Qué hacer para protegerlos?

Ante la presencia de algún espécimen silvestre en Bogotá, el gobierno distrital recomienda:

Mantener una distancia prudente. 
Respetar su espacio.
No arrojarle objetos.
No mantenerlos en cautiverio.
No dejar residuos sólidos en las calles que pueden afectar su salud.
Si llega a identificar algún animal silvestre desorientado, perdido o en riesgo, comuníquese de inmediato a las líneas celulares 3188277733, 3183651787, 3187125560 o 3182616876. Un equipo de biólogos, veterinarios y zootecnistas de la Secretaría de Ambiente está disponible para atender cualquier emergencia que se pueda presentar con la fauna de la ciudad.
En otras partes del país la recomendación es establecer contacto con las corporaciones regionales, secretarías de ambiente de los municipios o la Policía Nacional.

Aves

Aprovechando la ausencia del ruido y de luces, los animales pueden caminar por sitios donde no se les veía.

En el Caribe colombiano, durante estos meses de aislamiento obligatorio, Parques Nacionales Naturales de Colombia ha documentado el avistamiento de osos hormigueros y perezosos; serpientes como coral, boa constrictor, ‘limpiacaminos’ o ‘bejuquilla’; aves como el paujil, colibrí, mirlas, guacamayas, gavilanes y pelícanos; venados, caimanes aguja, mapaches cangrejeros, tortugas, ranas y muchos otros, que han salido de las áreas protegidas que habitan.

“Los animales salvajes no le temen a las construcciones, sino a los seres humanos y la contaminación que generamos. Aun cuando los edificios gigantes pueden representar barreras que algunos animales no están en capacidad de superar, es posible que otros busquen refugio en estos sitios ahora que han estado desocupados. Por eso, cuando volvamos a la normalidad tendrán que ser hábiles, y nosotros considerados, para no hacer traumático su retorno a los hábitats de siempre”, advierte la experta de Minambiente.

FaunaHOME

Malas noticias

Juan Carlos Jaramillo es biólogo con doctorado en biodiversidad y fundador de la Red Colombiana de Seguimiento de Fauna Atropellada. Él dice que durante la pandemia se detuvieron muchos de los procesos de conservación e investigación que adelantan fundaciones, ONG, universidades e instituciones estatales. La imposibilidad de permanecer en el campo de trabajo también frenó el avance de esos estudios científicos, que pretenden generar acciones para proteger la biodiversidad en el país.

“Otra mala noticia es que como medida para evitar la propagación del virus también se redujeron al mínimo muchos de los programas de vigilancia y control en los bosques y los océanos. Entonces esto propicia actividades ilegales como el tráfico de fauna silvestre, la deforestación, la tala o la caza de especies protegidas”, apunta Jaramillo.

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"Los animales salvajes no le temen a las construcciones, sino a los seres humanos y la contaminación que generamos".

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Finalmente, otros dos efectos negativos del encierro de las personas es que, por una parte, la novedad de estar en contacto con animales que usualmente no están al alcance de los citadinos puede despertar el impulso de cogerlos, en un intento desacertado de adoptarlos como mascotas. Y la otra es que las especies más adaptativas, que suelen alimentarse de desperdicios que dejaban en sus rutinas diarias los humanos antes del virus, enfrentan la dificultad de tener que buscar más lejos y durante más tiempo su comida. Siempre, unos ganan y otros pierden.

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Karem Racines Arévalo

Es una periodista colombo-venezolana egresada de la Universidad Central de Venezuela. Llegó a Bogotá en 2011 para escapar de la confrontación política de su país. Después de vivir en la capital colombiana cinco años, decidió mudarse cerca del mar, que tanta falta le hacía, y desde hace dos años vive en Santa Marta. Es docente de periodismo en la Universidad del Magdalena y en la Sergio Arboleda. Es colaboradora frecuente de la revista Bienestar.