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María Gabriela Méndez

Alimentta: cocinar como un acto de amor, placer y bienestar

María Gabriela Méndez tiene una conexión íntima con la cocina. En su taller Alimentta, ese vínculo se transforma en una experiencia de bienestar, inspiración y creatividad. Aquí, cocinar es un acto de amor.

Desde que tiene memoria, a María Gabriela le gusta cocinar. Fue un hábito heredado de sus padres, quienes preparaban platos elaborados para ella y sus hermanas, y convirtieron la comida en un ritual familiar. Ese gusto por el buen sabor creció con los años y la llevó a aprender repostería de manera autodidacta y a experimentar con recetas de distintos lugares del mundo, y más adelante, a experimentar con platos de todo tipo. 

Trabajó como periodista y editora por muchos años, y la cocina nunca dejó de estar presente: era su espacio de disfrute, curiosidad y conexión. Durante las horas de almuerzo en su trabajo, sus compañeros solían preguntarle cómo preparaba los platos que llevaba y más de una vez le sugirieron que dictara clases. Esa idea, en un principio lejana o absurda, empezó a tomar forma mientras se preguntaba cada vez con más frecuencia: “¿Cómo sería si me dedicara solo a cocinar?”. Sin embargo, fue después de la pandemia que finalmente decidió dar el salto.

“Siento que tomé una decisión adecuada. Ya no valía la pena seguir esperando. Yo creo que uno debe perseguir sus sueños, y el mío, en este momento de mi vida es dedicarme a la cocina”, cuenta María Gabriela.

Para ella, cocinar no es una tarea mecánica ni una obligación diaria para sobrevivir. Es una forma de conectar consigo misma y con los demás. “Cocinar es sentirte bien con lo que estás consumiendo, saber que lo hiciste con tus propias manos, que es sabroso y que te da placer”, añade. Ese es el propósito de su taller de cocina Alimentta: motivar a las personas a cocinar y recordarles que en la cocina también hay espacio para sentirse mejor. 

Entre los talleres que María Gabriela ofrece hay cursos de pasta rellena —una de sus especialidades, aprendida y perfeccionada entre libros, práctica y su paso por Italia— de comida libanesa y de comida mexicana. Enseña lo que conoce bien, lo que ha cocinado una y otra vez, con confianza y generosidad. “Quiero que la gente deje volar su imaginación, que use su creatividad, invente su propio plato. Deseo que Alimentta sea un espacio de distracción, entretenimiento y conexión, de encontrar en esta actividad un placer enorme”, añade.

Cocinar sin fórmulas, sin juicio, sin prisa

Más que seguir una receta al pie de la letra, en Alimentta se invita a explorar, crear y soltar el miedo a equivocarse. Por eso también hay talleres pensados para quienes dicen no disfrutar la cocina: espacios sin juicios ni presiones, diseñados para reconectar con el placer de lo casero. Y como María Gabriela está convencida de que el vínculo con la comida se siembra desde la infancia, también ha creado clases para niños y adolescentes, con el deseo de cultivar una relación amorosa y libre con los alimentos desde temprano.

“Aunque la comida se la coman en cinco minutos, todo el tiempo que invertiste en prepararla tiene un efecto en tu mente y en tu ánimo”, asegura. Cocinar, dice, puede ser una forma de meditar con las manos, de cuidar a otros sin palabras, de dejar una huella duradera. Muchas personas recuerdan un plato que solo probaron en su casa, incluso años después. Porque el sabor emociona, conecta, permanece. Y ese poder, para ella, merece ser compartido.

Una forma de resistencia y rebeldía cotidiana

Para María Gabriela, cocinar también es una manera de plantarse frente al ritmo acelerado del mundo. Es su forma de resistencia y rebeldía cotidiana:

“A menudo, cocinar se me parece más a un acto de resistencia, la forma que encuentro de rebelarme ante un mundo sin tiempo para el disfrute de los pequeños gestos cotidianos.

Cuando decides ir al mercado, escoger con delicadeza cada vegetal, dedicarle unos segundos a mirar, oler, tocar, cuando ves un ingrediente que no tenías en el radar y de pronto te acuerdas de ese plato que probaste en un restaurante hace tiempo, estás dando la batalla, estás resistiendo ante la presión que te increpa y empuja a elegir la rapidez y la facilidad.

Cocinar es una forma de meditación activa: tienes los cinco sentidos a merced del plato que estás haciendo. Esos preparativos me entusiasman tanto como meter las manos en la masa. 

Cocinar es, como decía, un acto de rebeldía. Es muy fácil abrir cualquiera de las apps de domicilios y elegir en un mar de ofertas. De hecho, a veces es tal la variedad que es difícil decidirse por una. No estoy condenando su uso, yo misma he salido del paso con alguna vianda un día que no quería cocinar. Pero si nos resistimos a ese impulso, si lo doblegamos y dejamos de escuchar los cantos de sirena que nos grita que será fácil y rápido’ entonces comenzaremos a escribir otra historia. 

Tengan la certeza de que han escogido el camino difícil y demorado. Y eso, solo eso ya es como un shot de adrenalina. Disfruten el subidón, la satisfacción del trabajo bien hecho, el paladar diciéndoles que fue una buena decisión.

La comida del medio oriente es laboriosa, pero sobre todo es abundante y muy generosa, el tiempo que le dediquemos a prepararla será recompensado con creces. Al final, no solo nos reconfortarán sus sabores sino la satisfacción de haberlo hecho con nuestras manos”.

–María Gabriela Méndez.