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Ilustración café de la muerte

Un café para hablar de la muerte

Ilustración
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Los encuentros informales entre ciudadanos para romper con el tabú en torno a la muerte, por medio del diálogo, han tomado fuerza a raíz de la pandemia del Covid-19. Aquí le contamos de qué se tratan.

Aparentemente, hemos retornado a la “normalidad” después de la pandemia.  Pero ahora es cuando comenzamos a redimensionar su impacto colectivo. Para muchos fue una manera irremediable de ver a la muerte cara a cara. Por eso en España los death cafe o cafés de la muerte han tomado más fuerza como una alternativa para procesar la muerte en comunidad. En marzo del 2021, Miryan Wodink, una psicóloga clínica especializada en cuidados paliativos, organizó los primeros death cafe de Madrid. "Convocamos por redes sociales y a través de amigos. Llegó gente que con la pandemia había visto fallecer a varias personas y estaban muy afectados", declara en una entrevista.

Durante esa época, la mayoría de eventos fueron virtuales debido a los protocolos de bioseguridad y algunos encuentros continúan haciéndose así. Sin embargo, para muchas personas es clave asistir a los espacios físicos para conectar con distintas realidades, mirarse a los ojos y escuchar la voz sin interferencias digitales. 

Los death cafe se inspiran, precisamente, en la costumbre europea de conversar en lugares públicos sobre temas de interés social. “Existía, por ejemplo, un café philo, para hablar de filosofía, o el café scientifique”, explicó en una ocasión el británico Jon Underwood, fallecido en el 2017. Jon era diseñador web y fundó el movimiento de los death cafe a partir de las ideas de un sociólogo suizo llamado Bernard Crettaz, quien organizaba los cafés du mort desde el 2004. 

En septiembre del 2011, Jon hizo realidad  su propia versión de estas reuniones con ayuda de su madre, una psicoanalista de profesión. Ambos adaptaron y actualizaron el concepto, con algunas variaciones, para realizar los death cafe en cualquier parte del mundo a través de la página web deathcafe.com. Los catalogaron como una “franquicia social”.

Según las reglas, los encuentros deben ser gratuitos, se respeta cualquier sistema de creencias y se evita el proselitismo. No hay una agenda o tema definido a discutir con respecto a la muerte y tampoco hay que llegar a alguna conclusión determinada. La presencia de té, café o algún bizcocho es de suma importancia por las costumbres británicas de su fundador. Él mismo decía: “Nada causa más impresión en las personas vivas que el acto de compartir comida y bebida”

¿Dónde están los death cafe en Colombia?

Mariana García es una psicóloga de Medellín con un magíster en Psicología Comunitaria. Conoció los death cafe durante su entrenamiento en el Reino Unido como doula para el final de la vida. Durante la pandemia participó en algunos de estos eventos en España, exclusivamente dirigidos a profesionales de la salud y de servicios funerarios y decidió convocarlos también en Colombia: “Se iniciaron como encuentros virtuales y pudo asistir gente de toda Latinoamérica. Luego empezamos con los presenciales. Hemos hecho hasta pícnics en el Jardín Botánico”.

En Bogotá, Ivonne Tashko, ingeniera de sistemas interesada en cursos de tanatología, también se prepara como doula de transición vida-muerte con la Fundación Elisabeth Kübler-Ross (experta en cuidados paliativos y duelos), en México. Desde la fundación le sugirieron crear sus propios grupos de discusión. Ya ha realizado dos encuentros en el 2023: “Entré a la página y me inscribí. Se toman una semana para revisar que no se estén infringiendo los lineamientos y luego aprueban la publicación”, afirma.

En teoría, un facilitador de death cafe puede ser cualquier persona que tenga habilidades para moderar grupos, hacer labores logísticas y resolver imprevistos. No tiene que ser un profesional calificado en temas terapéuticos o psicológicos. Sin embargo, es común que los inicien personas con una sensibilidad especial sobre el tema y experiencias que los hayan llevado a ese camino.

“Todo empezó cuando despedí en la clínica a un amigo con cáncer. Durante esa hora que compartimos, sentí que él me había dado tanto amor, algo que no puedo poner con palabras, algo inefable. Una comprensión de la vida y de la muerte que no puedo explicar, una apertura”, cuenta Ivonne. Para ella, los death cafe son “un espacio para sanar y compartir, para escuchar de manera profunda y atenta al otro, poder hablar y expresarnos con libertad y confianza”.

En deathcafe.com se insiste en que el propósito de estos espacios no es terapéutico. Sin embargo, forman parte de un movimiento mundial (especialmente en Europa, Canadá y Estados Unidos) que busca complementar el acompañamiento profesional y médico a través de “comunidades compasivas” dando herramientas a la sociedad para empatizar, contener y cuidar a personas en situaciones cercanas a la muerte, duelos, pérdidas o enfermedades terminales. Ivonne resume: “Tenemos que apropiarnos de la muerte en lugar de delegarla solo al hospital o la funeraria”. 

La muerte como parte de la vida: más allá del tabú  

En el budismo tibetano se practica una meditación diaria como preparación para la propia muerte. Sin alejarnos tanto, en Latinoamérica siguen vigentes ciertos ritos funerarios en los que se tiene contacto directo con los cadáveres, como pasa en La Guajira. O las festividades mexicanas, con sus altares de muertos. La muerte es algo cotidiano, aunque en gran parte de Occidente sea un tema incómodo.

Durante el último death cafe bogotano, un hombre que ha estado varios años  enfermo reflexionó sobre lo que dejará como legado a su familia. Citó un parlamento de Aquiles en la película  Troya: “Los dioses nos envidian porque somos mortales y cada instante nuestro podría ser el último. Todo es más hermoso porque hay un final. Nunca volveremos a estar aquí”.

Una joven que acaba de terminar una relación dice que para ella cada duelo es una “pequeña muerte”: de lo que fuimos, de lo que hemos tenido, a lo que nos aferramos. Siente que estas pérdidas son una especie de entrenamiento para afrontar la muerte definitiva.

Para otra asistente, en una etapa más avanzada de la vida, es importante resolver los asuntos pendientes. Quisiera conversar con su hijo sobre su testamento, temas prácticos sobre cómo será su despedida, pero hasta ahora el death cafe ha sido la única vía para exteriorizar estas inquietudes.

Ivonne Tashko dice: “La muerte no tiene mapas, por eso genera tanta angustia en quienes vivimos inmersos en una cultura tecnológica que necesita instrucciones y pasos para todo”. El tema es muy amplio y nos lleva a territorios desconocidos. Por el momento, siempre habrá una taza de bebida caliente y algo dulce esperándonos.

- Este artículo hace parte de la edición 192 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

Carolina Antonia Rojas

Periodista, copywriter, profesora de yoga y ciclista urbana.