Pasar al contenido principal
envejecimiento

¿Son señales de envejecimiento o problemas de salud mental?

Olvidar palabras, tener ataques de ira, ignorar un evento importante o despistarse son algunos rasgos que podrían presentarse en la edad madura y causar inquietud. ¿Cómo identificar si se trata de un proceso natural o de un padecimiento mental?

Andrea, de 46 años, tuvo una fuerte discusión con su madre, de 80. Ambas salieron para un procedimiento quirúrgico de Andrea. Llegaron a una casa ajena, lo que representó un cambio de rutina: una cocina desconocida en la que no encontraban las cosas; un sitio donde Inés, la mamá, se sentía desubicada. La tensión fue creciendo hasta que estalló y tuvieron que regresar a casa.

Andrea se preocupó, pues pocas veces había tenido roces de este tipo con su madre. En los últimos años ha notado cambios de conducta en ella: “Se torna repetitiva con temas específicos que le interesan. También habla mucho más de ella y escucha menos a los demás. Retoma muchas historias del pasado y, a veces, “adorna” esos recuerdos fantaseando o exagerando detalles”. Aparte de eso, Andrea encuentra a su madre bastante lúcida y funcional.

Para Diana Carolina Rodríguez, neuropsicóloga y directora del programa Versania. Cuidado y Vida, de Keralty, es muy importante tener presente que “en cada una de las etapas de la vida la mente se comporta diferente para adaptarse al momento y a las circunstancias”.

Una breve explicación sobre la mente 

La mente es definida por la neuropsicología como el conjunto de funciones cognitivas que incluyen el lenguaje, la percepción (lo que captan los sentidos), la atención, las emociones y la memoria. “Las cosas que nos generan mucha emoción y a las que le ponemos suficiente atención son aquellas que se fijan en la memoria”, explica la doctora Rodríguez. 

Existen varios tipos de memoria: la memoria a corto plazo, la de trabajo u operativa y la de largo plazo. La memoria a largo plazo está compuesta por la memoria semántica o lo que coloquialmente llamamos conocimiento o cultura general. También está la memoria episódica: lo que recordamos a partir de nuestros sucesos biográficos. Es única y exclusiva en cada persona. Tenemos, además, una memoria implícita que evoca lo que aprendemos y hacemos  automáticamente, sin detenernos mucho (comer, hablar, manejar, etc.).

Lo que almacenamos en la memoria es procesado a través de las funciones ejecutivas: el razonamiento abstracto, el razonamiento concreto, la capacidad de crear y la capacidad de análisis complejo y simple. Todas inciden de forma directa en la facultad para hacer correctamente las actividades cotidianas.  

A medida que envejecemos las conexiones entre neuronas disminuyen y se pierde masa cerebral en un proceso natural que inicia desde el nacimiento.

¿Cómo funciona el cerebro de un adulto mayor?

Hay características que, popularmente, se atribuyen a la edad madura. El dicho “Más sabe el diablo por viejo que por diablo” se refiere a la sabiduría, esa  memoria semántica acumulada con el paso de los años, que deja poco espacio para recordar eventos poco trascendentes. En contraste, un cerebro mucho más joven posee menos memoria semántica por la falta de experiencia vivida, pero tiene una alta capacidad de recoger detalles para almacenarlos en la memoria episódica. 

También es normal que el tiempo de concentración en una actividad específica disminuya y que haya poca capacidad de hacer varias tareas a la vez. “Es probable que esto cambie en las futuras generaciones de adultos mayores que, en la actualidad, ejercitan constantemente la ‘atención dividida’ por el modo de consumir información en las redes e Internet”, apunta la doctora Rodríguez.

La percepción también puede verse afectada por el deterioro de los sentidos. Por ejemplo, es común la dificultad para percibir voces agudas a través del oído e, incluso, pueden presentarse problemas con el gusto y el olfato que alteren las preferencias y los hábitos alimenticios.

“En el aspecto emocional se vive una crisis existencial tan intensa como la adolescencia, pero con interrogantes muy distintos: ¿Hice todo lo que quise en mi vida? ¿Estoy satisfecho? Puede haber una sensación de soledad porque los familiares están ocupados y los amigos empiezan a fallecer. Al ser generaciones condicionadas a controlar sus emociones y no exteriorizar sentimientos, suelen aislarse y sentir culpa. Esto se puede transformar en irritabilidad, frustración o tendencia al llanto”, comenta la neuropsicóloga. 

¿Cómo saber cuando algo realmente está fallando?

A medida que envejecemos las conexiones entre neuronas disminuyen y se pierde masa cerebral en un proceso natural que inicia desde el nacimiento. Según la OMS, a partir de los 65 años las personas podrían ser más vulnerables a sufrir algún tipo de demencia. Factores como hipertensión arterial, diabetes, obesidad, consumo excesivo de alcohol y tabaco, depresión, estrés, aislamiento y sedentarismo pueden aumentar el riesgo.

Existen pruebas de neuropsicología que evalúan de manera aproximada el estado de las funciones cognitivas. El método clasifica por edad: viejos jóvenes (de 60 a 70 años), viejos (de 70 a 80) y viejos viejos (de 80 en adelante). También por el nivel de escolaridad y la reserva cognitiva, determinada por profesión, oficio, estudios o qué tan activa fue la mente del paciente a lo largo de su vida. 

“Actualmente se están haciendo investigaciones para ver cómo funcionan los cerebros de 90 años en adelante, ya que las expectativas de vida suben cada vez más y, precisamente, el mayor factor de riesgo para la demencia es la edad”, recalca la doctora Diana Carolina. “Determinar si está pasando algo anómalo requiere de mucha observación por parte de familiares y gente cercana; comparar cómo era esa persona antes y cómo es ahora”, añade.

“En cada una de las etapas de la vida la mente se comporta diferente para adaptarse al momento y a las circunstancias”.

Algunas señales para prestar atención y acudir a un especialista:

  • Olvido constante de objetos o acontecimientos muy recientes.
  • Desorientación en lugares conocidos.
  • Pérdida de la noción del tiempo.
  • Dificultad para resolver problemas o tomar decisiones sencillas.
  • Problemas para seguir una conversación o recordar palabras. 
  • Confusión al realizar tareas habituales.
  • Errores al calcular visualmente distancias entre objetos.

Según la OMS, los estudios demuestran que ciertos hábitos pueden reducir el riesgo de padecer deterioro cognitivo y demencia:

  • Hacer ejercicio regularmente.
  • Tener una dieta balanceada.
  • No consumir tabaco ni alcohol. 
  • Aprender cosas nuevas, estudiar algo placentero.
  • Encontrar un pasatiempo, arte manual u oficio.
  • Tener una vida social activa.
  • Exteriorizar las emociones conversando, en terapia o a través del arte.
  • Mantener una tensión arterial y niveles de colesterol y glucemia adecuados.

Eaedem res maneant alio modo. At hoc in eo M. Non potes, nisi retexueris illa. Scrupulum, inquam, abeunti; Quantum Aristoxeni ingenium consumptum videmus in musicis?

- Este artículo hace parte de la edición 192 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.

Carolina Antonia Rojas

Periodista, copywriter, profesora de yoga y ciclista urbana.