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Bienestar Colsanitas

La perfección no es perfecta

Ilustración
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El viejo sueño de alcanzar la excelencia se convierte en una dictadura para muchas personas. No hay campo vedado para su dominio; es más una muestra de defectos y carencias, que de virtudes.

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La ilusión de la perfección y su búsqueda están en el centro de la cultura y de la naturaleza humana, “somos del mismo material del que se tejen los sueños…”, dijo el escritor inglés William Shakespeare. Estamos hechos del sueño de la perfección. Miles de años antes, Aristóteles, en su libro Metafísica dedicó un capítulo a hablar de lo perfecto. Dijo: “… El mérito de un ser es igualmente una perfección. Una cosa, una esencia es perfecta, cuando en su género propio no le falta ninguna de las partes que constituyen naturalmente su fuerza y su grandeza…”.

Desde el primer resplandor de los tiempos, el ideal de la perfección ha cruzado toda actividad humana. Incluidas la filosofía, la religión, las artes, los oficios, la ciencia y la vida cotidiana. En cada época histórica el concepto de lo insuperable ha sido diferente. Hoy es un modelo de vida, de apariencia. Se ha impuesto y persiste una maquinaria manipuladora a favor del esfuerzo diario de superarse a sí mismo, que engarza a fondo perfección y éxito, felicidad y perfección en todos los ámbitos de la vida: familiar, laboral, social, profesional, etc. El perfeccionismo parece que se ha adueñado de una gran parte de la sociedad. Como si se tratara de una de las nuevas religiones laicas.

Hasta más no poder

En el campo de la psicología actual, hay una concepción sana o adaptativa del perfeccionismo: la creencia de los seres humanos de que podemos alcanzar la excepcionalidad, lo que nos motiva a obtener lo mejor de cada uno. Puede ser una cualidad deseable en un momento determinado. Pero hay otra idea desadaptativa, malsana, que surge cuando provoca tensión o ansiedad. “Es establecer altas expectativas o estándares personales muy elevados que se acompañan de una autoevaluación muy crítica al cometer errores. Por lo general se considera como un factor de vulnerabilidad y está asociado con la duda y con diversas patologías (depresión, trastorno obsesivo-compulsivo, fobias o ansiedad)”, afirma Viviana Carolina Zapateiro, psicóloga de Colsanitas

En cuanto a sus orígenes o eventos desencadenantes se encuentran experiencias psicoemocionales traumáticas sufridas en la infancia, en la familia, en la escuela, en la sociedad (con palabras, expresiones o tratos muy rígidos, autoritarios, sobre las formas como se enfrentan o se revisan los errores).

Hay un modelo multidimensional del perfeccionismo. Una dimensión es el perfeccionismo autorientado o la exigencia a sí mismo de hacer todo de forma extraordinaria, de evitar fallos y equivocaciones. La persona se autoimpone estándares que considera lo llevarán al éxito. 

La psicología la asocia con errores de pensamiento o sesgos cognitivos; otra dimensión es el perfeccionismo orientado a evaluar y criticar el comportamiento de los demás, a exigirles que actúen de una manera perfecta, al tiempo que se exhibe una incapacidad para percibir los propios errores; la tercera dimensión es el perfeccionismo socialmente prescrito, es decir, cómo los demás me perciben a mí: “¿cumplo con los estándares impuestos por otras personas? Si no los cumplo, las demás personas me van a rechazar”. 

Esto revela un desajuste emocional muy evidente. Aquí entran en juego las redes sociales (la exhibición pública de lo que consideramos como logros, incluso a costa de la intimidad). “Este tsunami de perfeccionismo parece orientado no a la propia satisfacción, sino a la validación y el reconocimiento por parte de los demás”, dice el escritor Pablo Cerezal en su artículo en línea La trampa del perfeccionismo.

PERFECCIONISMO CUERPOTEXTO

En el plano individual, íntimo, cuando el perfeccionismo es excesivo, tóxico, se habla de trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo, caracterizado por una preocupación perturbada por el orden, los detalles triviales, el control propio y de los demás, las reglas exhaustivas, los horarios inamovibles, la organización extrema y las listas de tareas, sin espacio para la flexibilidad, la eficiencia o el abrirse a ideas distintas, lo que acaba por incidir en la finalización de una tarea, proyecto o actividad, porque se pierde de vista el objetivo principal. Los hombres son más proclives a padecerlo. Varios estudios consideran que en Estados Unidos afecta entre el 2 % y casi el 8 % de la población en general.

Este trastorno de personalidad no implica vivir en un estado de ansiedad permanente, como la víctima de obsesiones o compulsiones incontrolables, sino que por lo general los afectados se sienten cómodos con su comportamiento obsesivo compulsivo, “porque creen que es necesario para lograr sus objetivos de orden, perfeccionismo y control”, afirma Mark Zimmerman, psiquiatra del Rhode Island Hospital (EE. UU.), en su artículo en línea Trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva.

Se miran en el espejo de los dioses

En su vida diaria son rígidos, tercos y dominantes. Le aplican hierro a todo. Contra la fragilidad que nos constituye. Se mueven con ideas irracionales (“es todo o nada”, “las cosas se hacen así o así”). Destilan baja autoestima y buscan la aprobación de los demás. En sus labores diarias no usan bien el tiempo (repasan demasiado sus ejecutorias), dejan los procesos más importantes para el final, no saben delegar funciones o tareas ni trabajar en equipo. Muestran dificultades para enfrentar los problemas. Se dedican en exceso al trabajo y a la productividad, sin tener razones económicas de fondo. Por el exceso de estrés que soportan, terminan agotados, “quemados”.

Piensan que no tienen tiempo para relajarse y compartir con amigos o familiares. Controlan sus expresiones de afecto y son intolerantes con el comportamiento emocional y expresivo. Exhiben con los demás un trato formal, estirado o serio. Se concentran en la lógica y el intelecto. Pueden ser “quisquillosos y rígidos con respecto a cuestiones de moralidad, ética y valores. Aplican principios morales rígidos a ellos mismos y a los demás y son duramente autocríticos”, describe el doctor Zimmerman. Tienen el molde de los difíciles, de los que no caben en ningún lado, de los que nadie quiere tener cerca.

Estas personas corren el riesgo de convertirse en acumuladores, porque les cuesta mucho deshacerse de artículos desgastados o sin valor, como electrodomésticos dañados. También, de ser tacañas en el gasto de dinero por temor a eventuales o imaginarios desastres económicos, sociales o ambientales en el futuro.

En el fondo, son personas con altos niveles de inseguridad y desconfianza. Tienden al pesimismo. Manejan altos niveles de ansiedad, temen mucho al fracaso y están propensas a sentirse mal (problemas digestivos, intestinales, dolores de cabeza por tensiones, jaquecas, dermatitis, consumos excesivos de alcohol y otras drogas, etc.). Sus continuas insatisfacciones y frustraciones pueden desembocar en estados depresivos.

La probable reestructuración

Entre las pautas para controlar el perfeccionismo se encuentran el empleo de técnicas de relajación para disminuir la ansiedad, trabajar y mejorar la autoestima, aceptarse a sí mismos, quererse y respetarse; aprender a reconocer el derecho a equivocarse, deshacerse de la rigidez para disfrutar de todas las vivencias y cuidar la parte emocional más que la racional.

“Las personas azotadas por el perfeccionismo pueden reestructurar su forma de pensar o aprender una manera menos rígida, más saludable, mediante la aceptación y el compromiso, y buscar una mayor adaptación al entorno en el que viven”, plantea Viviana Carolina Zapateiro como terapia. Tampoco, propone, darle demasiado peso al resultado a la hora de ejecutar tareas, labores o compromisos, sino asumirlos con tranquilidad, sin desajustes emocionales (pérdida de sueño, aislamiento, inseguridad, depresión, insatisfacción, irritabilidad). Lo deseable es la flexibilidad cognitiva y resolver las dificultades como se vayan presentando.

Como paradoja final, el célebre pintor español Salvador Dalí, al respecto, un día sentenció: “No temas a la perfección, jamás la alcanzarás”.

*Periodista y corrector de estilo de amplia trayectoria. Colaborador de Bienestar Colsanitas.

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Donaldo Donado Viloria

Periodista y corrector de estilo de amplia trayectoria.