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Bienestar Colsanitas

Cuando las crisis son oportunidades

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Es posible aprender a enfrentar las adversidades para salir fortalecido de ellas.

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n mal estudiante con dislexia, 27 años de vida en prisión o recibir a los 14 años una herida de bala en la cara son experiencias que tal vez no todos los seres humanos habrían podido superar y salir fortalecidos de ellas. Pero tres personas pasaron por estas experiencias: Albert Einstein, Nelson Mandela y Malala Yousafzai.

Los tres personajes marcaron la historia del mundo y hoy la psicología y la ciencia los expone como ejemplos de resiliencia. ¿Qué significa esto? Según la psiquiatra de Colsanitas Ana Millán, el término resiliencia proviene de la física, y señala la capacidad de un material de recuperar su forma original después de alterarse frente a una fuerza. En los seres humanos es “la capacidad que tienen las personas no sólo de adaptarse bien frente a la adversidad, la tragedia o las amenazas, sino de crecer emocionalmente después de vivir una situación dolorosa o traumática”.

Como explica Marcela Valle Cuéllar, psicóloga y directora del Centro de Atención Familiar Sanar Psicoterapia, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a la adversidad o al sufrimiento, sino que van más allá y ven en cada crisis o cada situación adversa una oportunidad para desplegar su crecimiento personal. “Una persona resiliente ha tenido que vivir situaciones adversas en el transcurso de su vida y ha aprendido de sus fracasos sin victimizarse. Por el contrario, ha tomado el control de su vida”.

Por fortuna, la resiliencia no está presente únicamente en individuos excepcionales como Mandela, Einstein o Malala. Según la American Psychological Association, APA, “la investigación ha demostrado que la resiliencia es ordinaria, no extraordinaria”.

OportunidadesCUERPOTEXTO

La persona resiliente

¿Qué hace a una persona resiliente? “Ante todo la genética, pero también la educación y la formación, que incluyen los estilos y maneras como se han resuelto los problemas en casa”, afirma Millán, y explica que existen personas que genéticamente resisten mejor el estrés. Así como hay individuos más fuertes físicamente, también hay cerebros que vienen con mejor dotación genética para no derrumbarse frente a la adversidad, son capaces de crear nuevos caminos y alternativas para salir de situaciones difíciles.

Las neuronas son capaces de seguir funcionando sin alterarse a pesar de que aumenten los niveles de cortisol, la hormona del estrés. En cuanto al pensamiento, la resiliencia incluye ser capaz de discernir entre lo que se puede y lo que no se puede cambiar, y tener la suficiente flexibilidad para inventar soluciones.

Millán sostiene que es fundamental enseñarles a los niños la tolerancia a la frustración, permitirles equivocarse, que encuentren obstáculos y que busquen soluciones; que caigan, se levanten y sigan con sus vidas. “El mundo y la naturaleza no están hechos a la medida individual; ver la realidad como es ayuda siempre a salir adelante”.

Valle Cuéllar, por su parte, explica que las personas resilientes han dedicado tiempo a conocerse, a saber conscientemente cuáles son sus fortalezas y sus debilidades para usarlas a su favor y de una manera objetiva. Son personas que ven las situaciones con una actitud positiva y clara, confían en sí mismas y no dudan en pedir ayuda profesional e idónea cuando lo consideran necesario. Cuando viven situaciones adversas, no se preguntan por qué les pasó ni culpan a otros: se preguntan qué pueden aprender y qué de bueno pueden sacar de lo ocurrido. “Viven el aquí y el ahora, ven el pasado como una enseñanza y el futuro no les causa zozobra”, afirma la psicóloga, y agrega: “Las personas resilientes tienen una motivación intrínseca que les da fortaleza para luchar por lo que se proponen para así lograr sus metas”.

Como parte de las características de la persona resiliente, la doctora Millán señala que es capaz de confiar en otros, tiene buen humor, es activa y dinámica en la búsqueda de soluciones y es capaz de contener sus propias emociones negativas como el dolor y la rabia ocasionados por el evento traumático. La persona no resiliente se queda en la queja y no sale del problema.

El aprendizaje

Entonces, ¿es posible enseñarles a los adultos a ser resilientes, o la resiliencia se puede fomentar únicamente durante la infancia? Millán sostiene que con el adulto es más difícil porque ya los mecanismos psicológicos están formados, pero esto no significa que sea imposible. En su criterio, la psicoterapia y el soporte social son útiles porque “el individualismo nos hace ver todo en visión de túnel. Buscar una opinión u otra forma de ver el problema con amigos o con la pareja ayuda a desatorarse”.

Agrega que es importante fomentar la resiliencia desde la niñez y más en esta época cuando, en su criterio, “la competencia y el afán por los logros económicos han desdibujado la esencia del ser humano. Es necesario darles a los niños modelos a seguir ejemplares, practicar la espiritualidad y cultivar las emociones positivas, promover la generosidad y la solidaridad con otros, aprender a enfrentar los miedos y lidiar activamente con el estrés mediante ejercicio físico, hábitos saludables de vida y buscar ayuda en otros”.

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"Según varios expertos, escribir durante los momentos dolorosos ayuda, no sólo a reconocer las propias emociones, sino también a analizar la situación y mirarla desde afuera de uno mismo".

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La psicóloga Valle Cuéllar explica que la resiliencia es algo que se aprende durante toda la vida y que la pueden desarrollar niños, adolescentes y adultos. Aclara que esto se puede lograr más en unas personas que en otras, dependiendo de los factores que rodean a cada individuo y que empiezan desde su núcleo familiar.

La APA, por su parte, sostiene que la resiliencia siempre puede construirse, y que en este proceso influyen muchos factores. Uno de los más importantes son las relaciones amorosas con la familia y con los amigos. De hecho, si alguien desea comenzar a fortalecerse interiormente debe empezar por establecer lazos afectivos sanos; debe empezar a escuchar, dejarse ayudar y ayudar a otros.

También afirma que es posible construir resiliencia cuando las crisis no se ven como obstáculos insuperables, y se identifica en ellas lo que uno puede cambiar y lo que no. Es fundamental aceptar que no se tiene el control de todas las situaciones.

Ante la adversidad, también es bueno que la persona evite dramatizar la situación y pueda verla en perspectiva. Una mirada más amplia siempre ayudará a analizar mejor una crisis y a uno mismo dentro de ella. Según varios expertos, escribir durante los momentos dolorosos ayuda, no sólo a reconocer las propias emociones, sino también a analizar la situación y mirarla desde afuera de uno mismo.

La APA explica, además, que la meditación y las prácticas espirituales —orar, asistir a algún culto religioso— les ayudan a muchas personas a recuperar la esperanza. De hecho, la doctora Millán afirma que para ser resiliente es muy útil contar con un soporte espiritual, un propósito y un significado en la vida.

Lo único cierto es que sólo se sabe si una persona es resiliente cuando se presenta la situación traumática o dolorosa y logra crecer psicológicamente. Seguramente aquellos individuos que se permiten buscar ayuda, crear lazos afectivos, mirarse a sí mismos, decidir no ser víctimas y preguntarse qué pueden aprender del problema sin negar el dolor y el sufrimiento, atravesarán mejor la adversidad y al final descubrirán que se han fortalecido.

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Catalina Gallo

Periodista independiente colombiana. Autora del libro Mi bipolaridad y sus maremotos (Planeta).