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Bienestar Colsanitas

Mi diagnóstico: hipotiroidismo

Cerca del 4% de la población mundial tiene hipotiroidismo, y se cree que el porcentaje en Colombia es similar. La dolencia muchas veces pasa desapercibida, o se esconde bajo varios síntomas. Este testimonio puede dar luces a pacientes y familiares.

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ecuerdo que durante mi infancia y adolescencia nunca me gustó quedarme quieta: fui muy activa, y por eso mi abuelo paterno me apodó “la nigua”, como el bicho insoportable y saltarín al que le cantan en un bambuco. Dormir siempre me pareció un gran placer, pero sabía controlar el tiempo y lo graba que alcanzara para todo. Sin embargo, a los 24 años mi cuerpo comenzó a sentirse diferente: dormía más de lo acostumbrado, sentía un cansancio excesivo y aumentaba de peso aunque comiera poco y tratara de hacer ejercicio.

Para ese entonces trabajaba como periodista en una revista digital y creía que todo formaba parte del círculo vicioso del estrés. Acudí a un médico general que prestó más atención a otro de mis síntomas permanentes: la migraña, y me envió a un neurólogo. El especialista me escuchó, dijo que estos síntomas nada tenían que ver con su área de trabajo y zanjó el tema. Así, entre ires y venires por distintos médicos, pasaron un par de años y jamás se detectó la causa de mis males. Se pensaba que mis síntomas indicaban un problema de colon irritable o de estrés, entre otras opciones, pero yo siempre terminaba con la gran incertidumbre de no entender lo que me estaba sucediendo. Solo un médico homeópata que alguna vez consulté insinuó que mis síntomas podrían tener que ver con la tiroides. No hice caso a su alerta y me quedé con la duda.

Lo que más quería era entender por qué pasé de ser una persona activa a una excesivamente pasiva. Movida por una intuición, me hice el examen de sangre para medir la Hormona Estimulante de la Tiroides (TSH) y pedí una cita con un endocrinólogo particular. El especialista, un hombre callado y analítico, comprobó que tenía un poco de exceso de peso, revisó mis reflejos, palpó mi glándula tiroides y luego miró los resultados del examen. El diagnóstico era exacto: mi TSH sobrepasaba el nivel normal y eso significaba que tenía hipotiroidismo. El médico me habló de esta enfermedad y me recetó 25 microgramos de levotiroxina, la dosis más baja de un compuesto que ahora iba a suplir la deficiencia en la hormona que no estaba produciendo mi cuerpo. Con esto se suponía que mi metabolismo comenzaría a funcionar normalmente y que yo podría volver a ser la misma persona activa de antes. Para ese entonces tenía 26 años.

¿Qué es el hipotiroidismo?

Cuando salí de la consulta busqué sobre hipotiroidismo, un nombre desconocido para mí hasta ese momento. Primero, indagué sobre la tiroides y su papel dentro del cuerpo. La tiroides es una glándula con forma de mariposa que está ubicada en la parte delantera del cuello. Es la encargada de formar las hormonas tiroideas, que son transportadas por la sangre a cada tejido, razón por la que es vital puesto que se encarga de dirigir gran parte de las funciones del organismo. Las hormonas tiroideas tienen la importante labor de ayudar a manejar la energía del cuerpo, mantener la temperatura corporal y lograr que el cerebro, el corazón, los músculos y otros órganos funcionen normalmente.

El hipotiroidismo viene a ser, entonces, la enfermedad que se produce cuando la glándula tiroides no es capaz de producir suficiente hormona tiroidea para que el metabolismo funcione de manera regular. Cuando las hormonas tiroideas (T4 y T3) disminuyen, la secreción de TSH aumenta en un intento de conseguir que la tiroides trabaje al máximo para recuperar el nivel normal de estas hormonas. Por eso el cansancio y el sueño constantes. Además, nos volvemos personas más friolentas y nos fatigamos fácilmente, sufrimos de estreñimiento, el colesterol aumenta, la piel se nos reseca, nuestro pelo se vuelve quebradizo, tendemos a tener depresión e irritabilidad y a ser olvidadizos. Es como si la gasolina de la máquina que es nuestro cuerpo llegara a ceros y uno comenzara a moverse como un viejo tractor, lento y desgastado.

Iván Darío Escobar, médico internista y endocrinólogo de Colsanitas, explica que lo más frecuente es que la mayoría de personas con hipotiroidismo no tengan síntomas a la hora de una consulta, o que estos sean muy leves o discretos: cansancio, debilidad, depresión e infertilidad, entre otros. Por eso, esta patología puede pasar desapercibida por muchos meses, e incluso años, y solo se detecta si los síntomas son más prominentes o por un “chequeo médico de rutina”, en el cual se incluya un examen de TSH.

De igual forma, Carlos Osorio, médico especialista en Endocrinología y Enfermedades Metabólicas, cuenta que algunos pacientes han sido tratados durante años por depresión, colon irritable o colesterol alto, sin llegar a la causa real de estos síntomas.

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El hipotiroidismo es una enfermedad que se produce cuando la glándula tiroides no es capaz de producir suficiente hormona tiroidea para que el metabolismo funcione de manera regular.

Osorio recuerda especialmente el caso de una mujer procedente de una zona rural del Tolima, a quien su hijo llevó a la consulta en brazos. Traía un diagnóstico de insuficiencia cardiaca y falla renal crónica, además de síndrome demencial y desnutrición. Al doctor le llamó la atención la coloración amarilla de su piel y que había perdido las cejas. Su TSH fue reportada como mayor de 300. Al ser correctamente diagnosticada su vida dio un gran giro: recuperó todas sus funciones y actualmente tiene una rutina normal y activa.

Un caso contrario, que conoció el doctor Escobar, es el de una mujer de 40 años, quien venía siendo tratada por hipotiroidismo y suspendió la levotiroxina. A los tres meses tuvieron que hospitalizarla en estado de “coma mixedematoso”, una complicación altamente mortal. Una realidad cada vez más frecuente Alrededor de 225 millones de personas en el mundo tienen hipotiroidismo. En Colombia se ve con preocupación que no existen datos oficiales sobre esta enfermedad. La información se conoce más por guías internacionales que por datos locales. —En el país carecemos de adecuados registros de salud. Los datos disponibles son parciales y corresponden a estadísticas de salud de los entes gubernamentales —explica el doctor Osorio. Por otra parte, el especialista Iván Darío Escobar afirma: —Aunque no se tienen datos sobre la prevalencia del hipotiroidismo, se estima que, como en el resto del mundo, aproximadamente un 4% de la población adulta tenga la enfermedad. Mientras más edad, mayor la posibilidad. Así, una de cada seis personas mayores de 60 años la padecen.

Hay, además, un marcado predominio de mujeres: de cada diez pacientes, uno es hombre y las nueve restantes son mujeres. Según la Federación Internacional de Tiroides (TFI), “las causas frecuentes son: enfermedad autoinmune, la eliminación quirúrgica de la tiroides y el tratamiento radiactivo”. El Instituto de Diabetes y Endocrinología colombiano indica que la razón más común de hipotiroidismo en nuestro país es la tiroiditis autoinmune o de Hashimoto, que da lugar a una destrucción progresiva la glándula como consecuencia de fenómenos de autoinmunidad. Es como si el organismo no reconociera la tiroides como propia, por lo que procede a su destrucción por medio de anticuerpos que produce el sistema inmune.

Recuperar mi rutina normal

Cuando comencé a tratar mi hipotiroidismo yo ya había hecho ciertos cambios en mi vida. Renuncié a mi trabajo y me presenté a una maestría en el exterior: me pareció un buen momento para dedicar un poco más de atención a mi salud y poder llevar un ritmo más pausado. Durante nueve meses la dosis de levotiroxina funcionó: estudié, viajé, conocí nuevas personas y me sentía un poco más como antes, cuando mi abuelito me decía “la nigua”. Mi calidad de vida mejoró, y aunque hubo altas y bajas, mi cuerpo y mi mente tuvieron la capacidad de terminar los estudios de posgrado y conocer algunos de mis lugares soñados.

Sin embargo, después de un tiempo volví a sentir agotamiento y cansancio. Me hice de nuevo el análisis de TSH y esta vez estaba más alta que en un inicio. Un error mío: el examen se debía realizar cada seis meses mínimo, y yo había dejado pasar más tiempo.

El especialista aumentó mi dosis de levotiroxina al doble: 50 microgramos, que aún es baja. También me explicó que este incremento en la dosis podía seguir a medida que mi rutina cambiara, me casara, encontrara un nuevo trabajo o tuviera hijos.

Han pasado dos años desde que me diagnosticaron. La nueva noticia es que pronto seré mamá. La dosis del medicamento ha ascendido a 75 microgramos y mis controles son más periódicos durante la gestación: uno cada seis semanas. Seguramente en algún momento de mi embarazo el médico aumentará la dosis, todo dependerá de mi cuerpo, esa máquina que no para de funcionar a tope.

En mi cuello a veces trato de imaginar aquella glándula en forma de mariposa que cuando está bien me permite ser libre. Aquella mariposa que puede extinguirse rápido como nuestra vitalidad, pero a la que ahora mantengo presente, como un amuleto colgado en el cuello, que me permite vivir mi vida como yo quiera.

*Periodista colombiana.

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